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Entrevista

Jorge Vilches: "El republicanismo es como una religión: tiene sus santos, sus milagros, sus liturgias..."

Años de estudio y de búsquedas en nuevas fuentes han llevado a este profesor a diseccionar desde dentro "La Primera República Española"

Jorge Vilches aborda la historia de la Primera República Española con un ritmo periodístico
Jorge Vilches aborda la historia de la Primera República Española con un ritmo periodísticoGonzalo PérezLa Razón

No duró ni dos años, pero lo que ocurrió dentro de la Primera República Española, igual que una comida copiosa, no es fácil de digerir. Todo ello (caos cantonal, golpes de Estado, venganzas, la proclamación del Estado Catalán...) hace de este un periodo complejo que no ha tenido, hasta ahora, un manual que lo abordase detalladamente, desde dentro. El culpable de esta disección en La Primera República Española (1873-1874). De la utopía al caos (Espasa) es Jorge Vilches, profesor, politólogo e investigador que ha estado años familiarizándose con todo lo acontecido para contarlo con ritmo periodístico.

−¿Por qué la historiografía ha dado de lado a esta etapa?

−Por dos motivos: primero, porque la historia de la Primera República se ha envuelto en muchos mitos; es más fácil contar esos años recurriendo a relatos sin profundizar, y por eso se ha vendido como «la gran oportunidad truncada de modernizar a España». Y el segundo obstáculo es que hay que dominar muchas fuentes y conocer muy bien a los personajes.

−Son dos años frenéticos...

−Por eso esta investigación tiene mucho del espíritu periodístico, de ver cómo funcionan las relaciones públicas y privadas, qué se decían en aquellos meses... Es un pulso narrativo que no suele estar en el estilo académico.

−¿Quién salió beneficiado en la batalla del relato?

−El republicanismo, sin duda. Hasta ahora se les juzgaba por sus intenciones y eso es tramposo; la legitimidad estaba en sus intenciones: que España fuera un lugar de paz y progreso, pero nunca se estudió qué hicieron realmente, las consecuencias de su utopía.

−Aquí no vale lo de «la intención es lo que cuenta», ¿no?

−No puedes hablar de democracia y, al mismo tiempo, dejar fuera de la vida pública al que no se declare republicano, que es algo que también ocurrió en la Segunda República y no ha sucedido en los periodos monárquicos. Por eso, el discurso de la república queda cojo. Ni siquiera fueron el resultado de una consulta; en 1873 no se preguntó a los españoles, se reunieron las Cortes de forma ilegal y se decidió.

−¿Por qué es un periodo importante de nuestra historia?

−Es como las resacas en las que te prometes no volver a beber en un tiempo. La República acaba con el utopismo durante mucho tiempo. Al terminar, España entra en la «realpolitik», con políticas y programas de gobierno reales, como en el resto de Europa. Las utopías se acabaron porque solo consiguen desorden, algaradas y estancamiento social.

−¿Qué fue antes, el huevo o la gallina: la inestabilidad hizo imposible la República o la República provocó ese caos?

−La República aumentó mucho el caos: el gobierno perdió toda autoridad y el Ejército quedó desarticulado. A los problemas que existían se sumaron más y no se arreglaron los anteriores.

−Habla de utopía, ¿nunca existió la posibilidad de que hubiera funcionado?

−Se podría haber hecho algo a comienzos del 74, pero no quiso la élite política. Fue imposible que se pusieran de acuerdo.

−Eso suena muy actual...

−Claro. Al final, el sistema representativo descansa en el comportamiento de la élite política. Para que todo funcione bien se necesitan personas responsables, que acepten las reglas del juego en el gobierno y en la oposición. Dirigentes y partidos son los que tienen que hacer de pilares del sistema. Ellos son los que traducen la política a la gente, si ellos se dedican a fomentar, como los republicanos, los desórdenes públicos y a trasladar propuestas populistas y utópicas pues es difícil. La utopía lleva a gobiernos exclusivos, a dictaduras.

−¿Por qué no cuajó la república?

−Porque España no era republicana y no se consultó a nadie, porque la élite política no lo entendió como un régimen de consenso y por el aumento de los problemas. Solo hubo dos países en todo el mundo que reconocieron la república española: Suiza, que no pintaba nada, y Estados Unidos, que estuvo a punto de declararnos la guerra.

−¿España y monarquía son inseparables? De otra formas, ¿veremos una tercera república?

−La monarquía ha resultado ser la fórmula de convivencia más eficaz y que mejor ha funcionado en la historia de España. Se avanzó más con Alfonso XII y con Isabel II que en la Primera República.

−No duró ni dos años...

−Ellos se lo buscaron. De momento, la monarquía es más eficaz porque los republicanos entienden su forma de Estado como una manera de hacer la revolución y eso no funciona en ningún sitio. En Francia se fundó la Tercera República sobre la base del consenso. Aquí el acuerdo de todos llegó con la Transición, donde se votó. Tampoco hubo consenso en la Segunda porque Azaña, al que tanto se le ensalza, tenía una idea muy exclusiva y no aceptó que ganara la derecha.

−¿Por qué se idealiza el sistema republicano?

−Se cree que es la manera de darle la vuelta a todo, que es una fórmula mágica que va a terminar con los problemas, va a bajar el precio del gas y de los alimentos y va a arreglar la sanidad... El republicanismo es como una religión política: tiene sus símbolos, sus santos, sus mártires, sus milagros, sus himnos, sus liturgias... Y tienen una fe inquebrantable. Y el que no piense eso es un facha... No soy monárquico, pero, para convivir, es más práctica que una tercera república.