Diplomacia

Jorge Dezcallar: «La diplomacia exige reposo, no mensajes a golpe de tuit»

El ex director del Centro Nacional de Inteligencia presenta «El anticuario de Teherán» e insiste en que su faceta como espía fue «circunstancial»

Jorge Dezcallar
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El ex director del Centro Nacional de Inteligencia presenta «El anticuario de Teherán» e insiste en que su faceta como espía fue «circunstancial».

Desde la distancia que el tiempo otorga y con la pausa que la vida de jubilado regala, el diplomático y ex director del CNI Jorge Dezcallar relata en «El anticuario de Teherán» (Península) su vida al frente de las principales embajadas españolas, un periplo de 50 años en los que ha sido testigo de los grandes cambios en el mundo. Ha visitado el Despacho Oval de la Casa Blanca y el del Papa en el Vaticano, ha estado en cárceles en Irán y en los campamentos de refugiados en Jordania o Siria; ha participado en operaciones que han acabado bien y otras que han terminado mal.

–¿Cuántas vidas tiene?

–Creo que una, muy interesante. He estado en el momento oportuno y en el lugar adecuado.

–¿Espía o diplomático?

–Diplomático, lo de espía fue circunstancial.

–¿Y tendrá algún máster...?

–Yo no tengo un máster, me gustaría tener el de Augusta (risas).

–Va con la casa a cuestas. ¿Qué lleva siempre en su maleta?

–Mi mujer se indigna porque me olvido el pijama. Pero lo que nunca falta es un neceser de emergencia que, aunque esté jubilado, lo sigo llevando.

–Lo más raro que ha comido durante sus viajes...

–Orugas procesionarias en Botsuana, hormigas en México, cocodrilo, mono e iguana. Hay cosas que no comería nunca como cucarachas fritas.

–¿Cómo ha cambiado el mundo en estos 50 años?

–Muchísimo. Hemos pasado de un mundo bipolar a un mundo de hegemonía norteamericana, que el historiador Francis Fukuyama llegó a definir como «el fin de la historia». Luego vino el ataque a las Torres Gemelas y los atentados terroristas que han puesto todo patas arriba y ahora en este momento hemos pasado de un multilaterismo que defendía Obama al multipolarismo de Trump.

–¿Cuáles son las consecuencias de esta volatilidad?

–El mundo está cambiando y lo hace muy deprisa. Vivimos el fin del dominio occidental. Es un momento de cambios y las grandes mutaciones traen grandes incertidumbres, y la gente está incomoda. He aquí la raíz de los populismos y nacionalismo.

–Trump juega a la guerra y lanza un bombardeo sobre Siria, ¿hay otras opciones?

–Sí, pero son peores. Lo de mandar misiles y decir que son bonitos me parece un poco frívolo. La otra opción sería apoyar a grupos insurgentes y eso quiere decir sobre todo kurdos; eso le llevaría a dificultades crecientes con Turquía. La otra alternativa sería involucrarse más, lo cual le podría poner en problemas directos con Rusia.

–Y Bachar al Asad, ¿es el problema o la solución?

–Asad inicialmente parecía el problema y todo el mundo quería que se fuera, pero últimamente sin él tampoco hay solución. Por poco que nos guste quizás sea una solución temporal.

–¿Qué opinión tiene de Vladimir Putin?

–Es un macho alfa, un nostálgico que piensa que la mayor desgracia que ha pasado es que desaparezca la URSS. Fíjate que hasta hizo coincidir las elecciones con el aniversario de la anexión de Crimea y no por casualidad.

–¿ Y de Mohamen bin Salman, el príncipe heredero saudí?

–Tiene una ambición modernizadora y se apoya en los sectores jóvenes de la población. Eso puede ser positivo. Otra cosa es la política exterior, donde no para de meter la pata: en Yemen, con Qatar, en Líbano o su enfrentamiento visceral con Irán.

–Irán gana peso y asusta...

–Históricamente es una de las tres potencias de Oriente Medio. Es normal que quiera volver a tener un papel hegemónico. Además, el acuerdo nuclear es positivo y hace la región más segura, aunque hay cosas que no están bien, como por ejemplo la política de derechos humanos.

–¿Son compatibles democracia e islam?

–No es fácil responder. Algunos líderes árabes me han llegado a decir en privado que el islam es incompatible con la modernidad.

–Vivimos la época de la «tuit diplomacia», ¿qué le parece?

–La diplomacia exige más reposo. La reacción a bote pronto no es buena nunca y en política exterior es peor todavía.

–¿Cómo hemos pasado del «Yes we can» al «América First»?

–Una revolución. En Washington no eran conscientes del malestar de la América profunda y Trump se subió al caballo de esa ola, que en Europa se manifiesta con populismos y nacionalismos.

–El Brexit, ¿hace fuerte a Europa?

–No, sin duda. Dicho esto, nosotros sufriremos las consecuencias, pero se hacen daño a ellos mismos porque los efectos en su economía serán mayores y en la negociación es la UE la que se está imponiendo.

–¿Cuál es el peso que tiene España en el mundo?

–En el pasado jugamos con mayor fuerza, durante la época de González y Aznar. Luego vino la crisis. Para tener una política exterior fuerte hacen falta cuatro cosas: instituciones fuertes, una economía que respalde esa proyección exterior, voluntad política y saber qué queremos hacer.