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Estreno

Crítica de "Tres kilómetros al fin del mundo": la Europa de la intolerancia ★★★

Dirección: Emanuel Parvu. Guion: Emanuel Parvu y Miruna Berescu. ‎Intérpretes: Bogdan Dumitrache, Ciprian Chiujdea, Laura Vasiliu, Valerriu ‎Andriuta. Rumanía, 2024. Duración: 105 minutos. Drama.‎

Un fotograma de "Tres kilómetros al fin del mundo"
Un fotograma de "Tres kilómetros al fin del mundo"Imdb

En una aldea remota en el delta del Danubio se siente, ciertamente, que estamos ‎a los pies de algo que se acaba: si la tierra fuera plana, ese sería el último ‎precipicio. Nos situamos, no obstante, en Rumanía, en un país que pertenece a ‎la Comunidad Europea, pero en un lugar que parece regirse por códigos éticos ‎de otro siglo, en los que no se sabe qué es peor, que tu hijo sea víctima de una ‎agresión homófoba o que confiese que es homosexual.

“Tres kilómetros al fin ‎del mundo” es una película de “tema”: aunque siga a rajatabla los capítulos ‎principales del manual de estilo del Nuevo Cine Rumano -realismo ‎observacional, plano largo y general, trabajo con el espacio- evitando su ‎radicalidad, lo que más le importa a Emmanuel Parvu, que ha trabajado como ‎actor en filmes de Cristian Mungiu o Calin Peter Netzer, es denunciar una ‎situación insólita en un país que pretende haber olvidado sus hábitos más ‎oscuros.

Existe esa tensión dramática tan típica de las películas rumanas: aquí ‎lo que se rompe es la institución familiar, sometida a las presiones del qué dirán ‎‎-los villanos son los hijos del cacique del pueblo- y a la del fundamentalismo ‎religioso -el exorcismo en forma de terapia de conversión-. Eso sí, a veces ‎Parvu está tan atareado con el retrato de esta Rumanía anclada en la represión y ‎las corruptelas que se olvida un poco de su protagonista, diluido en la tragedia ‎de un entorno capaz de sacrificarlo en aras de mantener un podrido status quo.‎

Lo mejor:

Nunca está de más que el cine te descubra que, en algunos lugares de ‎Europa, existen infames homófobos que identifican la homosexualidad con la ‎posesión diabólica.‎

Lo peor:

El protagonista queda un tanto diluido, engullido por la ignominia del ‎entorno.‎