¿Por qué la Armada española no tiene destructores y sí fragatas? ¿cuál es la diferencia?
La Marina de nuestro país ha optado por las fragatas, al igual que otros países como Francia, Italia o Alemania, aunque no difieren mucho de los destructores actuales
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Los dos últimos siglos han sido duros para la Armada española. Tras la derrota de Trafalgar se han venido sucediendo una serie de hechos históricos que han ido restando potencial y medios a la flota militar de nuestro país: la Guerra de la Independencia contra Francia, el proceso de independencia de las colonias de América, la Guerra de Cuba o la propia Guerra Civil. Sin embargo, en el último medio siglo han sido enormes los esfuerzos por modernizar la flota y por contar con tecnología propia para construir nuevos buques. Así, la Armada española puede volver a presumir de estar entre las potencias navales del mundo, lejos de gigantes como Estados Unidos, Rusia o China, pero no lejos de Francia y Reino Unido. De hecho, España está en el “selecto” club de la docena de países que cuentan con al menos un portaaviones.
Sin embargo, si repasamos las unidades que componen actualmente la flota española, llama la atención la ausencia de destructores o de cruceros, los mayores buques de guerra si exceptuamos los portaaviones y que sí están presentes en otros países, como Estados Unidos, Japón, China o Rusia. También tiene Reino Unido, con seis destructores de la clase Daring, usados por la Royal Navy para una amplia gama de tareas, desde cazar piratas hasta defender a la Flota de ataques aéreos o proporcionar ayuda humanitaria. De hecho, son la columna vertebral de la Armada británica.
Sí que han existido numerosos destructores en la Armada española a lo largo del pasado siglo, aunque, sobre todo a partir del fin de la II Guerra Mundial, en casi todos los casos se trató de buques “de segunda mano” de la USS Navy, que tras finalizar el gran conflicto tenía un enorme excedente de este tipo de buques, hasta el punto que dio de baja muchos de ellos y otros los usó como blancos para sus ensayos nucleares.
España recibió una decena de estos buques en dos tandas, denominados clase Lepanto y clase Churruca y, paralelamente, se inició un ambicioso programa “patrio” para construir otros nueve de la clase Oquendo, aunque finalmente solo se hicieron tres, el último de los cuales, el “Marqués de la Ensenada”, estuvo en servicio hasta 1988.
Entonces, ¿por qué España ha dejado de tener destructores?
En realidad, no se trata de una respuesta sencilla. Países de nuestro entorno como Francia o Italia han apostado también por las fragatas como unidad principal de combate y han desechado los destructores o los cruceros. Pero, en muchos casos, estamos hablando más de la denominación de los barcos que de sus propias características, pues las fragatas españolas, por ejemplo, tienen capacidades muy parecidas a las de los destructores de la USS Navy y, de hecho, las fragatas españolas de la clase “Álvaro de Bazán”, las más modernas de la Armada, están inspiradas en los estadounidenses de la Clase Arleigh Burke, de los que hay cerca de 70 en servicio.
Viendo las características de uno y otra, no distan demasiado: frente a los 154-155 metros de eslora del primero, la fragata española tiene 147, y la manga es idéntica (18 metros), aunque el modelo hispano tiene un desplazamiento menor. En comparación, por ejemplo, con las fragatas francesas o italianas, la clase “Álvaro de Bazán” es de mayor tamaño y potencia que ambas (a excepción del modelo antiaéreo “Horizon” de la marina gala).
Tampoco son muy distintas las fragatas españolas de los mencionados destructores británicos, con 152 metros de eslora y 30 nudos de velocidad, casi idéntica a los 29 de la “Álvaro de Bazán”, aunque en la capacidad de desplazamiento gana el buque de la marina de Su Majestad: 7.350 frente a 5.800.
Es más, este modelo de fragata, más concretamente del diseño de la Cristóbal Colón (F-105), construido por la naviera española Navantia, ha sido exportado a otros países como Australia, que cuenta con tres unidades pero han sido denominados destructores clase Hobart, pese a ser una copia de las “Álvaro de Bazán”, incluido el sistema de defensa Aegis.
Con todo, la característica más importante de estos buques es el sistema de combate AEGIS, que incluye el radar multifunción SPY-1D, capaz de detectar amenazas en las difíciles condiciones ambientales características de las aguas costeras, y proporciona la potencia de fuego necesaria para combatidas. De hecho, son los primeros buques de guerra europeos con este sistema que puede detectar y seguir más de 90 blancos móviles y dirigir los proyectiles antiaéreos y de superficie.
Además, son los primeros buques españoles con el nuevo casco de protección balística de acero de alta resistencia. Completa su protección con motores montados sobre piezas elásticas, que no transmiten ruido al casco, por lo que son más difícilmente detectables por submarinos. Las F-100 están equipadas también con sistemas de contramedidas y guerra electrónica Indra Aldebaran, de diseño y fabricación española, y un sistema acústico antitorpedos AN/SLQ-25A Nixie.
Estos barcos llevan un helicóptero embarcado, el LAMPS Mk III, dotado de modernos sensores y armas que permiten la detección y, en su caso, el ataque a buques de superficie y submarinos por fuera del alcance de los equipos del buque.
Y, más allá de estos ejemplos concretos, sobre el papel, ¿qué características debería tener una fragata y un destructor y cuáles son las principales diferencias entre uno y otro?
Las fragatas actuales, según la propia Navantia, “son barcos diseñados para alcanzar los objetivos estratégicos de la defensa nacional de cualquier nación en el siglo XXI. Sus capacidades antisuperficie, antisubmarinas y especialmente antiaéreas hacen de este buque la plataforma fundamental para garantizar la defensa y el control de todas las zonas bajo la soberanía de un país. Adicionalmente, son una herramienta indispensable en la política exterior de la nación, actuando tanto en operaciones de conflicto, como en misiones de paz y humanitarias, así como en el cumplimiento de las resoluciones de la ONU”.
Destacan por sus elevadas capacidades y la flexibilidad para operar tanto en zonas costeras como en alta mar que pueda actuar como buque de mando y control en operaciones con flotas aliadas, proporcionando la cobertura necesaria.
Aunque sobre el papel más pequeña que los destructores, en muchos casos, como hemos visto, son prácticamente idénticos, y desempeña el papel de buque de guerra (pueden tener funciones antiaéreas, antisubmarinas o multimisión), pero también de escoltar de barcos más grandes como un portaaviones, por lo que son muy versátiles y se adoptan a cualquier circunstancia. Asimismo, se trata de un buque pesado, pero su tonelaje oscila mucho. En un convoy, una fragata desempeña el papel de un buque insignia.
Más grandes que las fragatas (desplazan hasta 10.000 toneladas) son también más costosos, razón por la que muchos países han optado por sustituirlos por la versatilidad de la fragata, que cumple la función del destructor y, al mismo tiempo, la de un buque más pequeño y manejable. Sobre el papel, tienen la capacidad de proteger a otros buques de la marina y su armamento suele ser más completo y letal. Los misiles guiados son las principales características de ataque de los destructores, pero como hemos podido ver, las fragatas también los pueden incorporar.
Además de fragatas y destructores, países como Estados Unidos o Rusia disponen también de cruceros, grandes buques que llevan a cabo guerra anti-aérea/anti-misil, guerra de superficie y guerra antisubmarina, en operaciones de ataque de forma independiente o como miembros de una fuerza operacional más grande. Los modernos cruceros con misiles guiados se desarrollaron por la necesidad de contrarrestar la amenaza de misiles antibuque.
Actualmente, solo Estados Unidos (22) y Rusia (9) mantienen cruceros en sus flotas.