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Estreno

Crítica de "El reino animal": sueños de hibridez ★★★ 1/2

Dirección: Thomas Cailley. Guion: Thomas Cailley y Pauline Munier. Intérpretes: Paul Kircher, Romain Duris, Adèle Exarchopoulos, Tom Mercier. Francia, 2023. Duración: 130 minutos. Drama distópico.

Un fotograma de "El reino animal"
Un fotograma de "El reino animal"Imdb

“El reino animal” no tarda en plantear todos los temas que le interesan, que son muchos, quizás demasiados para una sola película. Como marco general, Thomas Cailley dibuja un escenario distópico que podría estar a la vuelta de la esquina: en un mundo como el nuestro, que ha pasado por una pandemia, imagina un nuevo virus, que transforma, de forma aleatoria e inexplicable, a algunos humanos en animales.

Ese escenario, afín a las fábulas ecotraumáticas que han proliferado en las últimas décadas (desde “El incidente” hasta “The “Snowpiercer”), provoca un par de preguntas que orbitan sobre el relato: ¿Cailley utiliza esa mutación como metáfora del odio al diferente? ¿Cailley se cuestiona cómo sería una sociedad donde tuviéramos que convivir con criaturas híbridas, post-humanas? Suficiente para una sola película, si no hubiera varios marcos particulares entre esos interrogantes: un ‘coming-of-age’ en toda regla, en el que el virus es la manifestación hormonal del paso a la edad adulta, con todos los ritos de paso de una película ‘teen’; una conmovedora historia de amor paternofilial; una aventura de superhéroes en proceso de formación…

A veces “El reino animal” no parece decidirse por ninguna de estas opciones, abrazándolas al mismo tiempo. En esa ambición no siempre sale victoriosa: aunque el relato se centra en Emile (notable Paul Kircher) y en el proceso de aceptación de sus metamorfosis, la película es más hermosa cuando enfrenta al joven a los miedos de su padre (excelente Romain Duris), a su ansia por protegerlo de un sistema que encierra en ghettos a los humanimales, que cuando le mezcla con los de su especie en un frondoso bosque, momentos en que la película despliega las alas de los efectos digitales y alarga en exceso sus espectáculos. Es en la distopía íntima del apoyo al ‘outsider’ que volamos con ella.

Lo mejor:

El emocionante retrato de una relación paternofilial puesta a prueba por un virus distópico.

Lo peor:

La subtrama de Emile con el hombre-pájaro del bosque.