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“Armageddon Time”: La infancia nuclear de James Gray

La película, firme candidata en las quinielas de los premios, es un viaje a la niñez de James Gray ( “Two Lovers”, “Z. La ciudad perdida”...), un regreso a la América de los años 80

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James Gray es un hombre pensativo, irónico, incisivo, a veces maniático. Tras lavarse las manos por enésima vez durante su día de promoción en el Cine Doré de Madrid, el cineasta, con una taza de té y cercanía, atiende a tres periodistas, que entran a la cita intrigados en el gallinero del icónico espacio. Respetamos sus silencios, y él nos da a cambio sinceridad, por cruda o picante que sea. Pausa y verdad incómoda: eso es Gray, y también sus películas. Especialmente, la que hoy se estrena en España y que cuenta con un elenco de lo más atractivo: Anthony Hopkins, Anne Hathaway y Jeremy Strong («Succession») en primera línea. Se trata de «Armaggeddon Time», cinta que por su título no debe llevarnos a pensar en la ciencia ficción, sino más bien acercarnos al drama histórico y casi biográfico.
Protagonizada por los jóvenes Michael Banks, en el papel de Paul Graff, y Jaylin Webb, como Johnny, la trama se sitúa en los Estados Unidos de los ochenta, cuando la ética social comenzaba a quebrarse y la élite se enraizaba. Una película en la que Gray, además, refleja su propia infancia, y no por ello se siente aliviado: «Para nada. Sí me veo algo expuesto, porque si alguien odia este filme significa que odia una parte de mí. Pero el objetivo es no pensar que soy una persona maravillosa ni aplaudirme a mí mismo. Mi trabajo es la necesidad de expresarme honestamente y no intentar venderme, porque todos somos pecadores. Hay mucha gente a la que le gusta señalar a los demás», explica el responsable de «Ad Astra» (2019) o «Two lovers» (2008).
La película trata sobre la vida cotidiana, tranquila, de Graff en los suburbios neoyorquinos. De mayor quiere ser artista famoso. Se dedica a no hacer caso a sus padres –y mucho menos a su profesor– y a hacer travesuras junto a Johnny, su compañero de clase, quien sueña con trabajar en la NASA pero lo único que recibe es exclusión y desprecio por ser negro. Tras un incidente, Graff se da cuenta de que ni el cariño de su madre (Hathaway)ni su sabio abuelo (Hopkins), con quien mantiene una preciosa relación, pueden protegerle. Es enviado a una escuela privada, cuyo consejo de administración cuenta entre sus miembros con el padre de Donald Trump en claro guiño contextual. De repente, pasa de lo público a lo privado, de la inocencia a la vertiginosa madurez. «Mi ambición no era reducir la película a los peligros del racismo, sino también mostrar que la clase social tiene mucho que ver con la opresión que ejercemos hacia los demás. En la cinta también está la idea del ascenso social, cómo las buenas intenciones a veces no tienen nada que ver con los buenos resultados. ¿Está la historia actual configurada por la pandemia, la pólvora y el clima? Por supuesto. Pero quería mostrar que una sociedad funciona a distintos niveles», explica Gray.

Una enmienda fílmica

Explícitamente neoclásica, su nueva película viene a enmendar una especie de herida que el propio director guarda desde «Ad Astra». Su último gran proyecto, por cosas de la financiación, tuvo que recurrir a un Brad Pitt que se enamoró del guion y acabó «forzando», por así decirlo, quedarse con el papel protagónico para participar como productor. Gray ha confesado en varias entrevistas recientes que le hubiera gustado hacer una película distinta, que ese corte final poco tenía que ver con su intención inicial y que «Armageddon Time», en sus tiempos brutalistas, retoma el camino trascendental de la apabullante «Z. La ciudad perdida».
En el encuentro con la Prensa, con la forma casi neurótica que tiene de expresarse en público, matiza: «No veo que una película pueda cambiar el mundo, pero espero que ponga un grano de arena a esa montaña a la que llamamos progreso humano», completa convencido antes de recibir al público madrileño que llenó esta semana el Cine Doré de la Filmoteca Española, donde Gray presentó su nuevo filme y dio su bendición al ciclo que le dedica el organismo de archivo y que seguirá proyectando sus trabajos hasta el próximo 30 de noviembre con la recomendable «Little Odessa (Cuestión de sangre)», de 1994.

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