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Entre íberos y celtas: Breogán y otros personajes de la España escondida

Hijo de Brath y nombrado en “Os Pinos”, conquistó el territorio de “as meigas” para refundar Brigantia, La Coruña, y convertirse en el principal rey celta de la zona
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Los dos grandes pueblos de la España antigua, íberos y celtas, produjeron mitos y héroes extraordinarios cuyas huellas entroncan con los arcanos del folclore europeo precristiano. Los siempre fascinantes íberos, de lengua aun indescifrada, uno de los grandes desafíos de lingüistas e historiadores, honraron en sus cerros y collados, desde los que se enseñoreban de las rutas de la vieja Iberia mediterránea, a héroes y dioses destacados.
Si en ocasiones anteriores se hablaba de los viejos reyes de Tarteso, de vínculos ibéricos, ahora querría recorrer el camino que va de estos a los celtas. Entre los íberos, lo más que sabemos de la cultura nos lo cuenta la arqueología y las fuentes clásicas: de las inscripciones en su lengua sobre todo extraemos abundante teonomia y toponimia, a veces entremezcladas. Hay personajes como Ataecina, fecunda y terrible diosa de la fertilidad y el más allá, no en vano asimilada con Perséfone, que hace renacer la vida en el firmamento como feminidad arquetípica. Netón, Neito, o Necis, dios de la guerra y la destrucción, adorado por los íberos con iconografía de rayos y semejante al romano Marte, cuyo culto se expande desde las grandes regiones íberas del Meridión hasta el núcleo celta de la península. Citemos a Betatun, identificado en las inscripciones como divinidad sanadora o a Aletes, héroe local de la vieja Qart Hadasht, posteriormente divinizado y con una apoteosis astral.
Mucho más sabemos de los celtas y sus mitos hispanos. De las varias oleadas de invasiones indoeuropeas desde el primitivo solar ancestral en las llanuras eurasiáticas, que se desarrollan en los 4 milenios a.C., nos interesa la última, la que lleva a pueblos como los celtas hasta el “finis terrae” mítico de nuestra península, la última tierra antes del mar abismal. Los celtas se asentaron con preferencia en Iberia, entre otros lugares, y sembraron de mitos y leyendas toda Europa. Solo recordaremos a Lug, dios solar pero también siniestro, con sus cruentos sacrificios, ducho en diversas artes y padre de un sinnúmero de héroes en Asturias, Galicia, Gales o Irlanda (Cúchulainn es hijo suyo). Atestiguado en numerosos topónimos, desde Lyon a Lugo, su símbolo circular, de cuatro radios, es uno de los más conocidos del mundo celta, una “rueda de la vida”. También se veneraba a Candamius, dios montañés del relámpago, que da la lluvia y la vida, y a Endovélico, dios del inframundo y los oráculos que curaba por sueños –mezcla de Hades y Asclepio– entre los celtas hispanos.
Especial interés tiene la cristianización de estas leyendas, con el surgimiento de reyes legendarios que conectan las naciones celtas en una historia mítica común con epicentro en España. Tal es el caso de Breogán, hijo de Brath, mencionado en el actual himno gallego, un caudillo que conquistó la antigua España, refundó Brigantia (Coruña) y construyó su famosa torre, cuya titularidad es compartida con Hércules. Se supone que la ciudad había sido fundada por Heracles y la torre construida por el sobrino del héroe, de nombre Espán o Hispán, sobre el cráneo del gigante Gerión, al que mató su tío. Espán habría puesto en ella un mágico espejo que vigilaba y advertía para prevenir las invasiones, pero su ruina causó que llegara una hueste céltica de Irlanda, comandada por Brath, hasta que Breogán refundara el poderío de la zona.
La leyenda de Breogán, que habría sido el principal rey celta desde su reino galaico, aparecerá en la compilación de historia mítica del s. XI llamada “Lebor Gabála Érenn” o Libro de los relatos de Irlanda, que pasa revista a los diversos pueblos mitológicos que habitaron la isla. Los últimos, de los que sale la población gaélica actual, serían los “milesios”, llamados así por un tal Mil Espáine (corrupción del latín “Miles Hispaniae” o “soldado de España”), que, después de vagar cuatro siglos por el mundo desde la España celta, vencieron a los míticos Tuatha Dé Danann, que pasaron a habitar el inframundo, y dominaron el cosmos irlandés.
Como se ve, muchos mitos de la antigua España son una contaminación de culturas ancestrales: griegos, celtas, íberos o semitas, como en el caso de Hércules, Espán o Breogán. Otro es el caso de Tubal, de procedencia bíblica, que se sumará pronto a esta amalgama, como veremos en otro momento. Una historia mítica, la de España antigua, entretejida por pueblos diversos que han ido conformando una identidad inconfundible: el país en los confines, las tierra que da paso al más allá, siempre fecunda y misteriosa, meta y comienzo de una historia vitalista y cíclica. La potencia mitopoética hispana, desde lo arcaico y sumándole luego lo medieval y premoderno, es innegable.