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La increíble historia de Salazar, el dictador que perdió el poder pero le hicieron creer que lo tenía

Un libro cuenta la enorme pantomima que construyeron en torno al dictador portugués después de sufrir un accidente que le dejó incapacitado y al que engañaron con un montaje digno de “Good Bye, Lenin”

Antonio de Oliveira Salazar, dictador de Portugal entre 1933 y 1968
Antonio de Oliveira Salazar, dictador de Portugal entre 1933 y 1968La Raz

En 1968, Antonio de Oliveira Salazar visitó a su callista de confianza. Era, como tantos otros servicios, fiel amigo del dictador de Portugal desde hacía décadas y conocía los secretos del delicado pie del hombre que gobernaba el país con mano de hierro. Solo él sabía este hecho un tanto vergonzoso para el caudillo y emperador, porque la pequeña nación atlántica conservaba los mismos dominios de ultramar que hacía cuatro siglos. Salazar se disponía a dejarse tratar por su mano de confianza cuando resbaló y se cayó. Se golpeó la cabeza y quedó malherido, inconsciente. Pero exigió que nadie se enterase de lo sucedido. Sin embargo, el dolor no cesaba. Salazar se negaba a ser examinado y el dolor crecía. Hasta que dos días después terminó en un derrame cerebral. La increíble historia que sucedió a continuación la cuenta Marco Ferrari en “La increíble historia de António Salazar, el dictador que murió dos veces” (Debate). Un hombre que podría haberse enriquecido pero que, al morir, no tenía apenas propiedades y que hizo inscribir en su casa familiar: “Aquí nació el doctor Oliveira Salazar, un señor que gobernó y nunca robó”.

“Salazar estuvo en un estado medio vegetativo y de confusión durante algunos meses y tuvo que ser reemplazado en el poder por Marcelo Caetano. Nadie se lo dice, porque está muy delicado. Sin embargo, sin que se sepa cómo, se va recuperando. Y nadie le cuenta la verdad”, explica Ferrari. Al contrario, todo su entorno le hace creer a Salazar que sigue en el poder. Le “fabrican” cada día solo para él un ejemplar de “Diario de Notícias”, su periódico predilecto, en el que eliminan todo rastro de Caetano. Producen boletines de radio que solo se emiten en su residencia, organizan recepciones de embajadores, reuniones ministeriales, pero todo es falso. Una pantomima del estilo de la película alemana “Good Bye Lenin”.

Nadie le contaba la verdad al dictador que ya no lo era. “Todos los que ocupaban un cargo de poder habían llegado allí gracias a Salazar. Ninguno tenía la autoridad para decirle que ya no tenía más el poder. Él podía contestar ¿quién eres tú? Tú estás ahí porque te puse”, repone el autor. Hoy en día, semejante montaje sería casi imposible de mantener. Pero es que esta historia tiene otro punto que la hace parecer casi un cuento medieval. “Salazar gobernaba el imperio más grande de la época. Portugal mantenía sus posesiones coloniales casi idénticas a las de 1400. La pérdida de Goa en 1961 había sido dolorosa. Pero mantenían su camino político, comercial e histórico que iba por Lisboa, Azores, Cabo Verde, Guinea Bissau, Mozambique, Angola, Goa, Timor Oriental y Macao”. Para Salazar, él era heredero del imperio, elegido por Dios en misión evangelizadora. “Exactamente. Había estudiado en el seminario y creía en la misión de la evangelización de la cultura portuguesa en el mundo. Se sentía la mano de dios. A él le habían asignado un destino”. Portugal era un país volcado hacia el Atlántico, que daba la espalda a Europa. Su vocación era hacia el mar y también su razón de ser. Sin embargo, curiosamente, Salazar solo salió de viaje una vez, a Francia, y llevó a cabo hasta 8 encuentros con Francisco Franco pero el dictador portugués siempre regresaba a dormir a casa. “Tenía un disgusto por el viaje. Pero a Franco también le pasaba. Estaba asustado desde la muerte de Sanjurjo en accidente de avión”, explica Ferrari.

La relación entre ambos dictadores ibéricos era cordial, de solidaridad, pero no demasiada. “Sin tener gran consideración del uno por el otro, tejieron una trama de ayuda mutua. Salazar se sentía más inteligente y refinado que Franco. Y temía la imprevisibilidad militar de Franco porque hubo un momento en que el franquismo pensó en entrar en Portugal. Salazar era muy cauto, racional, calculador y cínico. Y fue él quien aconsejó al español no intervenir en la II Guerra Mundial, porque Franco envió la División Azul a Rusia y él le aconsejó que se quedase neutral. Salazar fue inteligente. Franco, por su parte, se sentía distante de ese profesor provincial y casto. Pero admiraba el cálculo político que tenía”.

Uno de los aspectos más llamativos fue la negativa de Salazar a acumular patrimonio a pesar del control absoluto que tenía y de las posesiones en ultramar. “Cuando murió, tenía 200.000 escudos en el banco y una propiedad. Ningún miembro de su familia obtuvo un favor del poder de Salazar. Esa es la realidad. Era cínico y terrible y basó su imperio en la falta de libertad y la represión, porque en cuarenta años asesinó y torturó a 22.800 opositores,pero nunca robó nada. Era un hombre de campo, había pasado la juventud en el seminario y era muy católico”. Eso sí, a pesar de sus fuertes creencias, nunca practicó el perdón. “Nunca concedió una amnistía o una gracia a un condenado, y eso que llegaban muchas cartas de sus mujeres pidiéndolo. Lo hacía para mantener el estado unido y las colonias. Por eso era necesario que los opositores fueran castigados. Hubo 8.000 desertores y 200.000 huidos. Y finalmente La Revolución de los Claveles nació en los jóvenes capitanes que no querían irse a África a morir en la selva”, cuenta el escritor. ¿Tuvo miedo de cobrarle simpatía a Salazar? “No se puede decir simpatía, pero cuando se analiza a una persona se entra en su carácter y se pueden admitir sus defectos y virtudes. Para mí, es un dictador que asesinó y torturó. Pero el mantuvo al país neutral en la guerra y cuando hicieron una encuesta en la radiotelevisión pública portuguesa en 2007 para elegir al portugués de la historia, la gente, por el 44 por ciento, escogió a Salazar”, recuerda el escritor, que llegó al país por primera vez justo cuando se acababa de producir la revolución de los claveles. “Había muerto hace años, pero era como que Salazar iba a aparecer en cualquier esquina. Estaba en el teatro, subía al elevador de Santa Justa. Estaba muerto, pero era una sombra en todas partes”.