Malvados de la historia (VII)

Arias Navarro, el hombre que anunció la muerte de Franco

Su actuación política estuvo presidida por la represión y como gestor era tan deficiente que el rey Juan Carlos lo definió como «desastre sin paliativos»

Fotografía de archivo (17-7-74) del anterior jefe del Estado, Francisco Franco, despachando con el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro
Arias Navarro, durante un despacho con Francisco FrancoOLEGARIO PEREZAgencia EFE

Ha pasado a la historia por una frase. «Españoles… Franco, ha muerto». El hombre salió en la televisión con cara circunspecta y gesto lastimero, para comunicar al país que el dictador había fallecido. Hablamos de Carlos Arias Navarro. Pero fue hombre de más de una frase. Su actuación política estuvo marcada por la represión y una gestión tan mala que el rey Juan Carlos dijo de él que era un «desastre sin paliativos».

Madrileño de 1908, estudió el bachillerato en el Instituto de San Isidro, Derecho en la Universidad Complutense, y se dedicó a opositar desde 1929. Según el documental «A sangre y fuego. Málaga» (2006), Arias Navarro se hizo pasar por anarquista, pero era un «quintacolumnista» que informaba a Queipo de Llano. Descubierto en diciembre de 1936, en lugar de ser asesinado, fue enviado a Málaga. Allí consiguió escapar y se unió al bando sublevado.

Tras caer la ciudad andaluza en febrero de 1937, Arias fue nombrado fiscal, firmando hasta 4.000 sentencias de muerte. Fue allí donde le pusieron el apodo de «Carnicerito de Málaga». Entre otros, ordenó fusilar al alcalde, Eugenio Entrambasaguas, a pesar de que intercedió el cónsul mexicano, Porfirio Smerdou. Después de escuchar al diplomático, según Diego Carcedo («El Schindler de la Guerra Civil», 2003), dijo: «nada puedo hacer. El alcalde de Málaga es una persona fusilable de oficio». Lo mandó ejecutar el 6 de marzo de 1937.

El embajador italiano, Roberto Cantalupo, quedó indignado por la represión en Málaga, y marchó a la ciudad. No quería que la victoria de las tropas de su país fuera manchada por el genocidio. Protestó a Arias, que contestó que no eran ellos quienes ordenaban los fusilamientos, sino que hacían «esfuerzos enormes para impedirlos y limitarlos, pero las armas se disparan solas». Aun así, Cantalupo consiguió que destituyeran a otros dos jueces crueles y que liberasen a una veintena de personas. La represión de los franquistas en Málaga respondió al asesinato de 3.000 personas por los republicanos entre julio de 1936 y febrero de 1937.

Arias Navarro pasó por otros tribunales antes que llegase al final la guerra civil española, como sucedió en las ciudades de Bilbao y Santander. Tras acabar el conflicto volvió a su vida privada, aprobó notarías y encontró destino en Cuevas de Almanzora, en Almería. Aburrido, se lanzó a la política. Ocupó varios cargos administrativos, lo que le sirvió para codearse con la élite franquista, sobre todo como Director General de Seguridad entre 1957 y 1963. Ganó entonces fama de trabajador, serio y muy leal a Franco.

Un urbanista nefasto

En 1965 fue designado Alcalde de Madrid. Era un hombre que venía a «modernizar» la capital. Remodeló algunos edificios, como el Cuartel de Conde Duque, pero en su empeño modernista convirtió Madrid en un gran nudo de carreteras con scalextric, permitió el derribo de ediciones emblemáticos y la construcción de rascacielos de dudoso gusto, como la Torre de Valencia, justo detrás de la Puerta de Alcalá.

En esos años entró en la camarilla de El Pardo gracias a su amistad con el matrimonio Alonso Vega. Esto fue determinante para su carrera porque Carmen Polo, esposa del dictador, insistió a su marido para que diera más responsabilidades a Arias Navarro. Fue así que llegó a ser ministro de la Gobernación en 1973, y al poco tiempo ETA asesinó al presidente del Gobierno, Carrero Blanco. Franco, hierático, dijo aquello de «no hay mal que por bien no venga», y nombró a Arias Navarro en sustitución del asesinado. Su objetivo, según dijo el dictador era el de imprimir un «nuevo rumbo político» para mantener «la solera» del Movimiento Nacional.

Sin embargo, Arias Navarro fue incapaz de hacer nada. Centrado en no contrariar a Franco no puso en marcha las reformas que anunció en febrero de 1974 ni cumplió con el «espíritu del 18 de julio». ETA, el FRAP y GRAPO asesinaban. Para mostrar autoridad aumentó la represión sobre CCOO y USO, y mandó ejecutar a cinco terroristas, y a Puig Antich y Heinz Chez, acusados de matar a un policía y un guardia civil. La invasión marroquí del Sahara, la famosa «Marcha Verde», se produjo también durante su presidencia. Aun así fue el primer presidente de Juan Carlos I. Afirmó en «Newsweek» que en España habría una democracia sin el PCE y sin romper con el franquismo. El 1 de julio de 1976 el rey lo cesó. Al año siguiente se presentó como candidato de Alianza Popular para ocupar la alcaldía de Madrid. Fracasó y se retiró. Murió en 1989.