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Libros
Una tragicomedia búlgara con el tiempo hacia abajo
Eminé Sadk, con humor, ironía y ternura, aboga por el amor a la vida y al pasado en su primera novela

La literatura que se escribe en la Europa del Este, poco a poco, va conociéndose en español. Una literatura silenciosa pero pujante que, a pesar de las variadas voces y estilos que la componen, y a pesar de los diferentes países y de los distintos idiomas en los que se escribe, tiene un rasgo de unión: la marca los regímenes totalitarios han dejado, la búsqueda de una identidad y, con ello, la búsqueda de una raíz que, quizás ilusoriamente, se encuentra en el pasado.
En el caso de Bulgaria, su literatura es, tal vez, la menos conocida. Aunque es una literatura que, como en los otros países al otro lado del viejo Telón de Acero, es un medio de resistencia y, al mismo tiempo, una manera de indagar sobre la memoria colectiva y personal, sobre el sentido de pertenencia y el paso del tiempo, es una literatura que combina el humor con la ironía, es un estilo fresco, vivo, y con historias de corte fantástico, cotidiano.

Todo eso, de algún modo, es lo que aparece en "Caravana para cuervos", la primera novela de Eminé Sadk (Dúlovo, 1996), una obra llena de ironía, que tiene algo de sátira pero también de ternura y que ofrece, en conjunto, una mirada de oscura inteligencia, esa oscura inteligencia que abre las puertas del corazón y de la imaginación para contar mucho más de lo que en el texto se lee.
La trama gira, en cualquier caso, alrededor de Nikolay Todorov, un profesor de Geografía que vive en una pequeña ciudad de Bulgaria y al que le han asignado llevar adelante un renovado proyecto educativo en la escuela local. Pero todo se trastoca cuando Todorov, en medio de un banquete al que han asistido el alcalde y el director del instituto, intenta pronunciar un discurso sobre las tradiciones y acaba montando una escena tragicómica que lo lleva a abandonar, inmediatamente, no sólo el banquete y el instituto, sino también la ciudad sin haber podido expresar lo que realmente pensaba.

Así, acaba en medio del camino, haciendo autoestop y descubriendo sitios que le resultan, curiosamente, ecos de un pasado familiar. Y no sólo sitios, sino también historias y costumbres de antaño, de una época que se resiste al olvido y de un lugar preciso: la región búlgara del Ludogorie, Deliormán. Allí, Todorov no sólo hará las paces con su historia, sino también con su amor hacia la vida, consciente de que el tiempo, después de ese viaje emocional, no va hacia delante ni hacia atrás: va hacia abajo.
Lo mejor: La frescura del estilo de la autora, que sorprende, además, por su sentido del humor, tan corrosivo como luminoso.
Lo peor: Nada que cuestionarle a esta novela original, divertida y profunda y que es una muestra hermosa de la literatura búlgara actual.
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