Centro de Arte Reina Sofía

Arte español residual

La Razón
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De las 285 galerías seleccionadas para el programa general de Bassel 2014, sólo tres son españolas: Elvira González, Helga de Alvear y Juana de Aizpuru

De las 285 galerías seleccionadas para el programa general de Bassel 2014, sólo tres son españolas: Elvira González, Helga de Alvear y Juana de Aizpuru. En proporción incluso menor, la nómina de artistas españoles representados en el evento anual de arte contemporáneo más importante del mundo resulta ridícula: los ya imprescindibles Picasso y Miró, seguidos de ese grupo de «artistas-marca» que han monopolizado la proyección internacional de nuestro arte más contemporáneo (Valdés, Barceló, Plensa y Juan Genovés), y algún ejemplo aislado y sorprendente de las generaciones más recientes (David Rodríguez Caballero y Juan Uslé). La verdadera medida del arte español la ofrecen los paupérrimos números con los que se salda su participación en el contexto más exigente y exclusivo del panorama internacional. Ése es nuestro auténtico prestigio. Y todo lo demás son autoengaños y paños calientes que sólo procuran un agravamiento de la enfermedad.

¿En dónde radica el problema? ¿Quién o quiénes son los culpables de esta invisibilidad casi absoluta que condena al arte español contemporáneo al papel de comparsa en las grandes reuniones internacionales? Sería una osadía cargar las culpas sobre unos solos hombros, porque, en rigor, lo que le suceden a las artes visuales españolas es que carecen de un sistema competitivo. Y «sistema», en este caso, no solamente se refiere al papel de las instituciones en su labor de promoción de nuestra cultura, sino, también, a la capacidad de las galerías para mejorar su cuenta exterior de resultados; a la inexistencia de una autoridad crítica a nivel mundial que avale el trabajo de los artistas; al carácter doméstico y local de gran parte de nuestros comisarios; en el envejecimiento acelerado de las enseñanzas de Bellas Artes, en su mayor parte desacompasadas en casi un siglo con respecto a la realidad; a la ausencia flagrante de publicaciones periódicas de prestigio que pudieran contribuir al posicionamiento estratégico de nuestros autores... En definitiva, al fracaso integral de un sistema que es autocomplaciente, victimista e incapaz de generar situaciones de éxito para nuestros creadores, en cantidad y calidad mucho mejores de lo que los resultados internacionales demuestran. Una pena.