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Las vidas de Brian y de George Harrison

El documental «An accidental studio» se estrena el 12 de julio y recuerda la aventura cinematográfica de George Harrison, quien hipotecó su casa para pagar «La vida de Brian» y creó la compañía HandMade Films.

John Cleese, George Harrison y Eric Idle en una escena del filme "La vida de Brian"
John Cleese, George Harrison y Eric Idle en una escena del filme "La vida de Brian"larazon

El documental «An accidental studio» se estrena el 12 de julio y recuerda la aventura cinematográfica de George Harrison, quien hipotecó su casa para pagar «La vida de Brian» y creó la compañía HandMade Films.

Hay muchos escritores que detestan lo suyo. Odio escribir pero me encanta haber escrito, decía Dorothy Parker. Muchos llegan a la literatura casi por obligación y otros muchos, más optimistas, se proponen escribir las novelas que les gustaría leer. Es un caso parecido al del ex Beatle George Harrison con su extraña y poco ortodoxa aventura en el cine: pagó millonadas por financiar las películas que quería ver. Sobre todo, por una, la primera, germen de una década como productor, con más luces que sombras y que dejó una estela independiente y original en la cinematografía británica de los 70 y 80. Esa cinta es «La vida de Brian», de la que se cumplen 40 años, exactamente los mismos que del nacimiento de HandMade Films, la firma de Harrison y Denis O'Brien, otro lego en el cine. Como decimos, llegaron a la industria de casualidad y entraron como elefante en cacharrería pero con una flor en el culo. Hacía 8 años que Harrison vagaba por el mundo del arte, disparando temas propios influidos por el Maharishi, participando en causas benéficas como el Concierto de Bangladesh, pero sin pertenecer a nada ni nadie. ¿No es lógico que el fin del cuarteto de Liverpool, que llenó un espacio tan denso en un buen puñado de años, deje un hueco en el estómago para los años venideros? En 1978, el más desconocido de los Beatles, sintió la necesidad de pertenecer a algo, a un nuevo grupo, y no precisamente de música.

El documental británico «An Accidental Studio», dirigido por Bill Jones, Kim Leggatt y Ben Timlett, y que se estrena la próxima semana, narra el encuentro germinal entre Harrison y los Monty Python. En este caso, el hombre que formando parte de los cuatro de Liverpool había generado el fenómeno fan tal y como lo entendemos, era un rendido admirador del humor de este grupo británico que había saltado de la BBC a la gran pantalla. En 1969 incluso les envió una carta como admirador, aunque, según los Python, nunca la recibieron. Pero pronto iban a encontrarse. Tras el éxito de «Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores», EMI estaba deseando producir la nueva cinta de los Python. Pero cuando el guión llegó a manos del jefazo y a pesar de que ya se estaban montando los exteriores en Túnez, todo se paró en seco: aquella sátira ambientada en los tiempos de Jesús iba demasiado lejos. A EMI le entró el canguelo y los cómicos se vieron de repente con el proyecto entre las manos. Entonces, Eric Idle concibió la idea de escribir al hombre más rico que conocía: George Harrison. El entendimiento fue inmediato. Harrison habló con su agente financiero en Nueva York, Denis O'Brien, y éste le dijo que lo mejor era que lo financiaran directamente a costa suya. El ex Beatle puso 5 millones, e hipotecó su casa de Henley-on-Thames. ¿Por qué lo hizo?, le preguntaron. «Porque quiero ver esa película», respondió. Idle se referiría luego a aquella operación suicida como «la entrada de cine más cara jamás emitida».

El cine como salvación

Pero todo salió bien, más que bien. A pesar de que logró el consenso en contra de todos las comunidades ofendidas (judíos, cristianos, protestantes...) y se pidió el boicot, la cinta lo petó en Inglaterra y parte del extranjero, aunque en muchos países estuvo prohibida durante años. «Producir filmes es mi manera de ayudar a los demás», señala Harrison en una imagen de archivo del documental, en el que muchos directores inciden en la idea de que, sin su apuesta casi kamikaze, nunca hubieran hecho cine. Él mismo participó con cameos en varias de sus películas, como en «La vida de Brian», donde da vida a Mr. Papadopoulos.

Esta llegada «accidental» al cine de la mano de los Python lo convirtió en socio preferente del grupo de cómicos. EMI podía esperar, primero estaba HandMade Films, de Harrison y O'Brien. Otro de los hitos de la productora fue «Los héroes del tiempo», un proyecto muy personal de Terry Gilliam –otro personaje de marcado quijotismo en la industria, como demuestra su «El hombre que mató a Don Quijote»– en el que acabaron viéndose envueltos todos sus compañeros. No era un filme de los Monty Python, pero casi. Parecía que la sociedad conjunta estaba bien asentada después de un nuevo éxito inesperado en taquilla, pero poco después se desharía. Los Python sintieron que debían seguir su propio camino antes de que HandMade Films comenzara a condicionarlos. Así lo señala Terry Gilliam en el documental: «Después de los Beatles, Harrison quería ser parte de otro grupo y nosotros no estábamos interesados en saber cómo se habían peleado los Beatles. Solo queríamos hacer nuestro trabajo. Al ver las peleas encarnizadas del grupo por las decisiones creativas, George Harrison decidió irse del set y volver a Inglaterra». La sociedad se disolvió.

HandMade siguió adelante una década, al principio haciendo casi de coche escoba, recogiendo aquellos proyectos que las grandes productoras rechazaban. Nada era malo para Harrison. Leía el guión y decía «vale, hagámoslo», aunque nadie lo viera del todo claro. HandMade era una especie de empresa de causas perdidas, pero muchas de ellas triunfaron en taquilla (pero los Bafta nunca se fijaron en ellos), demostrando que el cine británico necesitaba de nuevos bríos y que este sello podía ofrecer ese punto de locura requerido. «Podías llevarles un chupa-chups, decirles que ése era tu personaje y te daban el OK para empezar a rodar», recordaba entre risas Bob Hoskins. Surgen así «noirs» como «El largo viernes santo», con Bob Hoskins y Helen Mirren, que serían dos fetiches de la productora, «A Sense of Freedom», «El misionero», con Michael Palin, otro gran puntal de esta aventura fílmica, «Water», con Michael Caine, «Withnail y yo»... Cintas muchas de ellas que con el tiempo alcanzaron la categoría de culto. Pero los comienzos rutilantes van dando paso a una filosofía distinta.

Estúpida vida de caricatura

La visión empresarial de O'Brien gana peso frente al amateurismo casi filantrópico de Harrison. HandMade entra en el engranaje: produce y produce y produce... Crece muy rápido y hasta da el salto a Estados Unidos. «Denis O'Brien cada vez estaba más convencido de que sus ideas eran mejores que las nuestras», señala Gilliam. Tanto que aquella libertad creativa de HandMade zozobra. O'Brien, villano del documental, mete tijera cada vez más a menudo. Y Harrison se evade de los problemas. La compañía está a punto de implosionar. A los 10 años de su creación, el ex Beatle decide bajarse del tiovivo del cine. Ya no quiere hacer películas para ver películas. Su desencanto queda claro en el discurso de las imágenes de archivo de la última cena de Navidad de HandMade: «Gracias por venir. Ahora váyanse a cagar. En serio, quiero agradecerles particularmente a los Python por haberme metido en esto. Es un placer fingir estar en la industria del cine, en esta estúpida vida de caricatura». Poco después dejó de fingir. «Harrison quería hacer películas que quería ver. El resto era suplementario. No lo tentaba el glamour del cine, más bien todo lo contrario. No era un tipo corporativo. Era él mismo y se notaba», señala Bill Jones.

Gracias a su apasionado piscinazo en el mundo del séptimo arte, jugándose su propio dinero, se rodó, entre otras, la considerada una de las mejores comedias de todos los tiempos: «La vida de Brian». «Era un tipo realmente muy locuaz y abierto en sus opiniones, un poco como los Python», asegura Ben Timlett. La compañía se vendió al cabo (el nombre original ha seguido en distintas manos hasta nuestros días) y George Harrison volvió fundamentalmente a la música, tal vez buscando en lo venidero un nuevo grupo al que pertenecer.