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¿Cómo vivían los verdugos en la Alemania del Holocausto? esta película lo cuenta

Todd Hayes y Jonathan Glazer presentan dos filmes extraordinarios que se asoman a lo perturbador con estéticas llamativas
The Zone Of Interest - Press Conference - 76th Cannes Film Festival
The Zone Of Interest - Press Conference - 76th Cannes Film FestivalPascal Le Segretain / POOLEFE
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Inspirándose en la historia real de la profesora Mary Kay Letourneau, que fue condenada a prisión por tener relaciones sexuales con un alumno de trece años (con quien se casó y formó una familia), Todd Haynes ha construido una película que habla, justamente, de la imposibilidad de la ficción para captar la complejidad de lo real. Así las cosas, la extraordinaria “May/December” parece un sofisticado cruce entre la obsesión de Haynes por radiografiar el arquetipo del ama de casa -desde “Safe” hasta “Lejos del cielo”, pasando por la serie “Mildred Pierce”- como reina de la alienación americana y la estructura del filme-encuesta ensayada en “Velvet Goldmine”. Aquí el entrevistador es una actriz (espléndida Natalie Portman), que, antes de encarnar en un telefilme a esa mujer pegada a un escándalo (inquietante Julianne Moore, una Jeanne Dielman del Medio Oeste), quiere conocerla de cerca, investigar su entorno, entenderla. Pero ¿cómo entender el relato de un simulacro? Película de espejos como cárceles, de identidades secretas que se reflejan en la máscara del otro, “May/December” es un melodrama con tintes de filme de terror, en el que Haynes mezcla la genética de “Persona” con la estética del telefilme de sobremesa más perturbador jamás proyectado en una pantalla.
La no menos extraordinaria “The Zone of Interest” también es una película de terror. Desecando la novela homónima de Martin Amis, retrata el Holocausto desde el otro lado del muro de Auschwitz. Es decir, donde vivían los verdugos, el comandante en jefe Rudolf Höss y su familia. Jonathan Glazer resuelve con inteligencia la cuestión de lo irrepresentable de la Solución Final, visibilizando el contraplano feliz de la Alemania en permanente estado de negación. El horror está en cómo suena el fuera de campo: mientras la casa con jardín impoluto brilla a la luz del sol, a lo lejos siempre se oye el zumbido eterno de los hornos crematorios, algunos disparos, algún grito. El rigor compositivo de la película, atravesada por breves desviaciones oníricas filmadas con cámara térmica, y un epílogo que vincula distintos tiempos históricos de un modo harto provocativo, corresponde a la perfección a ese lenguaje eufemístico del nazismo, que denominó “zona de interés” a los cuarenta kilómetros cuadrados que rodeaban a los campos. Glazer gasea la mirada del espectador hasta dejarlo ciego.
La tercera película a concurso, la senegalesa “Banel et Adama”, de la debutante Ramata-Toulaye-Sy, peca un tanto de esa europeización formal de lo africano que tanto gusta en festivales, aunque su nada autocomplaciente retrato de una chica que confunde el amor con la posesión, la libertad con la falta de solidaridad, en el seno de una tribu azotada por la sequía, no está exenta de interés.
Con su segundo largo, Elena Martín debuta en la Quincena de Realizadores con “Creatura”, la historia de Mila, una mujer que busca reconciliarse con su propio cuerpo. La cineasta catalana se lanza a una indagación en los misterios de la sexualidad femenina visibilizando un tema espinoso -el momento en que el deseo emerge en la infancia- para analizar sus efectos en un proceso de madurez que tiene tanto que ver con la aceptación de nuestra piel, del cuerpo como expresión de una identidad, como con la desactivación de los prejuicios e incomodidades que genera en los demás. Martín, que es -como lo era en su ópera prima, “Júlia Ist”- la actriz principal, desnuda, física y psicológicamente, a su heroína para que su viaje al pasado, a las raíces de un trauma que le produce urticaria (literal) y parece alejar de su vida a los hombres a los que ama (su pareja, su padre), desvele la opacidad de su angustia. Como otras cineastas contemporáneas, desde Claire Denis a Julia Ducournau, Martín coloca el cuerpo como centro de su discurso, y aunque a veces resulte complicado empatizar con Mila, o entenderla en los mismos términos que ella exige en los que la rodean, en “Creatura” se barajan temas -la sexualidad infantil, el modo en que los gestos más banales de nuestras relaciones familiares determinan nuestro vínculo con el cuerpo, el espacio como catalizador de una memoria que sana, que responde preguntas que creíamos muertas- planteados con vigor y valentía.