Charlotte Gainsbourg: “Nunca tuve miedo a la mediocridad en comparación con mis padres”
En «Jane by Charlotte», que se estrena este viernes en cines y el 6 de mayo en Filmin, la actriz debuta como directora para retratar desde lo íntimo a Jane Birkin, su madre
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Es puntual y no le niega un minuto a nadie. Pide solo agua caliente, porque el té rojo ya lo lleva ella a todas partes. Charlotte Gainsbourg (Londres, 1971) visitó esta semana nuestro país para presentar «Jane By Charlotte», un revelador documental en el que hace su primera incursión en la dirección, acercándose a su madre, la también actriz y cantante Jane Birkin. En un cuidado metraje que sabe contenerse en los noventa minutos, ambas recuerdan al mítico Serge Gainsbourg, pasean por la casa familiar de la Bretaña francesa y, en definitiva, construyen un relato, mitad «home video», mitad arte y ensayo, sobre la importancia de llamarse Gainsbourg y Birkin. «A veces creemos que la vida de la gente se parece a la nuestra», llega a decir la gran dama inglesa, en una película que se entiende como documento vivo, pero también como testamento fílmico a Jo Attal, hija de Charlotte, que aparece y que comparte con su madre y su abuela una curiosa cualidad: las tres son las hijas de «en medio».
«No tengo ni idea de cuántas horas de grabación puede haber. Sentí que, por lo menos, hasta el cuarto año de filmación no tuve nunca suficiente. Era casi obsesivo. Llegó un momento en el que mi responsable de montaje se sentó conmigo y me dijo: “No sé cuál es tu película, tienes que darle forma”. Dirigir algo tan íntimo es muy difícil. Sabes lo que estás buscando, claro, momentos mágicos, verdad, sinceridad, pero todo lo que lleva a ello es complicado. Ella pensaba que haríamos algo más estándar, una especie de hagiografía, pero yo no quería eso. Quería algo real, madre e hija compartiendo espacio, verdad y tiempo», explica Gainsbourg sobre un filme que le ha llevado seis años, se estrenará en cines selectos este viernes tras pasar por Cannes y estará disponible en Filmin a partir del próximo 6 de mayo.
La verdad y la vergüenza
Y sigue, sobre la vulnerabilidad y la exposición que implica un documental en el que ambas hablan del turbulento final de la relación de sus padres o la extraña forma de entender la sexualidad en una familia en la que Serge grabó una canción de amor junto a Charlotte con apenas 12 años y, en la película, Jane Birkin explica cómo el cuerpo de su hija la hacía sentir incómoda, curiosa y hasta furiosa: «Me parece muy interesante la vergüenza que sentíamos una delante de la otra, y de la que no fui consciente hasta que tuvimos la cámara delante. ¿Tengo una relación extraña con mi madre? Es algo que no me había preguntado hasta que empecé a rodar el documental. Seis años después, soy una mujer nueva que está mucho más cómoda», confiesa y añade: «Como directora, me sentí lo suficientemente empoderada para decidir sobre cuánta intimidad quería dar a cada momento. No tenía miedo, o al menos no tanto como mi madre sobre lo que se podía ver, tanto a nivel estético como emocional. Todo lo que sale ya se sabía, ya lo sabía todo el mundo. Aun así el esfuerzo es personal y no censuré nada. Quizá lo único en lo que me pude sentir vulnerable fue a la hora de abrir la casa de mi padre, visitándola junto a mi madre», sobre la casa museo de Serge Gainsbourg, que se conserva incluso con los alimentos que el polímata guardaba en su nevera en el día de su muerte, en 1991.
Entre postales idílicas del París más pudiente y de la campiña más exclusiva, y más allá de las conversaciones en las que asoma la verdad más tierna de «Jane By Charlotte», la pregunta se hace explícita: ¿Cuánto privilegio hay en apellidarse Gainsbourg y Birkin? La directora, valiente y abierta, no rehúye la cuestión: «Cuando era pequeña, mis padres me daban un poco igual. Soy artista por ellos, claro, y amé siempre lo que hacían, pero me daban igual ser mediocre a su lado. Mi padre solía oír su propia música, algo que yo jamás haría con mis hijas. Por no hablar ya de ver algunas películas juntas. Creo que nunca les consideré genios ni nada parecido, simplemente eran mis padres y se dedicaban a la cultura», confiesa, antes de entrar en detalles sobre el trauma que supuso el fallecimiento de su padre y el suicidio de su hermana, Kate Barry, que impregnan de un dolor amargo pero ya asumido el filme: «Fue duro. Lo más duro que me ha ocurrido nunca. Y eran conversaciones pendientes con mi madre, para encontrarme a mí, a ella, y lo que somos al final una para la otra», se despide la actriz y directora, con el té todavía humeante.