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Gerión y la leyenda de Tarteso

Más allá del mito clásico, el suroeste peninsular fue un fértil terreno cultural que resultó fundacional para la España antigua por sus historias de reyes y héroes
La Razón
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En los confines del extremo Occidente los pueblos del Oriente, tanto griegos como semitas, encontraron un poderoso reino que estaba situado al sur de la península ibérica. A veces se le llama Tarteso: una isla fastuosa, una ciudad sobre una laguna o acaso una confederación opulenta. Como quiera que fuera, sobre estos pueblos reinaban personajes desmesurados, como el rey Gerión, al que se cita en la literatura griega desde el s. VI a. C. Aparece como 10º trabajo de Heracles. El héroe debía marchar al fin del mundo, a una isla cerca del Océano que, para el mitógrafo Apolodoro, se llama ahora Gades. Era un lugar mítico, Tarteso, Eritía o Hesperia, tierra del Sol poniente, donde estaba el finis terrae. No lejos de ahí se desarrolla otro célebre trabajo de Hércules, la búsqueda de las manzanas de oro de las Hespérides, habitantes de esa tierra vespertina que poseían el secreto del paso al más allá, de la vida eterna.
En los límites entre Europa y África, nuestro mundo y el de lo numinoso, se encuentra la España mítica: ahí el héroe arquetípico lucha contra Gerión, personaje monstruoso, a veces de tres cabezas o de tres cuerpos, como lo retrata la cerámica griega arcaica. Heracles mata a sus bestias, roba sus rebaños y lo vence en singular combate. El propio Sol, admirado al ver al héroe en el fin de su curso cotidiano, le dará una copa de oro para trascender los límites de la vida y la muerte a través de Tarteso y de las columnas que llevan a lo ignoto. Tras ver el fin del mundo, devuelve la copa al dios Sol y, como todo héroe que viaja al más allá, regresa para contarlo y traer los rebaños de Gerión, símbolo de las riquezas sin cuento del sur de la España mítica. Alguna interpretación del mito habla de un antiguo culto a un rey divinizado prototartésico, que habría sido desplazado por el Heracles griego, identificado con el fenicio Melkart, en la zona de Cádiz.
Todo es evanescente, pero Gerión se perfila como el gran personaje de la España tartésica, en una secuencia mítica donde se miden dos culturas: una autóctona y ancestral –llámese tartesia, ligur, turdetana, argárica etc.– y la advenediza de los griegos o fenicios. Hay un gran cambio en el mito: el héroe llega al fin del mundo y su destino, llamémosle «Tarteso», ha sido uno de los mitos fundacionales de la España antigua, muchas veces asimilado, de manera más o menos esotérica, a Tarsis o incluso al mito de la Atlántida. La leyenda pasa a la colonización griega y fenicia y luego a la sofisticada Bética romana. No solo por la hazaña de las columnas del Non plus Ultra, sino por todo el ambiente fantástico del lugar mítico al que acudían los pueblos del Mediterráneo oriental para el comercio y el intercambio. Al fin, prevalecería la mezcla y el mito autóctono se caería en las oscuridades del folklore. Sabemos del magnífico templo de Melkart en Gades, que tuvo culto hasta la antigüedad tardía, justo en el lugar donde se suponía que todo había ocurrido, como tótem de la leyenda para la historia.
Otros de los fantásticos reyes de Tarteso que conocemos por las fuentes grecolatinas son los célebres Gárgoris, Habis y Argantonio. Gárgoris aparece como el rey más antiguo, famoso por inventar la apicultura, pero que sintió una pasión incestuosa por su hija. De ella tendrá un hijo, que por vergüenza será expósito entre fieras pero, como Rómulo y Remo o Mowgli, su padre-abuelo lo encontrará milagrosamente amamantado por distintas fieras. El príncipe providencial se salva de toda muerte y asechanza, incluso del Océano, hasta volver al rey, que lo aceptará al fin. Este será Habis, gran y justo legislador de su pueblo. Son antecedentes del poder tartésico, quizá conectados con el mítico reino de Gerión. De Argantonio, el último rey tartésico, parece que el nombre hace alusión a las riquezas metalíferas de la zona. Su longevidad es mítica, como aparece en la poesía griega de Anacreonte, pero hay referencias históricas, pues estableció una relación militar y comercial con Focea, ciudad griega de Asia Menor que encabezaría la colonización del lejano occidente, a través de Marsella, Rodas y Ampurias, en los viajes precursores para comerciar con plata y otras riquezas, que Argantonio otorgó liberalmente a sus aliados griegos. Estos personajes han dejado una huella sutil y algo etérea en la historia mítica de España, pero su rastro es inconfundible en la legendaria potencia meridional, de siempre anhelado hallazgo, de Tarteso