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Día del Libro

Es la hora de los Bibliófilos

En un mundo marcado por los titulares, el ruido o la omnipresencia de la tecnología en el debate público, hablar de libros y de la cultura literaria parece atrevido

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LibrosLa Razón

En un mundo marcado por los titulares, el ruido o la omnipresencia de la tecnología en el debate público, hablar de libros y de la cultura literaria parece atrevido. Esta semana, el mundo asiste conmocionado al fallecimiento del Papa Francisco, mientras se reavivan tensiones globales con decisiones como la política arancelaria de Donald Trump. Hoy, en el día internacional del libro, celebramos la Diada de Sant Jordi en Cataluña o el día San Jorge, patrón de Aragón, una jornada que recuerda nuestra historia, tradición y cultura, dedicada al libro y la rosa, y que es una nueva oportunidad para reivindicar la lectura como un valor esencial de nuestra vida en común.

En un momento de cambios políticos, sociales y dinámicas globales, en el que los tiempos son líquidos y donde la tecnología domina la conversación, vale la pena detenerse para hablar de libros (y de los bibliófilos) como un elemento central de nuestra cultura. El Papa Francisco dirigió en 2024 una carta en la que decía que “los libros abren nuevos espacios interiores, enriquecen, ayudan a afrontar la vida y comprender a los demás; La literatura educa el corazón y la mente, nos abre a la escucha”. Frente a la velocidad de los datos, la densidad de los clásicos. Frente al algoritmo, la biblioteca.

La figura de los bibliófilos, necesaria para entender la trasmisión cultural española.

Hoy más que nunca necesitamos reivindicar la cultura y los libros porque es un instrumento que nos define como país y que nos da identidad. Y también a las personas que nos las transmiten generación a generación, por eso la figura del bibliófilo sigue siendo esencial. Según el diccionario de Martínez de Sousa, el valor bibliofílico de un libro se mide por tres cualidades: interés, belleza y rareza. Esta pasión, que resurgió con fuerza entre los siglos XIV y XV, ha perdurado hasta nuestros días. Grandes personajes de nuestra historia lo fueron, como Isabel la Católica o Antonio Cánovas del Castillo, quien solía retirarse a su biblioteca privada tras los Consejos de Ministros. Aunque su colección se dispersó tras su muerte, actualmente se conservan ejemplares que llevan su exlibris con escudo de armas: “Biblioteca de A. Cánovas del Castillo”.

Junto a estas figuras ilustres, también han existido y existen bibliófilos anónimos, fundamentales en la conservación de nuestro patrimonio bibliográfico. Muchos de ellos han colaborado con instituciones como el Ateneo de Zaragoza o la Biblioteca Nacional de España, rescatando joyas como una edición histórica de La Celestina de 1554 o promoviendo el estudio de obras clave como las Chronicas de los Reyes Catholicos Don Fernando y Doña Isabel, impresas en 1527 y narradas por Fernando del Pulgar. Sus aportaciones, desde ediciones facsímiles hasta estudios bibliográficos de referencia, han hecho posible que estas obras sigan vivas y accesibles para las generaciones futuras. Por eso, algunos seguimos acercándonos a estos libros con el compromiso de entender su valor y contribuir, en la medida de lo posible, a preservar y prolongar ese legado cultural.

En cada rosa que acompaña un libro hay un gesto de afecto y de memoria. En cada biblioteca, una conversación pendiente. En cada lector, un mundo por construir. Por eso, más que una celebración, el día del libro nos recuerda que leer es una forma de cuidar lo que somos y de pasar el testigo a quienes vendrán. La lectura es un acto irreemplazable, porque no solo nos informa: nos transforma. Por eso, hoy también celebramos nuestra identidad como sociedad. Los libros no compiten con la tecnología. La superan. Porque no buscan respuestas inmediatas, sino preguntas duraderas. Como escribió Mario Vargas Llosa en su Elogio de la lectura y la ficción, “La literatura nos enriquece interiormente, sensibiliza y refina, nos hace más lúcidos, más críticos, más libres.”

Mientras haya libros, seremos un poco más libres.