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Libros

Ian McEwan: «Existe un retroceso de la libertad de expresión»

El escritor reflexiona en su novela «Lecciones» sobre los cambios de las últimas décadas

McEwan se calienta
McEwan se calientalarazon

Toda novela es la búsqueda de una o varias respuestas y en «Lecciones» (Anagrama), el novelista Ian McEwan busca la contestación a las numerosas interrogantes suspendidas en el periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XX y los primeros decenios del XXI. Un arco histórico que abarca desde la crisis de los misiles en Cuba hasta el Brexit, que va desde el optimismo de la caída del Muro de Berlín hasta el pesimismo de la pandemia, desde la libertad de los años sesenta hasta la sociedad de la corrección política. «Ahora estamos en un momento de recesión de la libertad de expresión. Es doloroso verlo en las universidades, en el debate público. Soy muy escéptico sobre aquellos que intentan limitar la imaginación. En nuestras sociedades tendemos a cortar la creación porque no queremos molestar a los demás. Esto va vinculado a lo que vemos en Estados Unidos. Allí hay personas que no quieren leer ciertos libros para no sentir incomodidad, pero eso no les autoriza a prohibirlos y que no los lean los demás. Se han llegado a retirar libros. Espero que alcancemos un punto de normalidad».

Ian McEwan, que es hijo de padre militar, es consciente del impacto que tienen las contiendas bélicas sobre el individuo. «Soy hijo de una generación que vio el abismo de la Segunda Guerra Mundial, pero que al volver a casa solo querían llevar una vida corriente. Ahí aprendí que aquella guerra supuso una intersección en la vida privada. Hay personas que tienen las vidas rotas por estos conflictos. Es el trauma que genera una guerra. Ahora, en Europa, la vida de centenares de niños está marcada por lo que ocurre en Ucrania. Sus vidas se han visto alteradas por esta contienda. La guerra es una máquina brutal para entrar en las vidas privadas, y remover los sentimientos y las emociones».

Una vida libre

El autor de «Expiación» hace referencia a su último trabajo, en el que inicia una indagación de las últimas décadas y de los acontecimientos que los jalonan. Una exploración que inicia a través de la mirada de un niño, Roland Baines, que se convertirá en testigo de una época. «Es el tipo de persona que podría haber sido si no hubiera sido escritor. Habría acabado igual: tocando el piano en un bar, trabajando de albañil o como profesor de tenis», bromea. El escritor admite que «la vida de escritor es la vida más libre que podía haber tenido», pero reconoce que «la vida es una carrera de azares»: «¿Hasta qué punto tenemos opciones? La existencia es una sucesión de reacciones a diferentes episodios. ¿Eliges o solo es azar? No escoges tus genes, no escoges a tus padres. Todo eso está fuera de tu control. Ni siquiera eliges muchas veces a tus amigos y mucho menos lo que sobreviene en la sociedad donde creces».

Quizá por eso, Ian McEwan considera la novela el recurso más eficiente para «entender lo que es otra persona» y lo que ocurre en la historia: «Las novelas tienen tentáculos muy largos y nos permiten entrar en la mente de otros individuos. Es un gran regalo. En este sentido, es uno de los artefactos más bellos que hemos creado para estudiar esa vida privada respecto a la sociedad».

El escritor, sentado en su casa, en una estancia iluminada por luz natural y respaldado por una inmensa biblioteca, sonríe. Tiende a la conversación de manera natural, pero eso no disimula cierto tono pesimista. «A veces me hago la pregunta de si mis hijos y mis nietos tendrán una vida mejor que la mía, y lamento no dar una respuesta optimista. El cambio climático será el tema material más brutal sobre el que se debatirá en el futuro. Será un asunto casi metafísico, que afectará a todos. Llevamos 20 o 25 años alertando del calentamiento global. Con el cambio climáticoestamos cabalgando con un caballo desbocado». Pero no es la única sombra que proyecta hacia el futuro. El escritor no esconde su preocupación sobre la resaca de la contienda en Ucrania y se muestra renuente sobre algunos avances tecnológicos: «La inteligencia artificial despierta mi fascinación, mi alarma y mi preocupación. Es fácil anticipar que no vamos a poder controlarla y sabemos también hacia dónde nos lleva. Soy muy escéptico sobre las grandes tecnológicas. No sabes quién está moviendo los hilos y el mal uso de la IA es peligroso. Muchas personas con ideologías extrañas podrían convertirse en el futuro en gente poderosa, muy disruptiva».