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El memorial de agravios catalanes presentados a Alfonso XII

El “Memorial en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña” le fue leído al rey Alfonso XII el 10 de marzo de 1885 por Mariano Maspons: no era una ruptura con España, sino todo lo contrario
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La Razón
  • César Alcalá

    César Alcalá

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En el año 1883 se organizó el Segundo Congreso Catalanista. La idea inicial era recopilar documentación relacionada con la lengua, el derecho, la industria y todo lo relacionado con la llamada “nación catalana”. Esta documentación querían divulgarla en el Parlamento español. El congreso fue organizado por el Centre Català que englobaba el republicanismo federal.
Una de las primeras ideas fue desvincular el catalanismo de todos los partidos políticos españoles. Los ahí reunidos durante el mes de junio de 1883 no superaron el centenar de personas. Uno de los ahí presentes, Valentí Almirall, propuso que el Centre Català se convirtiera en partido político con el nombre de Partido Catalán. Pidió, también, suspender el Congreso hasta finales de año. ¿Por qué? De esta manera se podría elaborar el programa político e ideológico para el nuevo partido.
Aceptaron la propuesta, pero nunca se convocó esas nuevas reuniones. El gobierno de Sagasta tenía la lista de todos los miembros del Centre Català y no permitía ningún movimiento raro en Cataluña. Cuando las aguas se calmaron se olvidó el tema de crear un partido político. El motivo era claro. Aquellos hombres quería revolucionar y cambiar la historia de Cataluña, pero no se querían meter en política. No les interesaba politizar el catalanismo. Esa no era su misión. Eso sí, presentaron la propuesta de crear partidos políticos de ámbito catalán y rehusar la obediencia a partidos de ámbito estatal. El Congreso puso de manifiesto la división del catalanismo entre los más progresistas y los más conservadores. Una división que hoy en día aún existe.
El federalista Josep Maria Vallès i Ribot propuso la redacción de una constitución del Estat Català dentro de la Federación española. Esta tampoco nunca se materializó. Todos llegaron a la conclusión de condenar la dependencia de la política catalana respecto a la española. Esto se traduce en no formar parte de partidos españoles, sino crear de propios. Teniendo en cuenta que no avanzarían más en el tema, acordaron redactar un escrito que reflejara las quejas de los catalanes.
Este escrito se conoce como “Memorial de Greuges o Agravios”. Existía el derecho constitucional a dirigir peticiones a la Corona. Por eso entidades económicas, políticas y culturales decidieron elaborar este memorial. Dos eran los puntos que más molestaban a la burguesía catalana. En primer lugar los convenios comerciales con la Gran Bretaña y, en segundo lugar, el intento de unificar el derecho civil.

Proteger los intereses

Además reivindicaban la lengua catalana, que Cataluña había entrado en decadencia desde los Reyes Católicos, y el maltrato sufrido por parte de Felipe V. Ahora bien, los dos puntos esenciales eran los convenios y el código civil. La burguesía catalana, dueña de la industria, aplicaba el código civil catalán, porque le era más favorable. La unificación les perjudicaba. Al igual que el convenio con la Gran Bretaña. No les importaba el nacionalismo ni todo lo que propugnaban los intelectuales catalanes. Ellos se quejaban de lo suyo. Y, si permitieron colocar lo de la lengua es porque, a pesar de todo, no lo encontraban significativo. Los negocios se hacían en castellano.
El “Memorial en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña”, le fue leído al rey Alfonso XII el 10 de marzo de 1885 por Mariano Maspons. No era una ruptura con España, todo lo contrario. La burguesía catalana sabía perfectamente que los negocios se hacían en Madrid. Lo que querían era proteger sus intereses. Como que no lo consiguieron, por eso se distanciaron de los partidos dinásticos. No lo hicieron por un sentimiento nacionalista, sino por el interés. Prueba de ello son estas dos frases que podemos leer: “Mo tenemos la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española”, “y libre a las diversas provincias de España paso que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española”. El texto, entre otras cosas, decía así:
“No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española ; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla: pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al parque justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española.
Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos Imperios de Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya seguido en España en los días de nuestra grandeza.
Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las provincias de España; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el centralismo nos causa.
A fuerza de trabajo y privaciones sin cuento, nuestros industriales han creado una industria española que en cuarenta años ha progresado y alcanzado altísimo nivel. Esta industria viene siendo atacada de raíz de algunos años a esta parte, y últimamente lo ha sido y lo es por medio del tratado con Francia y del proyecto de modus vivendi con Inglaterra.
Señor: sólo la poderosa iniciativa de V.M., su alta sabiduría y el amor que profesa a nuestro país, puede poner remedio a nuestros males. Rogamos, pues, a V.M. que lo haga, seguro de que no han de faltarle las bendiciones del cielo, y la inmensa, la inmensísima gratitud de los hijos de Cataluña”.
La muerte prematura del rey provocó un distanciamiento entre los partidos dinásticos y la burguesía catalana.

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