Entrevista

Albert Boadella: "Los Goya me provocan desprecio máximo a mi profesión"

Estrena en Canal un tributo a la zarzuela, donde, dice, se viven "Malos tiempos para la lírica". Será la primera cita del homenaje que Madrid rinde a este "bufón" por sus seis décadas sobre las tablas

Albert Boadella cumplirá 80 años en verano y 60 de ellos sobre el escenario
Albert Boadella cumplirá 80 años en verano y 60 de ellos sobre el escenarioMiquel González

Albert Boadella nunca ha sido un señor que se callara nada, así que ahora, muy cerca de tocar los 80 años y con más de 60 sobre los escenarios, mucho menos. No dejará de ser un verso suelto en lo suyo. Lo último es que le apeteció regalarse un buen homenaje en los Teatros del Canal y allá que fue. Lanzó el órdago y se llevó la ronda. Ellos, cuenta, aceptaron «muy amablemente, pero porque yo se lo pedí. Si uno no lo hace...», añade el director de este cumpleaños más que gitano (del 15 de febrero al 12 de marzo) que toma la forma de ciclo «boadellesco»: reposición de Diva, varias jornadas de debate y el estreno, hoy, de Malos tiempos para la lírica, una reivindicación pesimista de la zarzuela: «Si sigue igual, tiene poco futuro». Arrastra así ideas de su último libro, «Joven, no me cabree» (Ediciones B), «esa actitud frente a las formas musicales actuales y también ante la vida», apunta; también su mirada hacia los más jóvenes, donde, sumido en el «cualquier tiempo pasado fue mejor», ve algún blanco y muchos negros.

−¿Qué encuentra negativo?

−Se han entregado a la vida fácil.

−Cuentan que la meta mayoritaria es ser «influencer»...

−Eso es una vida de ficción. Hay un par de generaciones de consentidos desde el parvulario. No están entrenados para las dificultades, a la primera acuden a la química.

−¿Y qué ve positivo?

−Tienen una cantidad extraordinaria de información. Si ahora no aprendes es porque eres un burro.

−En la obra, una cantante de zarzuela (Rey-Joly) va a ver a su maestro (Comas) a la residencia, ¿se imagina usted en una?

−Prefiero la eutanasia a la residencia. A mí me gustaría morir con las botas puestas, como Molière.

−¿Y le dan vértigo los más de 60 años de carrera?

−Ni sabría ni deseo hacer otra cosa. Bueno, sé cuidar mi jardín.

−Además de «para la lírica», ¿para qué son «malos tiempos»?

−Es una frase hecha que, hoy, tiene todo el sentido del mundo. Con la excepción de la danza, donde se están haciendo los mejores espectáculos de su historia, el arte no está bien, está en caída libre. Los libros, la pintura y la escultura han desaparecido bajo el imperio de las ocurrencias; y el teatro es un «blablabla» inacabable, falta de ética y es poco emotivo. Y si me refiero a la zarzuela... se acaba.

−¿No tiene futuro?

−Si continúa como ahora, poco; y mi generación tiene gran responsabilidad en ello. En Francia, la opereta tuvo una gran subida porque pusieron a grandes directores a hacer de ella algo muy actual. Aquí se consideró una cosa franquista y se despreció la posibilidad de hacer piezas interesantes.

¿Mezclar la zarzuela con el reguetón y otros géneros modernos es «prostituirla», que dice el personaje de Antonio Comas?

Todo es posible. Uno puede hacer versiones de lo que quiera, pero el resultado suele ser inferior. Cuando ves Las meninas de Picasso compruebas que es una mamarrachada, nada que ver con el original.

−¿Reguetón, trap... son «músicas siniestras»?

−Es música de consumo... Hay gente a la que le da igual el ruido, pero a mí no se me ocurre pensar que ese es el mismo arte que el de Mozart. Lo comercial obliga a una construcción constante de obras que pasan de moda a los diez minutos. Ante una estructura así es difícil componer la Pasión según San Mateo, de Bach. No tenemos músicos de su talla. El consumo rápido es fugaz, y ese es el camino más nefasto para el arte. Si quieres estar a la moda estás jodido, quedas en manos del mercado, no de lo que tú quieres hacer. Es lo que está pasando en todas las artes. En pintura no hay nada que se aguante. Por eso, cuando uno quiere ver pintura se va al Museo del Prado.

−¿Al Reina Sofía no iría?

−Eso es un tanatorio. Está más viejo que Tiziano, Velázquez y Murillo.

−Y, en calidad de fundador, ¿a qué le queda menos vida, la zarzuela o Ciudadanos?

−Esos están peor todavía.

−¿Cuál es la salida?

−El espacio de Ciudadanos, tarde o temprano, lo tendrá que ocupar alguien que no sea el PP actual, por mucho que hagan todos los esfuerzos. Ese hueco es del liberalismo, de una concepción de la política novedosa donde la ortodoxia no es la que manda, gente que dé la sensación de ser intelectualmente honrada, que no se mueva por los arreglos del momento ni haga trapicheos. Manda el concepto de igualdad, solidaridad y libertad.

−Suena muy francés...

−Está en su esencia. Ciudadanos está en caída libre, no hay duda.

−¿Sería muy diferente el panorama con ese gobierno Sánchez-Rivera de 180 diputados?

−Con Sánchez no se puede aceptar nada. Con cualquier otra persona del PSOE habría posibilidades, pero a él no le importa lo que le suceda a España ni a los españoles. Lo suyo es una psicopatía nunca vista, solo trabaja para él. Colaborar con Sánchez significa hundirte.

−A ver si por eso el rey de Marruecos no quiso ni acercarse...

−Solo por eso ya ha demostrado ser inteligente (risas) o, por lo menos, intuitivo. Es una lástima que no esté en mi época de teatro satírico porque este hombre tiene una obra extraordinaria y los tontos de mis colegas no lo aprovechan. No sé cómo no tiene una película.

−El documental sí llegó...

−Porque se lo hizo él mismo (risas).

−¿Vio la gala de los Goya?

−Esas cosas me producen desprecio máximo hacia mi profesión, que está estrictamente inclinada hacia un lado. Imagine que el PP hubiera hecho lo de rebajar las penas de más de 500 violadores, imagine el jolgorio..., pero aquí hay silencio total. Son vasallos del régimen.

−Ya que habla del «solo sí es sí», ¿tiene algún consejo para la ministra, para Irene Montero?

−Que vuelva al supermercado. Será más feliz porque se ha metido en un lío... Al menos, sería bueno que aprendiera algo de este desastre.

−En los Goya si salió la sanidad pública; ¿las protestas de Madrid son por ello o son contra la presidenta de la Comunidad?

−La izquierda intenta entrar por cualquier rendija para desprestigiar a Isabel [Díaz Ayuso] y es absurdo. Obviamente todo es contra ella. No tienen ningún motivo.

−¿Es un riesgo privatizar de más un sector como la salud?

−Se trata de que la sanidad funcione. Por ejemplo, los Teatros del Canal se dirigen desde Cultura y el personal es privado. La gestión privada tiene la ventaja del libre mercado: la gente no se instala en el puesto. Es triste que la administración no consiga que sus funcionarios trabajen a la perfección.

−¿Y el «procés» «se ha acabado», como dicen?

−(Más risas). Es como cuando Azaña, creo, dijo que España había dejado de ser católica a principios de los años 30; y, luego, a partir del 39 ya sabemos lo que ocurrió... Hay cientos de miles de ciudadanos que viven unidos por el odio a todo lo español. Hay que confiar en la generación que ahora tiene nueve o diez años y a los que el propio adoctrinamiento que están sufriendo les hará reaccionar a la contraria. Ellos van a enviar el separatismo al traste. La verdad es que no hay plan; si, por ejemplo, quisieran ser un paraíso fiscal la gente votaría con ilusión, pero no tienen ni eso. Esa es la realidad diga Sánchez lo que diga. Puede que el «procés» haya fracasado esta vez, pero también muchas veces antes y han vuelto.

−Veo que no hay que desprenderse del carné de Tabarnia...

−¡No! Mira que lo montamos como sátira y con humor, pero es que lo que sucede es tan demente que supera cualquier cosa que haga.

−Elvira Roca Barea defiende que ella votaría para que Cataluña se fuera de España, que «viviríamos todos mejor».

−Habría que decirle que piense en el 50% de los catalanes. Habría que poner precio a la hectárea (risas).

−Ya sabe, «la pela es la pela»...

−(Risas).