Jane Birkin: la libertad sin ambages de un icono pop
El mundo de la cultura se despide de un emblema pop de la música, el cine y la moda, arquetipo de belleza y sensualidad que fue moderna y libérrima a la hora de vivir y amar, pero también de crear
La actriz y cantante Jane Birkin tenía una voz tenue y sensual, ideal para susurrar temas de amor. Su segundo marido, el compositor y cantante Serge Gainsbourg así lo entendió cuando le propuso grabar una de esas canciones que se harían populares en todo el mundo. Nadie hasta entonces, en plena revolución contracultural, había osado escribir una canción erótica que sobrepasara en audacia a cualquier que se hubiera escrito nunca. El tema «Je t'aime ... moi non plus» tiene una curiosa historia. Lo que parecía un imposible, Brigitte Bardot, en la cima de su fama, decidió hacer un show televisivo cantando y se le encargó al multiartista Serge Gainsbourg, que le compuso una docena de éxitos que siguen siendo la cumbre pop de la carrera como cantante de una estrella que tenía una sensual voz infantil.
En los tres meses que estuvieron trabajando juntos, muy juntos, BB le pidió que le escribiera «la más hermosa canción de amor imaginable». «Yo tenía una idea fija con Brigitte Bardot: sexo», comentó Serge Gainsbourg, hasta que la conoció y consiguió exactamente lo que pretendía. En las noches del 16 y 27 de mayo de 1967, Serge Gainsbourg le escribió tres canciones, entre ellas el famoso himno al sexo para dos voces «Je t'aime ... moi non plus».
Para celebrar los sesenta y ochos días de amor y sexo apasionado, le propuso grabar esa canción que resumía los días de sexo desatado vividos, un homenaje a su relación corta pero intensa. La canción «Je t'aime ... moi non plus» se grabó en los estudios Barclay el 10 de diciembre de 1967. Días después, una demo del tema estuvo sonando en unos clubes parisinos y emitida por alguna radio para probar su impacto comercial. Quienes la oyeron se quedaron estupefactos al oír los jadeos, suspiros y quejidos de BB, que simulaban un intenso orgasmo.
El problema fue cuando la oyó el marido de BB, Gunter Sachs, que amenazó a la emisora con denunciarla si seguía radiando la obscena canción. BB le rogó a Serge que no la publicara y la primera versión de «Je t'aime ... moi non plus» quedó inédita hasta los años 80. Ante la imposibilidad de publicar el disco y el temor a las represalias de Gunter Sachs, Serge Gainsbourg le ofreció la canción a las actrices Valerie Lagrange, Marianne Faithfull y Mireille Darc, pero ninguna aceptó el reto. Sólo su nuevo amor, que había conocido durante el rodaje de «Slogan», se atrevió a grabarlo de nuevo. Serge y Jane Birki, que vivieron juntos hasta 1980, volvieron a grabar el tema de nuevo consiguiendo un enorme éxito. Salió a la venta en 1969 y se prohibió en España, Suecia, Brasil, Polonia y Portugal. Ante el escándalo, Philips mundial dejó de editar el disco y acabó por retirarlo de la venta.
La diferencia entre ambas versiones es apenas perceptible: la voz de Jane Birkin era tan pequeña como la de Bardot y los susurros y jadeos eróticos similares. Pero la de Jane Birkin resulta más erótica, en la frontera con la pornografía fina. BB, menos emocionalmente implicada en su versión, consideraba que «Je t'aime… moi non plus» «es el himno más maravilloso que se le ha hecho a hacer el amor, un homenaje único, verdadero, fantástico». Esta canción tiene otra divertida historia. Su parecido con el tema de Procol Harum «Con su blanca palidez» es tan evidente que Serge Gainsbourg salió al paso de una demanda por plagio y declaró campanudo: «Si ellos han plagiado a Bach ¿porqué no voy a plagiarlos yo?» En «La decadanse» volvió a imitarlo, con similar obscenidad pero sin jadeos.
Pareciera que la carrera artística de Jane Birkin se redujo a jadear en una canción erótica, pero como cantante se mantuvo con sucesivos éxitos hasta la actualidad. En cambio, como actriz tuvo una larga carrera comercial errática y poco relevante. Artísticamente, después de interpretar dos papeles minúsculos en «The Knack ... y cómo conseguirlo» (1964) y el desnudo en la escena de las modelos de «Blow-Up» (1966) de Antonioni, el grueso de su carrera lo realizó en numerosas producciones francesas de los años 60 y 70.
Como Lolita, se impuso como nuevo mito erótico del cine francés al abandonar el podio la Lolita más famosa del mundo: Brigitte Bardot. Juntas interpretaron el filme de erotismo lésbico fino de Roger Vadim «Si Don Juan fuese mujer» (1973), uno de sus mayores éxitos, en el que ambas salían desnudas toqueteándose en la cama. Esas fotos dieron la vuelta al mundo. Las dos Lolitas del cine galo se unieron para demostrar que el erotismo francés era tan soft y elegante que podía exportarse como un Chanel.
Jane Birkin se puso de moda como cantante en el «Swinging London» gracias al compositor John Barry, que acaba de triunfar con la famosa melodía de los títulos de crédito de James Bond. Se casó con John Barry a los 19 años y tuvieron una hija, Kate, diseñadora de moda, que su suicidó en 2013. Después de tres años de matrimonio, se divorciaron y voló a París para sustituir a Marisa Berenson en el filme de Pierre Grimblat «Slogan» (1969). Serge Gainsbourg, actor ocasional, se opuso a trabajar con una desconocida. Diez meses después, accedió y desde entonces fueron la pareja de moda de París.
Instalada en Francia y ligada a Serge Gainsbourg, tuvo otra hija, Charlotte Gainsbourg, actriz de controvertida carrera. En el cine francés interpretó numerosos papeles de hippie en los que solía aparece desnuda de cuerpo entero sin hacer caso de las críticas. Era la nueva Lolita capaz de llegar donde BB nunca quiso: mostrarse desnuda frontalmente en toda su belleza. Si se repasan las películas de entonces se aprecia el auge del cine erótico francés, con títulos tan definitorios como “Los caminos prohibidos de Katmandú” (1969), “Cannabis” (1970) y “Sex-Power” (1970). Jane Birkin fue un icono sexual fulgurante en una época de nínfulas y Lolitas, que fascinó a varias generaciones con su libertad y desinhibición, pues mostraba con naturalidad su cuerpo desnudo. Cuando estuvo en Barcelona, en los 80, pudo comprobarse que era una persona encantadora, dulce y accesible. Como dicen los franceses «vraiment adorable».
La última musa del 68
Por Jesús Palacios
Jane Birkin. Hay magia en el nombre. La de un tiempo cuando la elegancia y la sensualidad no estaban reñidas con la revolución y la contracultura. «Tout le contraire». Entre el despertar a la vida, la música y el cine en medio del Swinging London y su tórrida, escandalosa y fructífera relación con el maestro de la «chanson» moderna, el mítico Serge Gainsbourg, aquella muchacha de aspecto frágil y belleza etérea, que podía ser tan femenina como andrógina, encarnó el ideal de una nueva mujer para un tiempo nuevo.
Símbolo de cambios radicales a la vez que de un eterno femenino poderoso e independiente. Sus primeras apariciones en clásicos británicos del cine más rabiosamente mod y psicodélico –«El knack... y cómo conseguirlo» (1965), «Magnífico bribón» («Kaleidoscope», 1966), «Blow-Up» (1966), casi siempre sin acreditar–, alcanzarían su cenit con la delirante «El muro mágico» («Wonderwall», 1968), escrita por Gerard Brach y Guillermo Cabrera Infante.
Dispuesta a conquistar Francia, poco podía sospechar que su papel en la ácida «Slogan» (1969), junto a Serge Gainsbourg, sería comienzo de una relación creativa, romántica y difícil entre ambos, que duraría trece años y nos regalaría canciones como «Je t´aime… moi non plus», en 1969 (que rechazara la Bardot, aunque llegara a grabarla) o el álbum conceptual (acompañado por un modernísimo filme musical para televisión) «Histoire de Melody Nelson» (1971).
Aunque Jane estaba divorciada de su primer marido, el compositor John Barry, nunca se casaría con el feo, violento, apasionado pero insoportable genio judío de la música francesa. Sí tendrían una hija: Charlotte Gainsbourg, quien estrenara el año pasado el documental íntimo «Jane por Charlotte», como si intuyera una última oportunidad para filmar a su madre.
Convertirse en cantante de éxito, modelo icónico por excelencia de la modernidad, oficialmente adoptada por una Francia cautiva de su acento, no le impidió seguir siendo una notable actriz profesional, frecuentando todo tipo de géneros, más allá del cine de autor, del thriller al terror o la comedia. Pero hoy, cuando nos acaba de dejar, quiero rememorar aquellas desequilibradas combinaciones de «sexploitation» y feminismo que caracterizaron los inicios de su carrera.
Un arte y ensayo escandaloso, deliciosamente erótico y pretencioso, fundamental para la liberación sexual y la emancipación femenina que hoy muchos y muchas querrían condenar al olvido: la Birkin de «Los caminos prohibidos de Katmandú» (1969), «Sex-Power» (1970), «Si Don Juan fuese mujer…» (1973) o, claro, «Te amo… pero yo no» (1976). La musa de una revolución sexual, que nació, y en cierto modo ya empezó a morir, en 1968.