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Estreno
Crítica de "La casa al final de la curva": amo los accidentes ★★ 1/2
Dirección y guion: Jason Buxton. Intérpretes: Ben Forster, Cobie Smulders, William Kosovic, Gavin Drea. Canadá, 2024. Duración: 110 minutos. Drama.

Es fácil percibir en Josh, en sus hombros hundidos y sus ojos alienados, a uno de los antihéroes de cierta literatura norteamericana que, desde John Cheever hasta Richard Yates, han hecho de la crisis de la masculinidad uno de sus grandes temas. Josh es, también, una versión menos cínica y más bizarra del Lester Burnham de “American Beauty”, hasta el punto de que Ben Forster parece haberse inspirado en la interpretación de Kevin Spacey -en su vestuario, en su bigote alicaído y su calva incipiente- para encarnar su lado más pasivo-agresivo.
Hay algo muy perturbador en este hombre que parece encontrar su razón de vivir en los violentos accidentes de coche que ocurren en el jardín de su casa recién comprada, en una curva peligrosa, deslizante y mal señalizada. Entre la pulsión de muerte y el deseo de redimirse (de su falta de ambición, de su victimismo, de su talante hostilmente defensivo), Josh nos pone la piel de gallina, porque nos da miedo. Eso es quizás el principal problema de la película: que su protagonista masculino nunca nos conmueve, porque está más cerca del caso patológico que de la hombría patética. Josh funciona mejor en el plano teórico que plasmado en imágenes.
Como creación literaria, tal vez su neurosis habría tenido más matices, habría sido más ambigua, y la originalidad de la premisa habría sido más creíble y habríamos entendido mejor qué había visto en él una psicóloga tan resuelta como su esposa. Lo que queda en “La casa al final de la curva” es una película rodada alrededor de una metáfora, o de una tesis, que el director y guionista, Jason Buxton, quiere positivar a toda costa. En algunos momentos, parece que el relato derivará hacia el thriller psicológico, pero es una trampa que el filme se tiende a sí mismo.
Lo mejor:
La premisa es atractiva y original, y Ben Forster está convincente en un cambio de registro radical respecto a los personajes que acostumbra a interpretar.
Lo peor:
La película parece celebrar la patología neurótica de su héroe con un final redentor.
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