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Las puertas y las columnas del mundo

España es el lugar de paso definitivo para el fin del mundo en el imaginario mítico, el Finis Terrae, que también marca Hércules con su famosa torre en Brigantia
Las Columnas de Hércules fueron un elemento legendario de origen mitológico
Las columnas de Hércules han llenado miles de páginas de la mitologíaArchivoArchivo

Madrid Creada:

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Las puertas de la percepción que son los sentidos, parafraseando el célebre título de Aldous Huxley, son también en lo que a la metafísica se refiere, las puertas que llevan de dentro hacia afuera, de un lado a otro, del más allá al más acá, de nuestro mundo ordinario al extraordinario, llámese inframundo o paraíso. Pocos otros lugares liminares como la antigua y mítica España estaban tan marcados por puertas, pilares, hitos y columnas que jalonaban el paso hacia ese otro lado, lo que el extraño Lovecraft llamara simplemente «Beyond». Por doquier se señalaban en los mapas míticos y oníricos de las antiguas culturas de Iberia los lugares de tránsito al país desconocido, el paso al mundo extraordinario que siempre simbolizó esta nuestra vieja Iberia.
No está de más recordar que, para los griegos, había otra Iberia, la que estaba situada en lo que hoy es Georgia. Era esta otra tierra de embrujo, extrañamente hermanada con la nuestra por su carácter liminar y de lugar de paso, puerta de Europa y del más allá. Entre los mares (Negro y Caspio, Mediterráneo y Atlántico) y las montañas (Cáucaso, Pirineos...) la Iberia de más acá, en el mundo del poniente, con sus montañas y sus mares misteriosos allende las columnas de Hércules, y la del más allá, con los paisajes sinuosos de las Amazonas del Cáucaso y de la Cólquide de los Argonautas.
Si hablamos de las puertas y las columnas que separan, como hitos emblemáticos, un mundo de otro, no podemos dejar de recorrer la geografía mítica del mundo antiguo para ver dónde griegos y romanos, pero también fenicios y púnicos, situaron las puertas de paso de un lado a otro. Allí estaban las dos Iberias, desde la del Mar Negro o Ponto Euxino, en la ciudad de Heraclea Póntica, donde se decía que estaban las puertas que Hércules usó para pasar al más allá cuando capturó a Cerbero, hasta llegar a las puertas de este lado, en nuestra otra Iberia, donde fue Hércules, de nuevo, el que fijó sus pilares para marcar una transición espacial y metafísica con el mundo desconocido.
Aquí, en nuestra otra Iberia, se situaba también en el jardín de las Hespérides, con sus manzanas de oro, acaso en las estribaciones del Atlas, las Islas Afortunadas, la Atlántida sumergida y la tierra roja de Andalucía, quizá el Río Tinto, surcada por los rebaños de Gerión, por donde campó el héroe por excelencia en sus trabajos. Hay que ver cómo Heracles-Hércules el gran héroe quintaesencial de los antiguos griegos y romanos, transicionó hacia el más allá a través de las puertas situadas los dos extremos del mundo, las dos Iberias, la del Levante y la del Poniente.
Cierto que había en el mundo antiguo otra península también liminar que era para los griegos pasaje cierto para el más allá. Esta era la Hesperia primera, la «tierra de poniente» que era Italia para los griegos y donde había otro lugar de paso, una utopía áurea latente en el Lacio, un lago Averno con aroma a sulfuro y el antro de la Sibila, donde Eneas de la mano de la cumana pasó al más allá en pos de respuestas, como también Ulises cruzara al otro lado en un lugar ignoto pero cercano a esa otra Hesperia que era Italia en la mágica isla de Circe. Entre las dos Iberia y la península itálica de los misterios estaban las puertas del más allá por excelencia, que hay que evocar en este lugar.
Muchas son las puertas del infierno en el antiguo mundo hispano, muchas las cuevas de los íberos en los altos de Castellón a Alicante o los hayedos y robledales de los celtas en todo el norte de la península. Pero serían demasiadas las puertas que habría que recordar, si añadimos a estos lugares los rompientes del Atlántico, de Huelva a Galicia. España es, en fin, el lugar de paso definitivo para el fin del mundo en el imaginario mítico, el Finis Terrae, que también marca Hércules, como no podía ser de otra forma, con su famosa torre en Brigantia, hogar también del sagrado rey celta Breogán, repoblador de esa otra isla mágica, entre Avalón y Tír na nÓg, llamada Eire, que es otra fantástica puerta y columna hacia el más allá. Puertas, de los mundos, los sentidos y las percepciones, donde se efectuaban los ritos de paso a ese otro lugar para cuyo conocimiento, a veces, es preciso «morir antes de morir».