Icono de resistencia

Cierra la librería que sobrevivió a ETA y al franquismo por falta de lectores

Lagun, librería icónica de San Sebastián, se ve obligada a "echar la persiana" por la gran competencia ante gigantes como Amazon

Imagen de la icónica librería Lagun, símbolo de resistencia antifranquista y de la lucha del pueblo vasco contra el terrorismo de ETA
Imagen de la icónica librería Lagun, símbolo de resistencia antifranquista y de la lucha del pueblo vasco contra el terrorismo de ETAJavi Colmenero EFE

La tecnología abre puertas, difumina fronteras, potencia conexiones, pero también es arrolladora, dominante, intimidante. Parece convertirse en un debate eterno ese de si sus avances son mejores o peores amigos del ser humano. Y en este caso los debemos incluir en el segundo saco. Es por esas grandes plataformas, que te permiten recibir un pedido en menos de 24 horas, por las que los negocios locales y familiares sufren cada vez más. En el caso de las librerías, la competencia es clara: a esos gigantes como Amazon, que tienen todos los títulos literarios que se pueda uno imaginar, se le suma la piratería, cada vez más difícil de controlar. Por este motivo, cierra Lagun, librería de San Sebastián bastante reconocida por ser un icono de resistencia contra el franquismo y el terrorismo de ETA. Un baluarte cultural de la justicia que, finalmente, ha caído preso de las garras de Jeff Bezos y compañía.

A finales de los años 60 y principios de los 70, en España se vivió un «boom» de demanda literaria, pues la Ley de Libertad de Imprenta que presentó Manuel Fraga permitió que muchos libros prohibidos durante la dictadura se quitasen el polvo de encima. En este marco, fueron naciendo nuevas editoriales, así como abriendo librerías con la misma filosofía que Lagun: la de luchar por la libertad cultural, la de un movimiento inconformista y en contra de las administraciones franquistas. Y pronto llegaron las sanciones, las pintadas, las amenazas por parte de la ultraderecha... pero ello no consiguió que el negocio fundado por Ignacio Latierro, María Teresa Castells y José Ramón Recalde cerrase. Y tampoco lo consiguieron, años después, los ataques, precisamente, de los enemigos del franquismo: ETA. Durante estos años de plomo, un terrorista murió al manipular una bomba, por lo que la banda decretó un día de luto en todo Donosti, obligando a los comercios a cerrar. No obstante, Lagun se negó, y eso les puso en el punto de mira. Pronto llegaron, de nuevo, las pintadas, las amenazas, así como un saqueo: los libros robados se quemaron en una hoguera en plena Plaza de la Constitución. La violenta «kale borroka» se acentuó contra el que había sido un emblema antifranquista, hasta el punto de que Recalde recibiese un tiro en la boca por parte de los etarras. Pero no por ello se rindieron en su labor de difusores culturales. El miedo a esta injusta censura se disipaba cuando la clientela apoyaba al negocio comprando los libros pintados u estropeados. Ahora, el problema reside, precisamente, en que faltan esa clientela, esos lectores comprometidos por la necesidad de la literatura y que, ahora, se ven sometidos a la tecnología.