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Sorolla: y los niños se acercaron al pintor

El museo madrileño del artista dedica una exposición a la relación de sus obras con la infancia

La nueva exposición del Museo Sorolla se compone con más de 40 piezas
La nueva exposición del Museo Sorolla se compone con más de 40 piezasA. Pérez MecaEuropa Press

Pese a quedar huérfano a los dos años, Joaquín Sorolla Bastida fue un hombre eminentemente familiar. Encontró en su esposa Clotilde García del Castillo el pilar firme sobre el que sustentar su vida como hombre y como pintor, y una fuente inagotable de inspiración. El nacimiento de sus tres hijos –María Clotilde, Joaquín y Elena– supone la aparición en su pintura de una nueva intimidad. Surgen obras como «El primer hijo» o «Madre», donde el autor refleja el nuevo concepto de maternidad que ha ido imponiéndose a lo largo del siglo XIX. Se presenta así una figura recurrente en su carrera, la de los infantes. «Fue un magnífico pintor de niños», defienden Sonia Martínez y Covadonga Pitarch Angulo, comisarias de La edad dichosa, la nueva muestra temporal que acoge el Museo Sorolla hasta junio. Una exposición en la que se toma como hilo conductor la aparición de los pequeños en sus cuadros: incluso «fue con cuadros donde los niños son los protagonistas con los que consiguió los mayores reconocimientos de su carrera y sus mayores éxitos comerciales».

La pintura de Sorolla propone una aproximación lo más amplia posible al mundo de la infancia en la España de entresiglos. Esta nueva retrospectiva se inicia en el núcleo de la intimidad familiar donde las maternidades acaparan todo el protagonismo: «A lo largo del XIX, la maternidad va teniendo grandes transformaciones y Sorolla representó esa nueva maternidad, la de la madre devota que cría a sus hijos, que los amamanta, que los cuida cuando están enfermos, que los educa. Esa imagen de la mujer clásica dedicada plenamente a la maternidad», asegura Pitarch.

Pero la muestra también pasa por la representación de los propios hijos del pintor, abriéndose luego al ámbito infantil del estatus social, y culmina captando todo un mundo de faenas infantiles, que no solo pasan por las esperadas del juego, el divertimento o el estudio de los niños de las clases más pudientes, sino también por el trabajo infantil o el desamparo de los pequeños de las clases más populares. Finalmente se aborda el reverso de la dicha, la enfermedad o la mortalidad infantil.

«Desde finales del siglo XVIII, con las teorías de Rousseau, empieza a crecer en el imaginario colectivo la necesidad de que los niños fueran niños y disfrutaran de esos años. El tiempo de la infancia se va transformando a lo largo del XIX en un momento en el que –en palabras de Pitarch– tienen que hacer dos cosas: formarse y estudiar, pero además jugar y aprender jugando». Aun así, el pincel de Sorolla también se detiene en la cara B de aquella infancia. En esos aspectos menos agradables, como la mortalidad infantil de «Cabeza de niño en el lecho» (1883) –a raíz de una investigación del Museo, se ha sabido que el niño fallecido es hijo del pintor valenciano Juan Peyró Urrea–. «Quizá el peor reverso de todos», comentan las comisarias de unos retratos póstumos que eran comunes en una época en la que la mortalidad era muy alta.

Lejos de esos niños de familias burguesas que aparecen en sus obras, la última parte de la exposición temporal del Museo Sorolla abre una ventana a la realidad de aquellos que pertenecen a las clases más desfavorecidas y que trabajan. Se puede ver en «Niña en la playa del El Cabañal» o «La siesta en Asturias», donde observamos a menores que descansan sobre el lecho de heno tras una dura jornada de trabajo en el campo; son claras estampas de trabajo infantil, aunque el pintor siempre los trata «con cariño». «Apenas hay crítica social. Solamente pinta lo que ve», explica la comisaria.

  • Dónde: Museo Sorolla, Madrid. Cuándo: hasta el 19 de junio. Cuánto: 3 euros.