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Libros

Cansino Assens, el diario inédito del Madrid de la posguerra

Se publica un libro inédito, un diario del año 1943, de uno de los literatos españoles más portentosos, maestro de Jorge Luis Borges

Población saludando a las tropas en tiempos de la guerra civil española
Población saludando a las tropas en tiempos de la guerra civil españolaLa RazónLa Razón

Un buen día de 1919, un joven Jorge Luis Borges llegaba a Sevilla junto a su familia, procedente de Mallorca; tal cosa sería fundamental para él, habida cuenta de que entraría en contacto con poetas de signo vanguardista que, como en su caso, se iban estrenando como poetas. Meses más tarde, se trasladarán a Madrid, donde Borges registrará el mayor acontecimiento de ese viaje a España: “La amistad de Rafael Cansinos Assens”. Así lo explica en “Borges. Biografía total” Marcos-Ricardo Barnatán, que describe a este hombre de letras por el que el escritor bonaerense sintió adoración durante toda su vida: “Lo más notable de Cansinos es que vivía exclusivamente para la literatura, sin ninguna preocupación por el dinero o la fama”.

Esto mismo supuso un modelo a seguir para el que se convertiría en uno de los escritores más importantes del siglo XX, hasta el punto de sentirse de continuo un discípulo de Cansinos –sevillano de nacimiento, en 1882, y muerto en 1964–, cuya obra más conocida es de carácter póstumo, “La novela de un literato”. En ella, Cansinos recogió multitud de asuntos respecto a “hombres, ideas, efemérides, anécdotas”, como rezaba el subtítulo, que juntos conformaban una mirada completísima de la España del primer tercio de siglo XX: su ambiente intelectual y social, la prensa y la política, los militares y el rey, los actores y las cortesanas, los cafés y sus tertulias, la Gran Guerra, la dictadura de Primo de Rivera, el tiempo de la República, etc.

Rafael Manuel Cansinos Galándice que su padre “fue víctima del terror rojo" durante la guerra civil

Semejante capacidad de observación se palpa en sus anotaciones personales, como estas que ven la luz ahora: “Diario de posguerra en Madrid, 1943”, en edición de Rafael Manuel Cansinos Galán, que en el prólogo dice que su padre, durante la guerra civil, “fue víctima del terror rojo, que buscaba desafectos en el gran escenario de sospechas que era Madrid”, lo cual continuó en la dictadura, pues se le abrió “un Expediente de Depuración acusándolo de ser judío y llevar una vida rara”. De hecho, en ese año vio cómo la censura del régimen ordenaba retirar su nombre de sus traducciones que publicaba la editorial Aguilar.

Y es que Cansinos fue un portento en el terreno de la traducción, con obras como “Las mil y una noches” o el “Corán” y autores que pudieron leerse en español gracias a él como Dostoievski, Goethe o Balzac. Esta parte literaria no aparece demasiado en estos diarios, no obstante, pues prima lo relativo a su vida cotidiana, a su vínculo con su pareja desde 1924, Josefina Megías, a su relación, no siempre fácil, con sus dos hermanas, a sus paseos en busca de “emociones”, por el Retiro o la Gran Vía, mientras se va fijando en las vidas ajenas. Ejemplo de ello es la hermosa mujer en la que repara para explicar que se trata de “una princesa del martirio”, esposa distinguida de un periodista y hermana de un militar caído en la revolución pero que no tiene que darle a su hijo de comer, después de haber sufrido además la muerte de otra criatura. Es el Madrid en que la gente cambia información por un cigarrillo, donde es posible cruzarse con un grupo de cerdos en un chozo de Chamartín.

Una mirada sociológica

El libro, así, destaca por esa imagen de la capital en que todo sigue igual por cuanto a la entrega literaria de Cansinos pero a la vez, como dice Cansinos Galán, “no es lo mismo, porque todo sucede en un tono menor, privado, gris y apagado, tan apagado como el entorno humano, porque casi todos los que fueron sus amigos o enemigos, novias o amantes, ya no existen o están perdidos en el exilio”. En cualquier caso, cabe subrayar la forma en que el autor describe lo que ve y que está acompañado de diferentes fotografías en esta edición, como cuando acude a una exposición anticomunista llamada «Así eran los rojos», y más allá de lo político, analiza junto a su compañera sentimental la temática artística que tienen delante.

Junto con este tipo de referencias de tinte culto, sobre todo, el lector podrá conocer otras muchas que hacen que el diario de la inicial posguerra constituya todo un libro de historia, de sociología. De tal modo que Cansinos se fija en un «desfile de falangistas en traje de marcha, con mochila, cantando a las 12 de la noche por la Puerta del Sol. Sus gritos se quiebran en el aire frío. Tabletean sus zapatones sobre el suelo. La gente se aparta, sin mirar. Cantan algo alusivo al Peñón»; o visita el cementerio judío, donde transcribe lo que dice en hebreo una lápida especialmente emotiva; o describe a la guardia mora de Franco, que escolta al nuevo embajador alemán, Hans von Moltke; o contempla, por Callao, el «aniversario del asesinato de José Antonio», o, al fin, se deja impresionar por las ruinas de Argüelles, «saltando trincheras… Unos chicos se dedican a quemar la hierba seca y dorada… Parecen estar cumpliendo la consigna del Padrecito Stalin…Tierra calcinada»…

PROYECTO PARA UNA EDICIÓN COMPLETA

Aunque no es desde el punto de vista cronológico el primero de los diarios que aparecerá de Cansinos Assens, la editorial Arca ha decidido dar inicio a este proyecto con el año 1943, lo cual conecta con lo narrado en el final de “La novela de un literato el 19 de julio de 1936”, «esa noche en la que cruza frases lapidarias con el joven poeta Fernando Hernández Esposité: “La República ha muerto” y responde Cansinos con tristeza: “Sí. ¡Y la literatura también!”», como escribe Cansinos Galán. Y en verdad, prosigue este: «No se equivocaba en su premonición. Julio de 1936 fue el fin de muchas cosas, entre ellas de todo el brillante mundo cultural que conformó el primer tercio del siglo XX y que hoy se conoce como Edad de Plata de las letras españolas». En este sentido, en el presente diario hay algunas referencias a autores como Manuel Machado, Jardiel o González Ruano, pero sobre todo impera “el silencio, la autocensura de opiniones políticas —aunque a veces el escritor tira con bala— y la mediocridad general que le circunda”.