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Feria del Libro de Madrid

"Vámonos pa' la Feria, cariño mío"

Los feriantes librescos pudieron resarcirse este domingo en una FLM a pleno funcionamiento de las limitaciones por causas climatológicas del viernes y del sábado

La escritora María Dueñas posa con uno de sus ejemplares durante la 84ª Feria del Libro de Madrid, en el parque del Retiro, a 1 de junio de 2025, en Madrid (España). Esta edición de la Feria del Libro está dedicada a la ciudad de Nueva York y se prolongará hasta el 15 de junio. Entre los autores que participarán destacan Vivian Gornick, Junot Díaz y Katie Kitamura. A lo largo del Paseo de Coches del Retiro se han instalado 365 casetas, seis más que en la edición anterior, que incluyen 121 lib...
María Dueñas ayer en la Feria del Libro de MadridGustavo ValienteEuropa Press

Por fin ayer, domingo 1 de junio, la Feria del Libro de Madrid recuperó la normalidad: las altas temperaturas y la ventolera, más propia de Tarifa, que deslucieron la inauguración del viernes de la 84ª edición y que retrasaron anteayer la apertura vespertina del gran evento libresco del Parque de El Retiro dieron un respiro para que los miles de asistentes pudieran disfrutar de la Feria en toda su extensión en jornada dominical, ya viniesen de misa en la Concepción o de un after por Conde Duque. Todos los caminos, en fin, conducen a la FLM.

Y es que acaso la calima sofocante y bochornosa que se apoderó de Madrid hizo recordar más bien a alguna edición pasada de la Feria de Abril de Sevilla en las que el calor apretaba como una presión alta de un equipo de Luis Enrique: por ello, no era de extrañar que algún visitante entrara a El Retiro más en busca de una refrescante jarra de rebujito que de la firma de su autor de cabecera. El clima era tan hostil que fruto de una alucinación pasajera alguno quiso ver los nombres de las calles de toreros que cartografían el ferial hispalense –Juan Belmonte, Joselito el Gallo, Gitanillo de Triana, etcétera– en vez de los «soviéticos» bloques que estructuran la madrileña fiesta de la literatura. Incluso, no sin guasa, se oyó a un visitante tararearle a su pareja, cuando entraban por el acceso de O’Donell, el estribillo de aquella famosísima sevillana de El Pali que dice «Vámonos pa’ la Feria, cariño mío». Otros, más prácticos, entraban al primer pabellón –«refugios climáticos», que dirían los terroristas de la cursilería moderna– que tuviesen a mano, más en busca del cobijo del aire acondicionado que de una buena turrita sobre narrativas indígenas del sur de Chile.

Firmas por doquier

Ayer, ya decimos que por fin con una jornada completa, las muñecas de los escritores y de los youtubers trabajaron más que las de Carlos Alcaraz, quien a primera hora de la tarde jugaba la cuarta ronda de Roland Garros, o que las de Morante de la Puebla, que el sábado salió a hombros de la plaza de Ávila. Tanta tinta corrió sobre los mostradores de las casetas de la Feria del Libro que los calamares, sin su tinta, mostraban un aspecto anémico.

Además de al eurodiputado Esteban González Pons, que presentaba a mediodía su «Libro de Pecados» en la Biblioteca Eugenio Trías, se pudo ver firmando ejemplares por El Retiro a escritores de la talla de María Dueñas, quien hizo doblete de mañana y tarde con su flamante novela «Por si un día volvemos» (Planeta), o de Lorenzo Silva quien firmó cientos de ejemplares de «Las fuerzas contrarias» (Destino) a la hora del aperitivo –o del vermú como se dice en Madrid– en la caseta de la librería «Estudio en escarlata».

También se vio por allí al joven filósofo Jorge Freire, que vino andando desde Guindalera pese a la solana con sus «Extrañados» (Libros del Asteroide) bajo el brazo. No faltó a la cita Gonzalo Núñez, venido no sé si de Salnúcar o de Sevilla, para firmar «Los retratos desparejados» (Sr. Scott). Fernando Aramburu, Dolores Redondo o Jöel Dicker también hicieron acto de presencia en la Feria.