Historia

Felipe V y el renacimiento de la Armada Española

La llegada al trono de España del monarca propició una actividad de construcción y reforma en el ámbito marítimo que colocó de nuevo al país en el círculo de las potencias navales

«La batalla de La Habana, 1 de octubre de 1748», óleo sobre lienzo de Samuel Scott (1702-1772)
«La batalla de La Habana, 1 de octubre de 1748», óleo sobre lienzo de Samuel Scott (1702-1772)National Maritim Museum

La llegada al trono de los reinos de España de la dinastía borbónica en 1700, seguida de la Paz de Utrecht en 1714, inauguró una etapa de crecimiento y reforma sin precedentes para las fuerzas navales españolas, que habían languidecido en los años finales del reinado de Carlos II y lo harían también durante la contienda sucesoria hasta el punto de casi desaparecer, lo que obligó al nuevo monarca a depender de los buques de su abuelo, Luis XIV, en la imprescindible navegación entre la Península Ibérica y los puertos americanos. Tras la firma de la paz, el modelo administrativo de inspiración francesa de la nueva dinastía, sumado al estímulo de la política revisionista de Felipe V, que no se resignó a la pérdida de los reinos italianos de la monarquía en Utrecht y propició una actividad naval efervescente en todos los niveles. Bajo la dirección de José Patiño, la miríada de escuadras y flotas dispersas heredadas de la casa de Austria se fusionaron en 1717 en una sola Real Armada, cuya rápida reconstrucción fue posible merced al establecimiento de una eficaz estructura centralizada de departamentos territoriales e intendencias que aseguraron la financiación y la disponibilidad de recursos para la construcción y el mantenimiento de los nuevos buques. La primera mitad del siglo XVIII fue una época de cambios y de ingente actividad desde los ámbitos de la construcción y el comercio hasta los del reclutamiento y la formación técnica y científica de los marinos, en la que hombres habilidosos como el citado Patiño, el marqués de la Ensenada o José del Campillo desplegaron un poder naval que devolvió España al selecto círculo de las grandes potencias marítimas. Entre las iniciativas más destacadas cabe mencionar el traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz, puerto que se convirtió en el epicentro del tráfico marítimo entre España y los reinos de Indias, así como la creación en 1717 de la Real Compañía de Guardias Marinas, que dotó a la Armada de una oficialidad formada tanto en el ámbito de la navegación como en el del conocimiento técnico y científico más avanzado del momento, y la posterior instauración de la llamada «matrícula de mar», un sistema universal en el que debían inscribirse todos los hombres de las poblaciones costeras del reino para asegurar la dotación de marineros de los buques a cambio de una serie de prerrogativas.

Esta matrícula fue impulsada por el efímero, aunque eficaz Almirantazgo del infante don Felipe, creado a imagen y semejanza de instituciones parecidas existentes en Inglaterra y Francia. A su vez, en el ámbito de la construcción, las nuevas necesidades bélicas de la Corona llevaron a Antonio de Gaztañeta, el gran ingeniero naval español de finales del siglo XVII y principios del XVIII, a culminar la definitiva transición del buque mixto de guerra y comercio, el galeón, hacia el navío de línea puramente militar.

[[H2:El «sistema a la inglesa»]]

En los astilleros de Guarnizo, La Carraca, Sant Feliu de Guíxols y El Ferrol se construyeron decenas de navíos de línea y fragatas que seguían los diseños del marino vasco y de sus sucesores, en particular, el francés Ciprián Autrán y, luego, Jorge Juan y Santacilia, que introdujo el llamado «sistema a la inglesa» tras realizar labores de espionaje en los astilleros británicos. Uno de los buques botados en Guarnizo, el Real Felipe, de tres puentes y con portas para 114 cañones, fue el mayor y más poderoso navío del mundo en aquel momento.

En los treinta y cinco años que siguieron a la Paz de Utrecht, la Armada permitió a la Corona española restablecer su hegemonía en Italia merced a la conquista de los reinos de Nápoles y Sicilia en 1733 y 1734 con sendas expediciones marítimas, afianzar la posición española en Berbería con el auxilio a la asediada Ceuta en 1720 y la recuperación de Orán y Mazalquivir en 1732, y defender con éxito los reinos de Indias frente a las ambiciones comerciales británicas, que alcanzaron su punto álgido en la Guerra del Asiento (1739-1748). Al término del reinado de Felipe V, la Armada española, prácticamente inexistente al finalizar la Guerra de Sucesión, era la tercera más poderosa del mundo, después de las de Francia y el Reino Unido.

Portada del número 34 de la revista Desperta Ferro Especiales
Portada del número 34 de la revista Desperta Ferro EspecialesDF

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