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El otro eje Berlín-Madrid: la vida entre dos mundos de Ingeborg Schlichting

La madre de la periodista Cristina López Schlichting, publica “Así encontré la felicidad” un libro que recorre su vida desde la Alemania nazi hasta su asentamiento en España
Ingeborg Schlichting, en los años 50
Ingeborg Schlichting, en los años 50La Razón

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Llegó con 20 años y ya lleva más de 60 en España, pero aún no ha perdido el acento alemán, vivió su juventud en la Alemania del nazismo y su postguerra con muchas necesidades y privaciones. En 1958 llegó a una España llena de contrastes muy distinta a la actual y el choque la dejó tan impactada, que rápidamente se enamoró de ella. Últimamente, Ingeborg Schlichting ha alcanzado un protagonismo mediático que a ella misma ha causado sorpresa, “porque no lo esperaba”, colaborando con su hija, la periodista Cristina López Schlichting, en su programa de fin de semana en la radio, tanto, que la editorial Harper Collins le propuso escribir una especie de memoria de su vida que ahora acaba de publicar: “Así encontré la felicidad. Vivencias de una alemana que se enamoró en España”. “Yo no contaba con esto, al principio me daba un poco miedo, pero creo que se me dio mejor de lo que pensaba”, explica la novel escritora, que comienza su libro recordando aquellos años de adolescente en su Hamburgo natal mediatizados por la II Guerra Mundial. “Los niños se acostumbran y sufríamos menos que nuestros padres, pero carecíamos de todo, los bombardeos rompieron los cristales y poníamos cartones, las temperaturas eran bajas, no había luz ni agua y la alimentación era escasa, racionada con cartilla y sin apenas género en las tiendas”, explica.
Vino a España para aprender el idioma, “mi español estudiado en la escuela de comercio era insuficiente –explica- y cuando empecé a trabajar lo necesitaba, por eso vine unos meses para perfeccionarlo con una amiga”. Y el contraste con Alemania fue brutal. “Madrid me entró por el ojo rápidamente, es una ciudad maravillosa que me acogió con mucho cariño, aquí no te sientes extranjero –asegura Schlichting-. Comenzamos a trabajar como “au pairs” cuidando niños, lo que le permitió conocer Extremadura, de la que sigo enamorada”. “Fuimos a un cortijo familiar y fue un descubrimiento maravilloso porque era como una tierra virgen y encantadora, gente sencilla, muy luchadora y trabajadora y un poco olvidada. Con ellos fui también a San Sebastián y me pareció una de las ciudades más elegantes del mundo. En Madrid lo pasaba tan bien, que no añoraba Hamburgo. “Comencé a vivir la adolescencia que no había tenido en una postguerra seria donde solo pensábamos en trabajar y salir adelante, mientras que en Madrid ¡había una marcha…! (risas), bares, terrazas, cafeterías, cines…siempre estaban llenos y aunque había poco dinero, ese era el espíritu”. Además –continúa Schlichting-, el cambio de tiempo, llegamos en primavera con abrigos, guantes, bufandas…y aquí las chicas iban ya sin medias y en mangas de camisa”.
Ingeborg Schlichting en la actualidad
Ingeborg Schlichting en la actualidadLa Razón
Todo era distinto, como el ritmo de trabajo. “Me costó porque yo venía con mi mentalidad alemana y aquí todo era muy relajado, no se tomaban muy en serio los horarios, te habrían la ventanilla un cuarto de hora más tarde porque estaban hablando de fútbol. Tampoco comprendía por qué los albañiles gritaban cosas a las mujeres por la calle, hasta que entendí aquellas barbaridades”. Le llamaron la atención costumbres como la Semana Santa, “que me resultaba impresionante, la gente se ponía de negro, los hombres brazaletes y yo pensaba, no pueden estar todos de luto”. Sin embargo, cayó rendida a la fiesta de los toros y la tortilla de patatas. Comenzó a trabajar en las oficinas de Lufthansa y al poco tiempo sucedió algo que lo cambió todo, “conocí a Felipe (López Martín de Loeches), el amor de mi vida, y aunque me encantaba España, no me hubiera quedado porque mis padres eran muy mayores, habían perdido a mi hermano en la guerra y necesitaban mi compañía, pero por él me quedé, aunque nunca los dejamos olvidados porque todos los años, el mes de verano fue para pasarlo con ellos”. Cuenta Ingeborg, que aquellos viajes en coche a Alemania eran memorables. “Mis hijas todavía se acuerdan de cómo lo pasaban, tardábamos un semana en ir y otra en volver, aprovechábamos para hacer turismo por Europa”.
Dejó de trabajar en Lufthansa. “Queríamos tener hijos enseguida y decidimos que sería mejor cuidar de la familia y mereció la pena, porque tengo cuatro hijas y diez nietos maravillosos”. Recuerda divertida que, de tener un hijo varón, su marido quería llamarlo Adolfo, por un hermano difunto, “pero mi madre me decía, ¡por Dios hija, cómo vas a poner ese nombre a un niño! En Alemania nadie lo hacía porque recordaba a Hitler, y entonces yo paría una niña”. La educación de sus hijas, su pasión por el arte, la pintura, la música y los viajes, sus escapadas a Hoyocasero en Gredos, donde pasaban parte del verano y acabaron teniendo una casa o su pasión por la cocina, heredada de su madre y de su abuela, cocinera profesional en casa del canciller Bismarck, han ido conformando una vida plena. En 2022 perdió a su marido. “Fue muy duro, pero hay que ser agradecido y conformarse porque hemos vivido 65 años juntos, pasé un año muy malo, pero escribir el libro me ha ayudado”, comenta una autora satisfecha, sobre todo porque dice que “hay oyentes de la radio que me reconocen por la calle por la voz, noto su cariño y eso me hace feliz”, como la hizo esa señora que “vino expresamente de Asturias para conocerme, trajo una bandeja de galletas, se fue al pueblo de Ávila y me busco para dármelas y eso es maravilloso”, concluye.