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Sofía Otero, de 9 años, gana el Oso de Plata por "20.000 especies de abejas"

La jovencísima intérprete ha sido reconocida como la mejor actriz protagonista en la 73 edición de la Berlinale por su papel en la ópera prima de Estíbaliz Urresola. "Samsara", de Lois Patiño, y "Orlando: ma biographie politique", de Paul B. Preciado, también han rascado premio
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Sofía Otero, la niña protagonista de la española “20.000 especies de abejas”, monopolizó la emoción de la gala del palmarés de la 73ª edición de la Berlinale, el más sensato, preciso y valiente de los que tenemos recuerdo. Puede resultar discutible darle el premio a la mejor actriz a una niña de nueve años, pero la apuesta por lo insobornable parecía el hilo conductor de la noche. El premio a Otero, que interpreta a una niña trans en el filme de Estíbaliz Urresola, era toda una declaración de intenciones. También podría cuestionarse el orden de los premios, pero el Oso de Oro a “Sur l’Adamant”, modélico documental del francés Nicolas Philibert sobre la vida cotidiana de un centro de día parisino dedicado a los enfermos mentales, obedece a la línea de cine concienciado que ha alimentado la Berlinale desde hace muchos años. Únicamente lamentar la ausencia de la magnífica “Past Lives” en el reparto definitivo. Desde aquí solo podemos desear que Kristen Stewart, presidente del jurado, y sus compañeros de deliberación, entre los que se encontraba Carla Simón, contagien su criterio a los jurados de otros festivales internacionales.
Nos quitamos el sombrero ante la terna de películas que subieron al podio. “Afire”, del alemán Christian Petzold, ganaba un merecido Gran Premio del Jurado por bascular entre la comedia y la tragedia mientras reivindicaba la necesidad de vincular la creación con la vida. Era una gran noticia que Philippe Garrel, ausente desde “Les amants reguliers” de los premios en festivales de categoría A, se llevara el Oso de Plata al mejor director por la conmovedora “Le grand chariot” mientras, en el escenario, celebraba la revolución iraní y recordaba el legado de Godard. Prueba del amor al salto al vacío del jurado fueron los galardones otorgados a la portuguesa “Mal viver”, de Joao Canijo (premio del jurado), melodrama adusto, mortificado, sobre el odio como herencia en las relaciones maternofiliales, y a la alemana “Music”, de Angela Schanelec (premio al mejor guion), personalísima relectura de la tragedia de Edipo que hace de la omisión y la opacidad del sentido sus más eficaces armas poéticas. Incluso en el premio a la contribución artística acertaron, porque la fotografía de la gran Hèléne Louvart para “Disco Boy”, tan atenta a los cuerpos en movimiento como a la luz que parecen alimentarlos, es fantástica.
En una sección oficial desigual, capaz de lo mejor y lo peor, más cercana al Locarno que lideraba Carlo Chatrian antes de llegar a la Berlinale que a la línea editorial marcada por el anterior director artístico del certamen, Dieter Kosslick, había ciertas tendencias recurrentes que parecían imponerse en relación con las conversaciones que atraviesan la contemporaneidad, en especial la lucha feminista en todas sus formas -y, como consecuencia, la denuncia de la masculinidad tóxica- y la defensa de la diversidad identitaria, fuera racial o de género. En ese sentido, dos de las propuestas más radicales, imaginativas y atrevidas que pudimos ver en el festival concursaban en una sección paralela, y estaban dirigidas por realizadores españoles, las espléndidas “Samsara”, de Lois Patiño, y “Orlando: ma biographie politique”, ópera prima del filósofo Paul B. Preciado, Gran Premio del Jurado exaequo de Encounters. Sí, otro cine español es posible, y seguro que no gana un Goya.