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Loquillo: «¿Actuar por una causa? Ahora sólo tocaría por Cáritas»

Publica «El hijo de nadie», una larga charla periodística en la que dispara contra todos

Cristina Bejarano
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José María Sanz, «Loquillo» (Barcelona, 1960), está emocionado con el éxito de la película «Searching for Sugar Man», ganadora del Oscar al mejor documental, una historia sobre un músico que ignoraba que era una celebridad en otro país, después de varias décadas trabajando como albañil en el frío Detroit.

–Éste es el poder de la música, es increíble. Mira, el otro día se me acercó un sacerdote a hablar. Yo no sabía si era cura o si era un fan de Morrisey con alzacuellos (risas). He visto de todo, chico –aclara–. Me dijo que había escuchado «Hombre de negro» [tema de Johnny Cash que Loquillo y los Trogloditas versionaron en castellano] y que se había emocionado. Me dijo que en esa canción están los valores cristianos. Yo me quedé flipado. Y me regaló su rosario, que lo guardo como una pertenencia preciada.

–Pero usted no es creyente...

–Yo me identifico mucho con los cristianos de base. No creo en la Iglesia católica, entre otras cosas porque en mi casa no era bien vista. Pero creo en esos valores absolutamente. Me parecen fundamentales.

–Hay muchas causas nobles por las que cantar. ¿Por cuál empezaría?

–Joder, por lo que tenemos cerca, por nuestros vecinos. El mundo está muy mal y hay causas importantes, pero hay que empezar por lo nuestro. Como hace Cáritas, por la gente de cerca. Actuaría para ellos gratis sin pensarlo. Si me lo piden, lo haré. Con la cantidad de conciertos que se hacen por idioteces, me sorprende cómo no somos capaces de hacer algo por nuestros vecinos. Por nuestra gente.

–¿Qué están haciendo los músicos por esas luchas?

–Nada. No hay más que ver la música que hay. Los músicos deben tener un compromiso con lo que cantan, no estar para comprarse una casa en Menorca. Y debe notarse la realidad que vives, pero es que sólo hay unas chicas que cantan que parecen salidas de la Sección Femenina, con la falda plisada, que sí, que dan mucho morbo, y luego están los otros, los chicos de «Preu», con jersey de pico. Y en Cataluña, ya ni hablamos. Son músicos inofensivos, que es la peor palabra que puedes utilizar para el rock. Hubo cierta polémica porque el año pasado no iban grupos catalanes al Primavera Sound. Bueno, estarán contentos, que ahora tienen a los Manel. A ver si el año que viene toca otro grupo catalán con otra visión de Cataluña, pero no, no creo que llamen a Sidonie.

–Vive en Donosti. ¿Cómo ve la situación en el País Vasco y Cataluña?

–En el País Vasco es el momento de la responsabilidad. La Transición no podrá estar concluida hasta que ETA no entregue las armas, pero cuidado, hay que dejar que lo hagan los partidos vascos. Que haya respeto y que les dejen resolver sus problemas. Y en Cataluña, mientras todos los catalanes no sean considerados iguales, nada va a funcionar. Hay una mitad de la población que se ve excluida. Hablo, por ejemplo, de la música. Se subvenciona a emisoras y revistas y canales que ponen música en catalán y se ignora a los catalanes que escriben en castellano. Y no estoy hablando de cuatro familias que lo quieren en las aulas, que eso es ridículo. Hablo de que hay periódicos que tienen tirada en catalán para tener subvenciones, pero claro, el precio es convertirse en prensa afín.

– Creo que su hijo, Cayo, prefiere ser periodista a rockero... ¿qué le dice usted?

–Tiene que hacer lo que quiere hacer. Son malos tiempos, pero también se puede poner el contador a cero. Pero claro, yo me crié con el caso Watergate y ahora ves que en la Prensa se expulsa a los críticos disfrazándolo con un ERE, o que su línea editorial se opone a la nueva regulación laboral y luego la utilizan para despedir a su personal.

–Usted va a girar con Ariel Rot y Leyva este verano; es la primera vez que Live Nation se implica en un a gran gira con artistas nacionales.

–Yo lo llamo mi recreo (risas). Va a estar muy bien, pero es una demostración de que los grupos españoles pueden tener el mismo nivel que los extranjeros. Nos deberíamos sentir orgullosos. En ese sentido respeto a festivales, como el Sonorama, que han roto con el provincianismo de que no se puede poner un grupo español de cabeza de cartel. Pues meten a 30.000 personas sin una puta subvención.

–No corren buenos tiempos para el sector de la música.

–Es que parece un plan perfecto. Han destruido las compañías, porque dicen que cobran demasiado por sus soportes; han destruido a las sociedades de autores; han eliminado el canon, y ahora han subido el IVA cultural. Cuando no quede nada, vendrán las compañías telefónicas, para reconstruir el negocio. Ya lo están haciendo, pero se van a quedar con todo en unos años. Y encima tendremos que agradecérselo.

El monstruo de una sola cabeza

Dice Loquillo que es un músico «a punto de salir de la larva». Admite que hace ya tiempo que no distingue entre la persona y el personaje, pero es que su problema es más complejo. «Hasta ahora, tenía dos cabezas, una que podía salir a un teatro a cantar poesía, y otra que defendía en un escenario un concierto de rock. Pues después del disco que estoy preparando con canciones de Gabriel Sopeña, voy a cerrar un ciclo. Será el tercer disco con compositor ajeno después del de Luis Alberto de Cuenca y Sabino Méndez, y el monstruo ya sólo será uno», asegura Loquillo, que, además, verá reeditados cinco nuevos álbumes con EMI próximamente: «Los tiempos están cambiando» (edición original en 1980), «La mafia del baile» (1985), «Mis problemas con las mujeres» (1987), «Morir en primavera» (1988) y «Cuero español» (2000).