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¿Fue Rosario Weiss hija de Goya?

La Biblioteca Nacional inaugura una muestra de los dibujos de la artista, una de las alumnas aventajadas del maestro de Fuendetodos y académica de mérito en Bellas Artes de San Fernando

¿Fue Rosario Weiss hija de Goya?
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La Biblioteca Nacional inaugura una muestra de los dibujos de la artista, una de las alumnas aventajadas del maestro de Fuendetodos y académica de mérito en Bellas Artes de San Fernando.

La carrera profesional de Rosario Weiss (Madrid, 1814-1843) fue breve. No obstante se conserva un importante número de obras. «En el catálogo hay 166 dibujos, además de 42 estampas y unas cuantas pinturas que no llegan a la decena», confirma el comisario de la muestra dedicada a la artista, Carlos Sánchez Díez, en la Biblioteca Nacional y que ha sido posible gracias a la colaboración entre esta institución, el Museo Lázaro Galdiano y el Centro de Estudios Europa Hipánica. Dibujante de excepción, suyos son retratos que ahora se podrán en Madrid a partir de mañana protagonizados por Mesonero Romanos, Guillermo Weiss, Larra, Zorrilla y Goya, de quien dibuja uno de los más conocidos de su obra.

Muchos han sido los rumores que atribuían la paternidad de la joven al de Fuendetodos, sin embargo, el comisario asegura que «no existen pruebas para confirmarlo; yo creo que no, pero lo que realmente importa es que el pintor la quiso como si fuera una hija». En una carta enviada a su madre, Leocadia, «se refiere a ella como ‘‘mi Rosario’’ y en otra que le escribe a su amigo Ferrer le pide que la trate como si fuera su hija». Lo cierto es que tras la separación de sus padres, su madre se trasladó a vivir hacia 1820, en compañía de sus dos hijos menores, Guillermo y Rosario, a la Quinta del Sordo, donde residía Goya. La niña, que desde joven ya demostró aptitudes para el dibujo, tuvo un maestro de excepción casi desde al cuna, pues el aragonés le ensañaba al tiempo que la niña aprendía a leer, cómo dibujar o incluso la manera de completar dibujos que él había iniciado y que ahora pueden verse en esta exposición. El propio pintor, en una carta a su amigo el banquero Joaquín María Ferrer, fechada en noviembre de 1824, describía así a su pupila: «Esta célebre criatura quiere aprender a pintar de miniatura, y yo también quiero, por ser el fenómeno tal vez mayor que habrá en el mundo de su edad hacer lo que hace; la acompañan cualidades muy apreciables como usted verá si me favorece en contribuir a ello; quisiera yo enviarla a París por algún tiempo, pero quisiera que usted la tuviera como si fuera hija mía ofreciéndole a usted la recompensa ya con mis obras o con mis haberes; le envío a Usted una pequeña señal de las cosas que hace...» Una lástima que el destinatario jamás contestara a la misiva de Goya y éste se decidiera a poner a la niña en manos de del pintor Antoine Lacour.

«Son obras muy interesantes por mostrar sus comienzos, lo que no es demasiado común, por conservar composiciones, trazos e ideas de Goya y por ilustrarnos, al tiempo, sobre una faceta poco conocida del pintor aragonés, profesor de dibujo en un ámbito familiar», asegura Sánchez Díez. Las enseñanzas del maestro fueron fundamentales; no obstante, su traslado a Francia le sirvió para asentar los conocimientos aprendidos y poner en práctica los nuevos, pues allí comenzará a utilizar el trazo preciso, limpio y realista que predominaba en aquel tiempo en Francia, «a la manera de Ingres, y que será la base del estilo qu ella desarrolló posteriormente en Madrid a partir de 1833», señala el comisario.

Obra alabada

Así, de esta etapa bordelesa se pueden ver expuestos ahora un conjunto de dibujos y litografías, fundamentalmente retratos y algunos paisajes. No pasó su obra desapercibida para críticos como Pedro de Madrazo y José Musso y pintores como Antonio María Esquivel la elogiaron. En 1840 fue nombrada académica de mérito por la pintura de historia en la Academia de San Fernando. Acabó sus días de una manera trágica, pues según consta en el informe médico falleció de un ataque de pánico al presenciar una revuelta popular a la salida de sus clases de canto con motivo de la caída del general Espartero como regente, aunque su necrológica achaca su fallecimiento, a los 28 años, a una dolencia de índole intestinal.