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Gianrico Carofiglio: «La mentira es uno de los grandes males de la política de hoy»

El escritor, que fue magistrado en Italia, publica «Rencor», la segunda parte de la saga policiaca dedicada a su detective Penelope Spada

Gianrico Carofiglio
El escritor Gianrico CarofiglioGonzalo PérezLa Razón

  Gianrico Carofiglio lo dice sin reparos. «Penelope es como Buck, de "La llamada de lo salvaje", un perro asilvestrado, esta vez por la sociedad». Ella es la protagonista de una serie policiaca muy personal, con una identidad muy marcada y con un pasado oscuro que asoma en «Rencor» (Duomo), la segunda parte de esa saga. «Es un personaje ético, pero no respeta las reglas, aunque tiene conciencia de esa imperfección. La cuestión no son solo las normas, sino tratar de comprender la naturaleza ética de los comportamientos, interrogarnos sobre nuestros actores, la percepción que tienen los demás de nosotros, reflexionar por qué hacemos determinadas cosas y acometemos ciertas acciones. Es muy ético no respetar ciertas reglas», comenta el autor, que triunfó con «La disciplina de Penelope», título de la primera entrega. Ahora regresa con un caso que gira sobre la muerte de un personaje poderoso que abrirá unos círculos de investigación que también supondrán una indagación de la propia detective. Un ejercicio de mirarse en el espejo, admitir las equivocaciones y afrontarlas.

Estamos atrapados en estereotipos, se dice en su novela.

No hay otro modo de afrontar la vida. Los estereotipos, las etiquetas, son instrumentos elementales para comprender el mundo y las complejidades que lleva consigo. Por eso solemos poner etiquetas, aunque nos cerremos a entender en un principio determinadas cosas. La etiqueta es como un ansiolítico, que calma y tapa oportunamente los ojos. Pero solo si es por un tiempo.

Es una novela sobre la importancia de los errores.

Es medular eso, apuntaría. Es quizá lo más importante de todo. Nosotros debemos tener una ética del error. Nuestra sociedad está animadas por la perfección, pero es una visión torcida de la infalibilidad, de no creer en la posibilidad de caer en una equivocación. Los políticos importantes han cometido errores y escuchando a alguno de ellos que es testarudo, habla de virtudes cuando en realidad habla de errores. Pero yo mismo cometo errores. Hay que tener la capacidad de admitirlo, de aceptar la idea de que estamos equivocándonos continuamente y, a la vez, reconocerlo. Un jefe mafioso de hace unos cuantos años, cuando tenía un colaborador que le daba la razón más de tres veces, lo echaba, porque los colaboradores, los equipos, están para evitar y corregir los errores, no para aplaudir.

"La ética del error es una pieza fundamental de la ética personal"

Gianrico Carofiglio

¿Entonces?

La ética del error es una pieza fundamental de la ética personal y colectiva, y es connatural a la democracia. La democracia es el sistema de gobierno que refuta las decisiones irrebatibles, como la pena de muerte. El sistema es imperfecto y por tanto produce equivocaciones. Por eso es bueno un sistema que sea reversible, aunque castigue. Hay que aceptar la pluralidad y la idea de que el error forma parte de nuestras vidas.

La gente no quiere equivocarse.

No quiere la asumir la responsabilidad. La incapacidad para asumir las responsabilidades es una enfermedad. Pero la responsabilidad es la clave del compromiso político. Para mí, el indicador de la imbecilidad política es decir que "volvería hacer todo lo que he hecho". Es algo estúpido, porque por muy bueno que haya sido lo que se ha realizado, seguro que se han cometido errores.

En la política, en cambio, parece que da igual. De hecho, se ha institucionalizado hasta la mentira.

La mentira, y el victimismo siempre van de la mano. El político populista es mentiroso y cuando se le ataca dice que hay un complot, que se le viene atacando porque unas fuerzas oscuras están intentado pararle los pies. Esto lo vemos en Italia. Son dos de las grande males de la política contemporánea.

"Existe un riesgo de que la democracia gire hacia una democracia autoritaria"

Gianrico Carofiglio

La mafia ya no mata. Es un virus que ha mutado. Ahora infecta de otra manera. Esto se dice en el libro. También, que se ha infiltrado en las administraciones, la política y los poderes públicos, incluido el judicial.

Los mafiosos matan menos porque han entendido que no les conviene. En las cárceles están los mafiosos más peligrosos porque las investigaciones y procesos han sido útiles, por eso. Pero las familias ahora están compuestas por personas más sofisticadas que han entendido que debe haber menos asesinatos. Pero también es verdad que ahora existen zonas de política italiana donde la política y la criminalidad están ligados. Esto es un problema para la democracia. Pero hoy los riesgos más grandes para la democracia no son la relaciones con estas organizaciones sino que proviene de esa política que estriba en la manipulación. Esto es lo que la pone en peligro, porque el crimen que se infiltra, puedes atacarlo, pero el discurso de manipulación y de la verdad alternativa, contada por la política populista, es demagogia.

Las guerras actuales acentuarán el rencor, otro de los temas de su novela.

El rencor me interesa mucho. El individual, que es el del libro, y el colectivo, que es una de las enfermedades de nuestra sociedad. Es el sentimiento de quienes están en los más bajo de la pirámide social y no pueden escalar. Eso genera impotencia, enfada, provoca rencor y ese rencor es la gasolina del populismo. Es uno de los problemas de la política actual. Por eso una de sus obligaciones es desactivar el uso demagógico que tiene el rencor en nuestros países. El populismo no quiere que nos liberemos de la frustración o el miedo, sino que nos quedemos encadenados a ellos. Hay que identificar ese rencor para no usarlo, no enfatizarlo, y, en cambio, hacer nuevas propuestas de futuro que permitan cambiar el rencor y arrinconarlo. Ahora Trump amenaza con presentarse y España se ha salvado por los pelos. El populismo es mediocre y es destructivo. Existe un riesgo de que la democracia gire hacia una democracia autoritaria.