La amnistía que liberó a Lluís Companys tras las elecciones de febrero de 1936
El Gobierno de Manuel Azaña, surgido de una elecciones irregulares, tomó como una de las primeras medidas, una amnistía general de presos políticos
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El Frente Popular ganó las elecciones que se celebraron el 16 de febrero de 1936. A partir de ese momento se produjeron diferentes motines en varias cárceles y disturbios en las calles. La ciudadanía, supuestamente, reclamaba la amnistía de todos los presos. El 19 de febrero Manuel Portela Valladares estuvo al frente de su último consejo de ministros. Este creía que eran los miembros del Frente Popular los incitadores de aquellos disturbios callejeros. Cansado de todo aquello decidió dimitir. El presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, le pidió a Manuel Azaña que formara un nuevo gobierno. Este duró hasta el 10 de mayo, al dimitir Alcalá-Zamora y ser Azaña nombrado presidente de la República.
La primera decisión del nuevo gobierno fue hacerle caso al clamor popular. Por eso la Diputación permanente de las Corte, el 21 de febrero de 1936, aprobó la amnistía para todos aquellos que habían sido condenados cono consecuencia de la Revolución de Octubre de 1934. El documento decía: “Siendo inequívoca la significación del resultado de las elecciones a Diputados a Cortes en cuanto a la concesión de una amnistía por delitos políticos y sociales, en favor de la cual se ha pronunciado la mayoría del Cuerpo electoral, y tratándose de una medida de pacificación conveniente al bien público y a la tranquilidad de la vida nacional, en qué están interesados por igual todos los sectores políticos; de acuerdo con el Consejo de Ministros, a propuesta de su Presidente y previa la aprobación de la Diputación permanente de las Cortes, Vengo en disponer lo siguiente: Artículo único. Se concede amnistía a los penados y encausados por delitos políticos y sociales. Se incluye en esta amnistía a los Concejales de los Ayuntamientos del País vasco condenados por sentencia firme. El Gobierno dará cuenta a las Cortes del uso de la presente autorización. Dado en Madrid a veintiuno de Febrero de mil novecientos treinta y seis. Niceto Alcalá-Zamora y Torres. El Presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña Díaz”.
Con la aprobación de este decreto de ley, alcaldes y concejales fueron repuestos en sus cargos. Dicho de otra manera, desde octubre de 1934 a febrero de 1936 los consistorios habían funcionado con una gestora. Pero no acabó aquí la cosa. También se decretó que fueran readmitidos los trabajadores despedidos y los empresarios tuvieron que pagarles todos los salarios no percibidos desde octubre de 1934.
Pues bien, aquel 21 de febrero de 1921 se abrieron las puertas de las cárceles. Aquel día, según cifras oficiales, salieron unos 30.000 presos. Se calcula que salieron unos 3.000 políticos y unos 27.000 presos comunes. Entre todos ellos estaba el depuesto presidente de la Generalidad Lluís Companys. Recordemos que se levantó, el 6 de octubre de 1934, proclamando el Estat Català de la República o, un estado independiente dentro de la República española. Una figura retórica que no significaba demasiado, pero tenía contento a los de ERC. A las pocas horas fue depuesto, juzgado con gran parte de su gobierno, y condenado a 30 años de cárcel. Desde aquel momento una gestora dirigió la Generalidad y poco después fue disuelta.
Al abrirse las puertas del Penal del Puerto de Santa María salió Companys y sus consejeros Comorera y Lluhí. De la cárcel de Cartagena salieron los consejeros Gassol, Rovira, Soler, Martí Barrera y Pere Mestre. Todos ellos empezaron una peregrinación de regreso a Cataluña. Por los pueblos que pasaron el recibimiento fue multitudinario. Ocurrió en Córdoba, Ocaña o Madrid. A Ocaña se desplazaron, para recibirlos los diputados catalanes Santaló, Tomás y Piera y Marial; los diputados socialistas Bugeda, Hernández Zancajo, Araquistain y Álvarez del Vayo; los diputados de Izquierda Republicana Carlos Esplá y Velao.
De Ocaña llegaron a Madrid, alojándose en el Hotel Palace. Aquí Companys negoció con el gobierno para que se restableciera la Generalidad. Manuel Azaña aceptó las peticiones de Companys. Con el tema resuelto, regresaron a Barcelona el 2 de marzo de 1936. El recibimiento fue espectacular. Miles de personas lo recibieron y vitorearon. Tomó posesión de su cargo y nombró, de nuevo, a los consejeros destituidos en su día. Un protagonista de primera mano de esos acontecimientos fue Josep Tarradellas. Sobre todo aquello escribió: “Yo estuve allí y lamento decir que aquel día el pueblo catalán se volvió loco, porque aquella jornada se echaron a la calle más de 2 millones de personas enfervorecidas y esquizofrénicas para aclamar al “mártir” Lluís Companys y sus Consejeros y reclamar la independencia. Fue algo increíble y para mí un disparate, sobre todo cuando alguien gritó ¡Muera España! y miles de voces corearon al alimón aquel grito, como si fuese la salvación de Cataluña y todavía más sorprendente que el repuesto Presidente se sumara al griterío con gestos de estar loco... ¡Mon Deu, fue el comienzo de mi viacrucis particular!, pues yo siempre pensé que Cataluña necesitaba de España, que era España, al igual que España necesitaba a Cataluña... Era el anticipo de lo que vendría después, la despiadada Guerra Civil, de la que es mejor ni hablar...”.
A partir de ese momento el partido Estat Català y el sindicalista FAI pidió que se persiguiera a las derechas por no haber apoyado el 6 de octubre de 1934, una reforma de la constitución para que encajara con las pretensiones de Cataluña, más autogobierno y promover la independencia. Unas reivindicaciones que no fueron atendidas al estallar, poco después, la guerra civil.