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"La calle no es solo C. Tangana"

Los que fueran parte de La Cabra Mecánica y Pereza amplían su colaboración con «Mesa para dos», un trabajo de dos músicos para los que estar de vuelta no es dejar de creer en la música

Rubén Pozo (izda.) y Miguel Ángel Hernando, Lichis, publican «Mesa para dos»
Rubén Pozo (izda.) y Miguel Ángel Hernando, Lichis, publican «Mesa para dos»larazon

Los que fueran parte de La Cabra Mecánica y Pereza amplían su colaboración con «Mesa para dos», un trabajo de dos músicos para los que estar de vuelta no es dejar de creer en la música

Los dos, ya se sabe, conocieron las mieles de la popularidad. Los dos nacieron en Barcelona pero los dos se criaron en Madrid y los dos siguen lo que les dicta el corazón para volver a empezar, casi de cero más cero igual a dos, con un proyecto conjunto que promete y que seguro que dará más frutos. “Mesa para dos” es un EP que dice que “si el mañana es un banquete al que no estamos invitados, hoy tenemos mesa para dos”.

-El disco dura poco.

-Rubén: Sí, pero aunque fuera más largo, en estos tiempos, dura poco. Sacas un disco doble y en una semana ha desaparecido. Te dicen, ¿y lo nuevo?

-Es cierto, pero, habiendo dos cabezas pensantes y seis canciones, han estado cicateros.

-Lichis: hombre, el EP estaba en el origen de la industria discográfica, cuando el oyente tenía un gusto muy variado, como ahora.

-Llegada una edad es difícil encontrar pareja incluso artística. ¿Qué tal fue empezar con alguien cuando uno tiene ya sus manías?

-R.: yo soy más difícil, muy maniático y estoy muy revenido. Tengo mi mierda que me huele bien. Y Lichis me ha ayudado mucho, me ha lanzado estrofas y para mi es un honor porque le tengo en el altar de los grandes.

-L.: a mí me pasa lo mismo. Mi mujer siempre me dice: “ves más verde el césped del vecino”. Creo que cada uno sentía la sombra del otro en el cogote. Ha habido de todo, algunas canciones a medias, otras individuales y alguna de venga tio, que está muy bien, p'alante.

-¿Afloran nuevas o son las inseguridades de siempre?

-R.: es que en este trabajo hay mucho bicho de ese. Grabas algo e imaginas cosas que la gente no va a pensar en la vida y te cuesta años escuchar una grabación tuya.

-L.: la canción es como el reflejo tuyo en el escaparate. Vas por la calle, te miras, metes barriga aunque no haya nadie y te colocas el peinado como sabes que te queda bien. Quieres causar buena impresión, pero en el fondo hay inseguridad porque muestras una parte de ti muy íntima, porque las canciones salen de ahí. O al menos en nuestro caso, que somos dos tipos muy a tumba abierta. Quieres que te quieran como eres y eso está muy bien. Pero si esperas que la persona con la que vives no se vaya de casa, vas a tener que cortarte las uñas de los pies, ponerte la camisa limpia y dar una imagen. Y la canción es ese reflejo.

-¿Y el éxito que es? Porque lo tuvieron y casi empiezan de cero. ¿Es una liberación una jodienda?

-R.: Es la vida. El trayecto de la montaña rusa. Subes, bajas con la inercia y te haces dos “loopings”. Somos músicos y nos encanta tocar en directo, somos adictos al aplauso. Lo hemos probado y es muy difícil salir. Pero hay conciertos mágicos ante 17 personas en un pueblo que se recuerdan años.

-L.: Mi carrera no empezó cuando, anecdóticamente, y en un tiempo pequeño de mi vida tuve un reconocimiento mayor. El 90 por ciento de ella la hago de espaldas al público. Nadie sabe que tengo mi grupo de blues ni las 150 bandas que he formado antes y durante la Cabra. Si mi carrera dependiera de la aceptación del público no hubiera durado ni un año, se habría terminado en el 87, cuando salía del Jimmy Jazz. Porque nadie quería escuchar lo que hacía. Mi trabajo es la creatividad, el éxito es circunstancial.

-Cantan sobre ello en “Canciones malditas”

-L.: ¿Qué es el éxito? Éxito tiene la que sale en “Gran Hermano”, que se ha acostado con un torero.

-Habla del oficio.

-L.: Eso hará que, cuando las cosas te vengan mal dadas, no pienses que has deperdiciado tu vida. Y sigas sintiéndote orgulloso. Yo tuve éxito y dije basta. Porque de la industria me fui yo, no me echó nadie. Y pagué las consecuencias.

-Loquillo les inspira un tema.

-L.: Es que ahora parece que todo tiene que ser exitoso y joven. Parece que la calle es solo C. Tangana, y no. Nos encanta C. Tangana, pero la calle es la señora que va a comprar la verdura para hacerle un potaje a su hijo que está en el paro. Eso es calle. El 90 por ciento de la población ha visto cómo se han caído sus sueños, cómo las esperanzas de futuro se han acabado, no solo en gente joven sino de mi edad. De 50 años. Esa canción tiene humor, que es la venganza refinada del perdedor. Reconocer la fragilidad, no pasa nada. No somos capaces de todo, las mierdas de los libros de “coaching” son pura basura.

-¿Eso mueve las canciones del disco?

-L.: Son el reflejo del tiempo, desde una óptica amable. Hacer canciones es la venganza de “working class hero”. Pero en plan “majeta”. Es decir, mi realidad es igual que la tuya. Yo hago canciones, tú pones ladrillos, el otro sirve hamburguesas. Estamos en el mismo barco. Ahora todos somos músicos, bienvenidos a la incertidumbre.

-¿Esa es la realidad social?

-R.: Antes había contratos... ¿cómo se llamaban? Indefinidos... y pensiones... Ahora estamos vendidos. Los políticos que tendrían que arreglar esto porque para eso les elegimos deberían distribuir los impuestos pero les bailan el agua a una élite a los que se la sudamos. Puede que siempre haya sido así, pero ahora han dejado de disimular. Hemos rescatado a los bancos. No nos han dado ni las gracias en un comunicado: “Ciudadanos españoles, gracias”. Ni las putas gracias.

-Le cantan al Nudo Sur.

-L.: Llevo cogiendo cercanías unos años con mi hijo y trataba de reflejar una realidad de la que no se hace cargo ni la izquierda ni la derecha. La derecha gobierna para la clase exclusiva y la izquierda ha perdido el horizonte donde acaba Ciudad Universitaria, por ejemplo, en Madrid. Y mira, el carácter madrileño ya no es la ciudad, es Móstoles, Fuenlabrada, Pinto, Alcorcón, y los autónomos y las chonis de las que se ríen tanto pero que van a sacarse la carrera en tren. A las familias se las ha expulsado de las grandes ciudades mientras dejan entrar casas de apuestas. Y por eso hay gente que no se ve reflejada en ningún discurso, ni de la derecha ni de la izquierda. Y son la mayoría. Pero el día que bajemos al centro se van a cagar, porque somos millones.