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'El asesinato de los Aosawa': cuando la subjetividad puede con la verdad
Riku Onda reconstruye la muerte de una familia (y amigos) por envenenamiento de forma similar a Akira Kurosawa en 'Rashomon' (1950)
Una de las obras cumbres del cinema japonés y del cine universal es 'Rashomon' (1950), de Akira Kurosawa. Se relata un suceso que tres testimonios presenciales narran en un juicio lo ocurrido desde perspectivas opuestas. Esta narración de puntos de vista contradictorios se conoce como efecto Rashomon.
En 'El asesinato de los Aosawa', de Riku Onda, trata la reconstrucción el asesinato múltiple de una familia y amigos por envenenamiento de forma similar, a partir del testimonio de distintos personajes, ninguno de ellos testigos presenciales y por tanto subjetivos. Escribe la autora que "uno empieza darse cuenta de que todos los relatos son, sin excepción, ligeramente distintos". Para concluir que "la verdad no es más que un tema visto desde una perspectiva determinada".
Si en 'Rashomon' la verdad asomaba entre las mentiras interesadas de los testimonios, en la novela de Riku Onda la verdad es imposible de hallar por ser subjetivo el relato de quienes conocen los hechos de oídas. Razón por la que si en el filme el desenlace es sorprendente aquí sea vagaroso. Y lo es porque la autora plantea la reconstrucción del crimen múltiple como sucesivos relatos circulares que buscan enmascarar la verdad.
Un capítulo, una conjetura
En cada capítulo, un personaje conjetura sobre el crimen sin aportar nada sustancial, excepto la fascinación por la tragedia. Imposible pues entender el porqué del crimen y al urdidor de la masacre. El lector empieza a sospechar que la autora no está escribiendo una novela negra convencional, sino un siniestro drama familiar.
Si se recrea morbosamente la escena criminal es para dotar de sentido el pasado de Makiko, obsesionada con la niña superviviente de la masacre, hasta identificarse con ella. Riku Onda describe de forma preciosista una acción detenida en el tiempo del recuerdo. Prosa poética para constatar la fascinación enfermiza de Makiko por la belleza de la mal. El crimen es el pretexto para regodearse en la nostalgia. Casi siempre empalagosa.
A la ceguera de la protagonista, Hisako Aosawa, una soñadora enferma de belleza, se añade la ceguera voluntaria de Makiko, angustiada con la pregunta: ¿son responsables los soñadores de que sus deseos más oscuros se realicen? La novela es la repetitiva pregunta que ninguno quiere contestar por miedo a constar lo que desde el inicio es evidente si alguno quisiera ver.
- Lo mejor: Una novela enigmática como un sudoku irresoluble.
- Lo peor: La morosidad del relato, a veces cansino por repetitivo.