Pintura

Bernard Ruiz-Picasso: «Vivir con Picasso era un riesgo que mi abuela Olga conocía»

El nieto del artista, que ha prestado numerosas obras para la exposición sobre la primera esposa del pintor en CaixaForum Madrid, analiza la figura de su abuela, bailarina rusa, como musa y esposa, hasta que se separaron.

El nieto de Picasso, Bernard Ruiz-Picasso / Ep
El nieto de Picasso, Bernard Ruiz-Picasso / Eplarazon

El nieto del artista, que ha prestado numerosas obras para la exposición sobre la primera esposa del pintor en CaixaForum Madrid, analiza la figura de su abuela, bailarina rusa, como musa y esposa, hasta que se separaron.

Casi al mismo tiempo en que la conoció empezó a pintarla. «Yo soy Olga Khokhlova, la sobrina del zar», le dijo a Picasso en los camerinos de un teatro en Roma cuando, Jean Cocteau mediante, se conocieron. Ella, 27 años; él, 10 más. En la primera sala de la exposición «Olga Picasso» que arranca hoy en CaixaForum Madrid tras visitar París, Moscú y Málaga, ya la vemos retratada al carboncillo, éterea, junto a dos compañeras de los Ballets Rusos de Diáguilev. A partir de entonces y durante una década apasionante en su vida y su producción, la ucraniana, hija de un noble coronel zarista, sería musa, amante, mujer y madre de su hijo Paul, hasta que en 1927, el genio malagueño se distanciase de ella al tiempo en que se embarcaba en una historia controvertida con la jovencísima Marie-Thérèse Walter.

Cuando, hace años, Bernard Ruiz-Picasso dio con un baúl que contenía miles de fotografías y casi 700 cartas de los familiares a Olga, concibió la idea de una muestra que indagase en una mujer que coincidió (e influyó) en el regreso al clasicismo (con Ingres y los pintores venecianos en perspectiva) de Picasso tras la experiencia cubista. La exposición para la que ha prestado buena parte de los cuadros desde su Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, nos sumerge en la mujer que amó y padeció a Picasso, separada de facto del artista desde los años 30 y fallecida en soledad en 1955.

–Olga Khokhlova era una gran desconocida incluso para usted. ¿Siente que ha descubierto a su abuela, que falleció 4 años antes de que usted naciera, a través de esta exposición?

–Yo nunca la conocí, efectivamente, y mi padre no hablaba mucho de ella. Tampoco se trataba en familia el tema de la separación entre sus padres, mis abuelos. Pero son cosas que le suceden a muchas personas, el hecho de no tener información de su pasado. Yo, como hijo y nieto de Picasso, he sentido al igual que otros niños las típicas dudas: de dónde vengo, qué ocurrió en mi familia. Los padres nunca dicen todo.

–Y en eso emergió el baúl de los recuerdos que da pie a esta exposición...

–Es el resultado de un trabajo amplio de investigación sobre archivos que yo tenía y que provienen de mi abuela. En esta muestra hemos querido contextualizar las conexiones entre ese gran artistas moderno que fue Picasso y la interacción de la vida cotidiana en su obra. Contar la historia de amor de Olga y Pablo en un contexto sociopolítico concreto, que lleva además al drama personal que vive ella con la desaparición de su familia rusa tras la Revolución y la guerra civil rusa.

–Pasear por estas salas es transitar por varios estados de ánimo: del amor y la pasión a la estabilidad de pareja e hijo, para recalar en la frialdad, la amargura y hasta la ansiedad, todo a través de las pinturas de Picasso. ¿Cómo describiría la relación de Olga y Pablo?

–Fue una historia de amor total, como ocurre entre hombres y mujeres. Picasso estaba dando un salto a otro dominio artístico tras el cubismo cuando encuentra a Olga en los Ballets Rusos en 1917, en medio de I Guerra Mudnial y al comienzo de la guerra civil rusa. Todo eso se ve en su obra, y se advierte que está muy enamorado de ella y que lo estará hasta que, casi por necesidad creativa, cambia de estilo de nuevo...

–...y de pareja.

–Exacto.

–Hay quien habla de esta década de 1917 a 1927 como el «periodo Olga», de hecho. ¿Cree que es posible parcelar la obra de Picasso conforme a sus mujeres? ¿Considera que su abuelo necesitaba, digamos, egoístamente, un cambio en su vida, una nueva mujer, para azuzar su impulso creativo?

–Sí, se puede decir de esta manera. Los artistas, incluido Picasso, necesitan nuevas musas, nuevos dominios para continuar creando. No son hombres realmente conforme a normas, al contrario, Picasso es más anarquista que conforme a leyes. Intentó mantener su matrimonio, pero no podía. Y Olga estaba también en una situación personal muy difícil: no tenía más contacto con su familia. Fue una tragedia.

–Se separan en el año 35, aunque nunca se divorcian. Y Olga muere sola y enferma en 1955 en Cannes. ¿Se responsabilizó el pintor de su situación, sintió remordimientos?

–Creo que sin duda. El hecho de que la pintara y retratara en los últimos lienzos de esta exposición [cuando Picasso ya vive con Marie-Thérèse] demuestra su voluntad de decir hasta qué punto él era el protagonista número uno de esta tragedia. Es un gesto muy moderno crear y decir a todos la verdad de su actitud. Integra totalmente los fundamentos del arte moderno, en el que el espectador es creador de la obra que vemos. Se desnuda y nos cuenta lo que estaba haciendo o pasando en su vida, lo que estaba viviendo.

–De su abuelo han dicho que era posesivo y violento con las mujeres...

–No sé exactamente cómo contestar a eso. Creo que Olga sabía muy bien quién era Picasso. Las mujeres saben con quién viven y los riesgos que hay. Decidir vivir con Picasso era un riesgo, se sabía que no escondía nada de cómo era. Había una posibilidad para Olga de tener problemas y, de hecho, los problemas ocurrieron. La relación hombre-mujer es complicada de explicar.

–¿Tiene relación con Marine, su hermanastra, que escribió un libro demoledor sobre su abuelo?

–Sí.

–¿Le dolió aquella obra?

–Sí, pero dejo a las personas la responsabilidad de lo que escriben, a mí no me importa lo que cada uno decida.

–Esta pregunta puede sonar indiscreta, aunque espero que no: ¿Cuántas generaciones de «picassos» van a poder vivir del legado de su abuelo?

–Eso no lo sé, cada uno tiene su propia responsabilidad. Lo importante es la memoria y el legado artístico. Pertenecer a una familia que queramos o no es otro asunto. Yo tengo muchas ganas de continuar aprendiendo de este artista. No sé lo qué harán otros.

–Ser un Picasso, ¿es un peso o un privilegio?

–Es una responsabilidad. De joven no sabes nada de lo que supone. En todo hay ventajas y también dificultades. Una familia es una familia, sea la de Picasso u otra.

–¿Qué sabía de su abuela durante su infancia?

–Muy poco, no se hablaba de ella y la gente en general no hablaba mucho de cosas a los niños en los años 60. No se hablaba de la guerra, de los padres, de los abuelos... Además, mi padre se murió cuando yo tenía 16 años.

–Dos años después de la muerte del pintor. ¿Qué recuerda del abuelo, no del artista?

–Era un abuelito muy cariñoso, compartió momentos muy agradables con nosotros. Pero los adultos hablaban de cosas serias y yo no podía interrumpir. En aquella época era diferente el trato entre adultos y niños. Picasso tenía ya muchos años, siempre estaba con gente y hablaban de cosas serias mientras yo jugaba en el suelo con mis juguetes.