Crítica de "Juliette en primavera": una depresión ligera ★★ 1/2

Juliette hace fotografías a su padre abrazando al vacío o bailando solo para captar la expresividad de su cuerpo y trasladarla a las ilustraciones de un cuento infantil. “Juliette en primavera”, que está basada en la novela gráfica de Camille Jourdy, es una película muy atenta al registro de la gestualidad de sus personajes, como si en ella encontrara las reminiscencias de una realidad que, dibujada, abraza su calidez. A pesar de que la película se articula alrededor de la depresión de Juliette, y de cómo su visita a sus padres y hermana desbloquea ese trauma original que toda familia tiende a silenciar, a enterrar en el pasado, el tono es eminentemente ligero, pastoral, casi hedonista.

En realidad, lo más difícil de entender del personaje de Juliette es su estado de ánimo, insomne y bajo en calorías, porque la bonhomía tiende a rodearla, aunque la de su padre sea algo fría e indiferente, la de su madre más bien tensa e histriónica, la de su nuevo interés romántico sea suave y empática, y la de su hermana peluquera, cuyas escenas con su amante en el invernadero tienen una sensualidad muy enérgica, sea lo suficientemente poderosa como para protegerla sin excusas.

Esa ligereza en el tono acaba por ser la principal virtud y defecto del filme: por un lado, atraviesa nuestra mirada como una brisa de provincias, con el aroma de un campo en plena polinización, pero permanece poco en nuestra memoria, se dispersa con facilidad, no parece tomarse demasiado en serio sus tragedias, y entonces lo que aprende Juliette, lo que se lleva consigo de ese viaje (no casualmente una foto, que tal vez inspirará un nuevo dibujo), sabe a poco.

Lo mejor:

Las escenas de sexo en el invernadero y las de Juliette dibujando.

Lo peor:

Es tan ligera que deja poco poso, es efímera y epidérmica.