El cómic que desveló las atrocidades nazis por primera vez
Un investigador holandés ha descubierto las viñetas realizadas por August M. Froehlich, estadounidense que desveló al mundo los sufrimientos de los judíos cuando aún no había fotografías
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Ante la dificultad de comprender por qué el horror no se frenó, cabe destacar que apenas se conocía qué estaba pasando, por estar oculto o previamente maquillado por parte del poder. El terror del Holocausto judío, los crímenes acontecidos en campos de concentración y las masacres realizadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial supusieron una auténtica sorpresa para todos los países del mundo cuando salieron a la luz. No obstante, las atrocidades no se desvelaron tan temprano, saliendo la primera pista en 1944, gracias al estadounidense August M. Froehlich.
Aún no había fotografías que expresaran con detalle los sufrimientos que se vivían en los campos de concentración, por lo que Froehlich decidió combatir dicha ignorancia a través de su mano alzada. Dibujó en un cómic las locuras nazis, ayudado por las noticias soviéticas publicadas tras la entrada del Ejército Rojo en el campo de exterminio de Majdanek (Polonia). Ahora, estas viñetas han sido halladas por un investigador holandés, Kees Ribbens -historiador del Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio de Amsterdam-, quien ha descubierto la que hasta ahora sería la primera representación existente de una cámara de gas nazi, “en forma de tira cómica”.
El cómic, formado por seis paneles, explica Ribbens que se lanzó por primera vez como parte de un panfleto, en enero de 1945, y bajo el título “El historial sangriento de las atrocidades nazis”. Esto “constituyó un intento notablemente temprano de visualizar la espantosa realidad de los campos de exterminio como proceso de destrucción”, explica el experto. Unas caricaturas, además, escalofriantes, pues si bien la historia no carece de espanto, a estos dibujos no les falta detalle: muestra un tren lleno de prisioneros, desembarcando en un campo y siendo asesinados, así como varias viñetas dibujan a judíos desnudos, incluidas mujeres y niños, gaseadas e incineradas. Otro panel muestra a unos nazis usando martillos para salvar los dientes de oro de las víctimas.
Explica Ribbens a la publicación “Haaretz” que “no tengo conocimiento de ningún ejemplo anterior en forma de cómic que presente las cámaras de gas y el proceso que siguió a eso, como sacar los dientes de los cadáveres y quemarlos. Puedes ver escenas dentro de los campos de concentración en los cómics en los Estados Unidos [durante ese período] pero por lo general se trata a los campos como prisiones muy malas”. Por el contrario, apunta que este cómic es “una especie de llamada de atención para detener todo el fenómeno del genocidio”. Los campos de concentración aparecieron en otros cómics de los años 40 y 50, en un intento de concienciar a la opinión pública estadounidense de los crímenes nazis, pero nunca tan explícita y duramente como lo hizo Froehlich: el olvidado artista, entonces de 60 años, dejaba poco a la imaginación.
A pesar de la ausencia de imágenes gráficas de lo que ocurría en esos campos, Froehlich registró en seis ilustraciones de “El desfile nazi de la muerte” (“Nazi Death Parade”, en inglés) cómo los judíos eran perseguidos, humillados y asesinados. “Lo que ilustra es que ya en 1944, la gente en el mundo libre sabía lo que estaba pasando en los campos de concentración de Europa. Había algunas informaciones a partir de diciembre del 1942, pero eran textos, y esta era la primera vez que un autor de cómic hace más o menos algo imaginable de lo que ocurrió en la etapa final del Holocausto”, añade Ribbens.
Aunque fue una atrocidad que se cometió desde principios -y, quizá, antes- de la contienda, “la conciencia de que se estaba produciendo un genocidio real no se generalizó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial”, recuerda el historiador. Los testimonios que venían desde los campos eran escasos y, muchas veces, se consideraban inconcebibles o poco realistas por lo inhumano de su contenido. Todo ello, sin mencionar la potente y sustentada propaganda nazi, que ocultaba todo error para idealizar todo valor inventado. Solo después de la liberación de Auschwitz, Bergen-Belsen y Dachau en 1945, la sociedad en Europa y Estados Unidos empezó a asimilar la impactante realidad.
El cómic había desaparecido por completo de la memoria colectiva y no estaba entre los documentos históricos de la época, pero Ribbens, que dio con el dibujo por casualidad, se pregunta ahora cómo había pasado desapercibido durante tantas décadas. Cree que quizá muchos lectores pensaron que este cómic “era demasiado horrible para ser verdad” o lo ignoraron porque el panfleto, y por tanto el cómic, estaba relacionado con “propaganda de izquierda”, puesto que Froehlich se inspiró en las crónicas periodísticas de un corresponsal ruso del Ejército soviético. “Existe cierto conocimiento de los cómics estadounidenses de la década de 1940 que muestran campos de concentración con nazis sádicos y sus víctimas, pero estas eran interpretaciones estereotipadas incompletas que no se basaban en informes de testigos”, agrega.