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Antonio Soler: "Es una historia de buenos y malos en ambos bandos"

El novelista malagueño cuenta en 'El día del lobo' (Espasa) el terrorífico cuento de su niñez
Antonio Soler: «Es una historia de buenos y malos en ambos bandos»
Antonio Soler: «Es una historia de buenos y malos en ambos bandos»J. Rojas
La Razón

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Érase una vez febrero de 1937. Carnaval sangriento en Málaga: confeti de vísceras, baile macabro de máscaras. Más de cien mil paisanos, cuatro rosaledas llenas, escapan por la carretera litoral rumbo a Almería de la zarpa de la fiera, que obedece a la orden beoda de sangre de Queipo de Llano. Marchan familias enteras, y no lo saben, derechitos a la boca del lobo. Les espera una emboscada por tierra, mar y aire. Cerca de cuatro mil civiles asesinados en el episodio más cruento de la Guerra Civil en Andalucía. Antonio Soler, ese corredor de fondo de la novela, lo recuerda a través de la memoria de su madre, de su abuela, que allí estuvieron, en «El día del lobo» (Espasa).
Alguien dijo que viajar a tus recuerdos es buscar pelea.
Quizás estar dentro del bosque no te deja ver su dibujo. Es algo tan consustancial con mi memoria que no he tenido hasta ahora la distancia suficiente. El origen está en una conversación en la que se me dice si conozco este episodio y si lo novelaría, y pensé que no hacía falta escribir una novela, con contar lo que le sucedió a mi familia bastaba; y ya fue tirar del hilo de las conversaciones que había tenido con mi madre, con mi abuela.
Omite referirse a «La Desbandá».
Nunca oí en mi familia ese término. Y hablando con descendientes de otras personas que hicieron ese camino, tampoco oyeron hablar así de ello. Voluntariamente lo omití porque no formaba parte de mi memoria ni de las personas con las que hablé. Se hablaba de un éxodo, de la carretera, del camino de Almería...
La metáfora del lobo.
Desde la infancia preguntaba por este episodio, sobre todo a mi abuela materna, y era como el niño que le pide al padre o a los abuelos que le cuenten un cuento. Me pareció bien emplear el paralelismo con los cuentos infantiles de «¡que viene el lobo!», que es el mal absoluto, desnudo. El libro comienza con «Había una vez».
La memoria ficciona.
Sin duda. La memoria es un territorio para la imaginación, para la ficción. Voluntariamente no invento nada, recojo la memoria de otras personas y mi propia memoria que recibí de la memoria de los otros: ahí está el trampantojo de dos subjetividades.
No se ahorra la dureza.
Tampoco he querido recrearme. Hablando con personas que vivieron aquello, hay dramas y escabrosidades para elegir. No he intentado abundar en eso, sino elegir unas cuantas imágenes del horror. También trato de reproducir el espíritu irónico que me transmitió mi abuela (materna).
Parece que no le guarda especial cariño a su abuela paterna.
No quiero decir que toda mi familia fuera buena, y los demás fuesen malos. No hago un blanco y negro en el libro, hay matices en la realidad. Mi abuela materna era una mujer fría, no quiero decir que fuese mala, pero se parecía a un frigorífico: lo que pasaba dentro de su mente era un enigma.
Una historia de buenos y malos.
En el fondo sí. Lo que buenos y malos están repartidos en un bando y en otro. Hubo desmanes en ambos bandos. Eso no significa equidistancia. En un lado hubo más desmanes, y con la diferencia de que un bando, el nacional, el terror viene de arriba hacia abajo, y en el otro, de abajo hacia arriba.
Hace memoria familiar e histórica. Hay leyes al respecto.
Me parece bien en principio el hecho de que se intenten desvelar determinadas cuestiones, que se dejen de ocultar algunos familiares, el rescate de algunas tumbas anónimas. No me parece tan bien que haya una utilización política, como si esto que es historia fuese un acontecimiento político actual.
Damos por sentado que no volverá a ocurrir...
Lo veo difícil por suerte. El contexto histórico es distinto. La vida tiene muy poco que ver. Estamos bajo el paraguas de la Unión Europea. En el 36 el afán máximo de Azaña entre otros era que nos socorrieran las democracias occidentales y cuando se inicia la República convertirnos en una democracia como Francia o Inglaterra. Azaña o Martínez Barrios firmarían una monarquía como la de hoy.
Hay quien vota al PSOE porque le mataron a su abuelo en la guerra.
Espero que no haya muchas personas que voten en esa clave. La España de hoy no tiene nada que ver con la del 36. Si vemos los índices de violencia del 34, 35 y 36... No hubo muertos ayer por cuestiones políticas en España. Claro que hay gente que quiere manipular la situación y transportarla al día de hoy, algo que es un disparate fruto de la ignorancia.
Queipo estuvo hasta ayer bajo las faldas de La Macarena.
Me parece fatal. Idolatrar a un personaje que era capaz de hacer las cosas que hizo... Si leemos sólo 8 ó 10 mensajes de los que él retransmitía por radio en Sevilla, con eso se ve la catadura del personaje. Que, por cierto, en primer lugar fue un republicano ferviente.
Y el carnicerito de Málaga, Arias Navarro, presidente del Gobierno. Qué rabia, ¿no?
No, me pareció que era la maquinaria del franquismo que continuaba. No me produjo una indignación especial a pesar de que sabía que había sido fiscal de la muerte en Málaga. Me pareció una cadena de transmisión del régimen. Un poco más de lo mismo.