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Cultura
Inhalar y exhalar «The White Lotus»
La serie es una lección de vida moderna a través de millonarios rotos y solos. No es oro todo lo que reluce

¿Libros de negocios sobre gestión hostelera? ¿Máster en psicología? ¿Estudios de turismo y hospitalidad? Ninguno de estos esfuerzos estará completo si no se visiona «The White Lotus». La tercera y última temporada de la saga «The White Lotus» es Thai porque el resort de lujo está en Tailandia en una localización alejada de Bangkok donde confluyen selva y mar. A pesar de ser un lugar remoto, el hotel no logra que sus huéspedes consigan desconectar porque las personas son las que son independientemente de dónde estén. El detox digital es bien difícil porque lo que permite a los huéspedes estar en un lugar exótico de lujo es lo que pasa en Estados Unidos, lugar donde han conquistado el sueño americano a golpe de objetivos, esfuerzo y decisiones adecuadas. Al menos es lo que ilustra el creador de la serie, Mike White.
La magia de la serie son sus personajes, mención especial para la propietaria tailandesa del hotel que es una diva que pretende estar al servicio de los clientes. Pero en verdad, no. Sritala es una narcisista peloteada por el director del hotel, un occidental llamado Fabián y ante ella los clientes son como ovejas que están al servicio de su agenda. Las técnicas de la empresaria thai me recuerdan a esos restaurantes donde los camareros reciben la instrucción de alzar el toldo cinco minutos más tarde de la hora de apertura oficial para que los paseantes vean las colas que se generan a las puertas de su negocio. Apariencias. Apariencias. Pero, ¿es posible guardar las apariencias toda la vida?
El día que los viajeros llegan a su destino todos pueden parecer iguales porque son profundamente urbanos y perfectos con ganas de vivir pero incapaces de vivir el momento presente y de mezclarse con el ambiente de forma genuina. En este sentido, los personajes no practican en absoluto la filosofía budista cuya narrativa principal es liberar a la condición humana de sufrimiento renunciando al individualismo y a los deseos. «The White Lotus» coincide con la película «Lost in Translation» donde el hotel de lujo es tan occidental como la ciudad de Nueva York y una prisión donde la soledad golpea a los personajes de forma despiadada. Alejarse físicamente de los problemas no los libera de las cuentas pendientes que tienen en la vida. Todos los que están allí «se esconden o buscan algo». Todos tienen hambre de conexión humana pero les cuesta la comunicación que, en ambos casos, aparece en lugares inesperados pero verosímiles de la mano de desconocidos. «The White Lotus» y «Lost in Translation» consiguen mezclar el mundo de los viajes con el drama y no ser Frankenstein si no producciones de referencia que sobreviven al paso de los años y las modas.
Las contradicciones de los visitantes son otro punto fuerte de la tercera entrega porque todos inhalan el aire pero no lo respiran. El grupo de amigas maduras de la infancia que se sienten seguras por ese pasado común pero la conversación es superficial y no se dan el permiso de estar en silencio. Perfecto retrato de la intimidad entre desconocidos. Todo gira en torno a los retoques estéticos, la apariencia física y bajo una máscara de sororidad femenina se revela la envidia y una mezquina competitividad. Sin embargo, Laurie, Jaclyn y Kate se enfrentarán a lo incómodo y se apoyarán en la infancia para hablar de verdad.
¿Comedia negra o drama?
La familia Ratliff exhala confianza pero también está rota y hasta el último momento nos tiene en vilo con su futuro. Los Ratliff son el perfecto ejemplo de que todo cambia pero ellos se han olvidado de ese aspecto de existencia porque por ganarse la vida quizá la han perdido. No miran a la naturaleza y la hija, Piper, que hace el intento se muere del miedo a la hora de dar el salto al vacío. Y aunque hay muchos más personajes principales no quería dejar de mencionar a mi pareja favorita, la formada por Rick y Chelsea porque trata el tema de dos compañeros con diferencia de edad que se quieren a pesar de los años. Además, Chelsea es una chica moderna porque para intentar entender al atormentado Rick tiene un botiquín espiritual de primer orden que va desde el horóscopo pasando por el eneagrama y terminando en la astrología. No es de extrañar que haya personas que amasan una fortuna a golpe de colgar vídeos sobre crecimiento personal en la red. Si un telepredicador de la red me regalase algo, no sé si lo aceptaría porque al final muchos «gurús» del crecimiento personal se nutren de agravar la vulnerabilidad.
No sé si «The White Lotus» es una comedia negra o un drama. Lo que tengo claro es que puedo usar la serie de forma constructiva y cuando llegué a casa dejar mi móvil dentro de una caja, empaparme un poco de filosofía budista para salir de mí y no mentirme a mí misma porque en un momento dado la máscara, si no te la quitas tú, te la quitan.
Esta serie nos recuerda que ellos tienen las mismas necesidades y dramas que el resto de los mortales. Lo mejor de la vacación es llegar a casa tan cambiados como los personajes que no tuvieron la experiencia que esperaban pero hicieron el viaje de sus vidas. Exhalaron. Inhalaron. Pasaron cosas.
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