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Cine

Emmanuel Mouret: "El cine debe cuestionar la moralidad de su época"

El director francés estrena "Crónica de un amor efímero", con Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne como protagonistas de una aventura amorosa tan adulta como pasajera

Emmanuel Mouret, director de "Crónica de un amor efímero"
Emmanuel Mouret, director de "Crónica de un amor efímero"LA AVENTURALA AVENTURA

La carrera del director francés Emmanuel Mouret es una de esas complejas, completas y sinuosas que, siempre desde el mismo lugar de cuestionamiento, se atreven a explorar lo recóndito de la moral y la ética. Casi siempre desde el chico-conoce-chica, pero casi nunca desde el cliché, el realizador se ha construido un cuerpo cinematográfico lleno de paseos emblemáticos, besos emocionales, culpables y arrebatadores y, claro está, encuentros y desencuentros desde lo afectivo, lo sexual y lo romántico. Ese cine, tan autoralmente propio, alcanzó su clímax en la celebrada "Las cosas que decimos, las cosas que hacemos" (2020), que alcanzó a aplaudirse antes de que nos pasara por encima, y por segunda vez y ola, la pandemia. Tiempo después, Mouret repite con Vincent Macaigne en el reparto, sumándole ahora la experiencia de Sandrine Kiberlain a la pareja protagonista, y estrena la delicada "Crónica de un amor efímero".

El director, que paseó primero su película por Cannes y atendía a LA RAZÓN a su paso por el Festival de Cine de Gijón, cuenta aquí la historia de una aventura, un "affaire" de los de toda la vida, pero alejándose de los esquemas clásicos. Simon (Macaigne) es un hombre casado, satisfecho y realizado, pero enamoradizo, débil de ánimo en verdad, que conoce a Charlotte (Kiberlain), madre soltera y mucho menos anquilosada en lo social. Construida, en cierto modo, como un encuentro entre una alfa y un beta, si es que esa terminología tiene algún sentido en el preciosista cine de Mouret, "Crónica de un amor efímero" es una película extraordinaria en su manejo de los tiempos, los diálogos y la puesta en escena, una pequeña delicia, accesible pero del todo autoral. Con su director, en charla sin cronómetro, sobre la moralidad y la ética de la infidelidad, su uso de la luz o la construcción de intimidad en un cine cada vez más complicado de levantar.

"Crónica de un amor efímero", de Emmanuel Mouret, se estrena este viernes en cines tras pasar por el Festival de Gijón
"Crónica de un amor efímero", de Emmanuel Mouret, se estrena este viernes en cines tras pasar por el Festival de GijónLA AVENTURALA AVENTURA

PREGUNTA- Usted lleva décadas escribiendo buen cine, pero el éxito que alcanzó con "Las cosas que decimos, las cosas que hacemos" (2020) fue distinto, más holístico quizá. ¿Le suponía algún tipo de presión de cara a esta nueva película?

RESPUESTA- No demasiado, realmente. Cuando escribo una película, y cuando la ruedo, intento no pensar en eso. Sobre todo porque he tenido películas con suertes muy dispares. Me he acostumbrado a no pensar en esos términos (ríe). Y es que creo que la pasión debe ser la misma que cuando hacía cortometrajes y no pensaba ni en mandarlos a festivales, buscar el placer, realmente, en hacer la película. Por supuesto, es más placentero si la película se encuentra con el público, pero eso no depende de mí. Casi siempre es suerte.

-Esta historia, que no deja de ser un "affaire", en manos de otro director hubiera sido más oscura, más sombría, más dramática...

-Sí, exacto, esta película no está tan definida por su argumento como por su tono. Es en el tono donde encuentro realmente la materia para darle forma a la película. Historias de aventuras hemos visto muchas, pero quería hacer una sobre sentir de manera diferente las cosas. Sobre encontrarse en dos momentos vitales distintos y cómo eso afectaba a los personajes. La película, en realidad, trata sobre las decisiones, sobre lo que anhelamos y lo que evitamos. Y así va apareciendo el tono, claro, ayudado por la elección de los actores. En el caso de Sandrine Kiberlain y Vicent Macaigne, se trata de dos actores con mucho rango, capaces de ser muy graciosos y muy conmovedores

-Justamente aquí repite con Macaigne, pero quería preguntarle por su dirección de actores. ¿Cómo construye la intimidad que luego vemos en la película?

-Siempre repito con Macaigne, quizá por una cuestión de confianza. Jean Renoir decía que el 80% de la dirección de actores estaba en su misma elección. Muchas veces tardo muchísimo en elegirles, pero es precisamente para no tener luego que hacer casi nada. Hacer lo mínimo. No me gusta tanto la dirección de actores como la preparación de la puesta en escena. Cada vez más, en mis últimas películas, he estado haciendo planos cada vez más sofisticados, y eso me ha llevado a trabajar con los actores casi como un coreógrafo. Con tantas indicaciones técnicas, muchas veces me dicen que se les olvida pensar en su propia actuación, y eso es lo que le aporta frescura al todo.

-Hemos hablado del cine desde lo autoral, pero quería preguntarle desde lo industrial. ¿Sigue habiendo futuro comercial para el cine de autor, como el suyo, o se reducirá a pequeños nichos?

-No lo sé, realmente. En los últimos tiempos se han dado muchas y muy grandes transformaciones. Y, además, la situación es muy diferente de un país a otro. Podemos mirar a Italia, por ejemplo, que durante décadas fue una potencia, un gran país de cine, y hoy en día el cine independiente allí ha sido casi borrado. Es mucho menos visible. En general, la producción de cine independiente es muy frágil, necesita apoyo. Hoy en día, los principales mecenas del cine independiente son los poderes público. En Francia, por ejemplo, el mantenimiento de la industria pasa por el fuerte apoyo público. Pero el futuro del cine independiente va más allá de eso, y tiene que ver con una cuestión social y educativa. Como cineasta, lo importante es filmar cueste lo que cueste. Y significarse políticamente, si es posible.

-¿Puede ser también una cuestión generacional?

-Recuerdo conversar con un vecino, que no tiene nada que ver con el cine, y contarle sobre las dificultades de levantar una película. Y él me decía que, de joven, solo veía ese tipo de cine porque era obligatorio. Si eras estudiante, es lo que tenías que hacer. Mientras que, en cuanto a la música, no teníamos ni idea y nos ceñíamos a lo "mainstream", a lo que llegaba a todo el mundo. Y es curioso que ahora los jóvenes se decantan por lo contrario. Apenas les interesa el cine independiente, pero están metidos de cabeza en la música, conocen sonidos de todo el mundo, les interesa de verdad. Este amigo me decía que es la juventud la que puede dar la vuelta a las cosas, de generación en generación. Espero que sea eso, y que en algún momento la juventud se aburra de las plataformas y del cine formateado.

-Desde que la película comenzó a verse en festivales, se alabó la fuerza de su guion. ¿Se puede escribir sobre moral y ética romántica sin aportar los propios juicios de valor?

-Lo que a mí me parece interesante, en verdad, no es responder a sino desarrollar las cuestiones morales. Quizá como los moralistas del siglo XVIII. No para juzgar, sino para cuestionar los usos y costumbres de un momento muy concreto. Me parece que el cine es un instrumento perfecto para interrogar sin sacar conclusiones. No obstante, sí creo que hay una ética como cineasta a la hora de mostrar, las elecciones que se toman, en cómo se abordan las relaciones con el otro. El cine es un arte sobre las relaciones. Cómo estar, cómo ir juntos. Y eso se organiza a través del guion y de la puesta en escena. De ese modo, el cineasta siempre se estará enfrentando a cuestiones éticas... y por lo tanto, políticas.

Sandrine Kiberlain (dcha.) y Vincent Macaigne en "Crónica de un amor efímero"
Sandrine Kiberlain (dcha.) y Vincent Macaigne en "Crónica de un amor efímero"LA AVENTURALA AVENTURA

-En su puesta en escena, hay un uso extraordinario de la luz. La luz, también, como elemento de dirección, para señalar y contar. ¿Es algo consciente?

-Totalmente. Y es algo que llevo trabajando muchos años con mi colaborador Laurent Desmet. De hecho, es ya nuestra novena película juntos. Son años de conversaciones, y artísticamente pensamos igual. Una película está hecha de muchos talentos reunidos y hay que darles crédito. Hay ahí también cuestiones de puesta en escena, con qué se muestra y qué no, que es lo que más me importa en el cine. El desplazamiento, el encuadre. Todo es una cuestión de elecciones, y a los dos nos encanta lo que no se muestra. Personalmente, me encanta el misterio que nace a plena luz del día. Es más complicado de lograr, creo, que lo que viene de un claroscuro, o de un lugar más obvio. Pero es una cuestión ya totalmente personal y de gustos.

-No es usted amigo de lo explícito, claro, pero hay en su película muchas escenas de intimidad. ¿Qué opinión le merece la figura del coordinador de intimidad? ¿Lo ha usado, lo usará en algún momento si se lo piden?

-Nunca he hecho escenas explícitas, como sabes, pero cuando me cuentan o leo sobre ciertos comportamientos y abusos, comprendo perfectamente que exista esa figura. Y que cada vez esté más presente. Pero no tengo realmente más comentarios, porque me parece ajena a mi forma de hacer cine. Es una lástima que sea necesario, pero lo es, en una época de señalar esos comportamientos lamentables. A mí no me gusta llegar a ese lugar, porque me incomodaría como director pedirles eso a mis actores, pero quizá con alguien así en el rodaje sí me atrevería. Me daría seguridad y, sobre todo, no me parecería tan abrupto. En cualquier caso, es una ayuda y un elemento muy positivo, incluso para los que no creo que lo usemos en el corto plazo.