
Sección patrocinada por 

Libros
El Cid, un mercenario convertido en superestrella
Nora Berend, catedrática de Historia Europea en Cambridge, analiza esta histórica figura bajo un riguroso proceso de desmitificación

Una de las más exitosas superproducciones de aquel «Hollywood español» de los pasados años sesenta, en que se rodaban aquí películas con capital americano, es «El Cid», de Anthony Mann. En la escena final de este film que recrea las vicisitudes del mítico guerrero del siglo XI Rodrigo Díaz de Vivar, vemos a este entablando batalla con una numerosa y aguerrida hueste musulmana, que huirá despavorida ante la sola presencia del héroe a caballo, que ya ha muerto y está apuntalado sobre su montura. Apócrifo episodio este que abona la faceta legendaria del adalid inmortal, que pertenece ya a una memoria colectiva de lances descomunales y temerarias hazañas. Sin dejar el séptimo arte cabe recordar la célebre frase en «El hombre que mató a Liberty Valance», de John Ford, al sostener un periodista que «cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda»; palabras estas que expresan la preponderancia popular de la mixtificada ficción sobre el académico rigor histórico. Esta ambivalente interferencia entre ambos extremos genera un sinfín de versiones narrativas sobre lo sucedido o lo imaginado, una variedad de relatos de gran eficacia literaria. Es precisamente el héroe cidiano quien ha suscitado múltiples romances, crónicas históricas, dramatizaciones –la obra de Pierre Corneille especialmente en el siglo XVII– y, sobre todo, un extenso y prácticamente íntegro cantar de gesta en los inicios de la literatura española: el «Poema de Mio Cid». Para dirimir entre la realidad de los hechos acontecidos y su legendaria deriva, Nora Berend, catedrática de Historia Europea en la Universidad de Cambridge, publica «El Cid. Vida y leyenda de un mercenario medieval» (Crítica). El objetivo de este ensayo queda claro desde los párrafos iniciales: «Este libro indagará en cómo un mercenario del siglo XI se convirtió en una estrella de fama mundial. Explorará las aparentes paradojas contenidas en la historia de un guerrero medieval que acabó siendo venerado como un santo, la personificación de las virtudes del patriotismo, un moralista y la mismísima alma de la nación española».
Retratos e hipótesis
Se expone aquí, en un riguroso proceso de desmitificación, la otra cara del héroe que, cabe no olvidarlo, era profesionalmente un guerrero en un contexto medieval de despiadadas crueldades, donde el botín de conquista suponía, junto a la mera ambición de poder, una avasalladora prioridad. Se debe considerar a este respecto, como ya enunciara el historiador Jaume Vicens Vives, que los hechos del pasado no pueden juzgarse éticamente con las presentes mentalidades, donde conceptos como «derechos humanos» o «leyes de la guerra» se hallan en liza en las contiendas contemporáneas. Ahondando en la semblanza del invicto guerrero, inmerso en la ferocidad de aquellas luchas territoriales, entre la realidad y la leyenda, aparece su auténtico rostro, plagado de las luces y sombras de la condición humana. Se presenta su retrato como conquistador de Valencia frente al dominio árabe, militar profesional al servicio por igual de reinos cristianos y señoríos musulmanes, figura clave de la Reconquista frente a la expansión de AlÁndalus, esforzado vasallo de Alfonso VI –«¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!», reza el «Cantar»–, al que se enfrentaría con el resultado del conocido destierro y posterior reconciliación. Se encaran aquí las diversas hipótesis sobre su personalidad como, por ejemplo, las opuestas teorías sobre el origen familiar. Por un lado, la innegable autoridad de Ramón Menéndez Pidal quien, en su ensayo «La España del Cid», esboza la humilde procedencia social del héroe; mientras que en la crónica biográfica del siglo XII, Historia Roderici, se defiende una ascendencia aristocrática.
Poco antes de morir, Rodrigo hará una sustanciosa donación a la catedral de Valencia; el documento que lo acredita exalta su figura civil como un enviado de la Providencia, un adalid cristiano decisivamente integrado en la empresa política de la Reconquista. Cobra así el mito un sesgo religioso donde los códigos morales responden a circunstancias bélicas que hoy entenderíamos como pura depredación: «Un saqueador, siempre que restringiera sus actividades a las tierras musulmanas, era un dechado de virtud cristiana». La elaboración de la leyenda priorizaba, con carácter de identificación nacional, la imagen del caballero leal, honrado, recto y justo, mientras que «se fueron borrando progresivamente los elementos que sonaran incongruentes con esa función: sus actividades al servicio de los musulmanes, su insubordinación a su rey y su falta de devota piedad cristiana». Especial atención merece la apropiación de la figura legendaria del Cid por parte del franquismo y, más concretamente, el paralelismo que se generaría entre el héroe y quien fuera «caudillo» –curioso apelativo medieval– de España. La épica del guerrero triunfante contra todo enemigo generaría un proyecto propagandístico que es aquí minuciosamente estudiado, asimilando la impetuosa iniciativa de la Reconquista a «una liberación equivalente a los esfuerzos de Franco por ‘‘liberar’’ a España de los bolcheviques».
El heroico guerrero
Resulta modélico el rastreo comparativo que se traza entre la verdad histórica y la ficción, bastante verosímil, del «Poema de Mio Cid», destacando en este el realismo de los feroces combates, el detalle de las estrategias militares, pero también la sensibilidad de íntimos momentos familiares, la humana emotividad del héroe, y la noble fidelidad de sus seguidores, claro reflejo del más genuino feudalismo. Este libro combina exhaustivo manejo de la bibliografía especializada, amplio conocimiento de las fuentes históricas, acertado ejercicio de crítica cultural, y un científico rigor académico que no excluye la amenidad expositiva. Recorriendo los referentes populares del mito, estas páginas abordan películas, cómics, novelas y poemarios protagonizados por el heroico guerrero; muestra todo ello de que actualmente, en inolvidable verso de Manuel Machado, «–polvo, sudor y hierro–, el Cid cabalga».
- Lo mejor: La perfecta conjunción entre solidez investigadora y amenidad expositiva
- Lo peor: Apenas nada reseñable aquí, tratándose de un ensayo de rigurosos planteamientos históricos
✕
Accede a tu cuenta para comentar