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Cine

La "Mansión encantada" de Disney sigue siendo para el verano

La franquicia vuelve a recurrir a la adaptación de una de las atracciones de sus parques temáticos como ya hiciera con «Piratas del Caribe»

Una casi irreconocible Jamie Lee Curtis, como la mítica Madame Leota dentro de su bola de cristal en la cinta dirigida por Justin Simien
Una casi irreconocible Jamie Lee Curtis, como la mítica Madame Leota dentro de su bola de cristal en la cinta dirigida por Justin SimienDisney

Como todo lo que tiene que ver con el campo aparentemente ilimitado y expandido de la imaginación, las bases arquitectónicas de la mega atracción de simulación del terror que constituye la Phantom Manor, conocida comúnmente como la casa del terror de Disneyland Paris y culpable voluntaria de la prolongación milenaria de las pesadillas de los niños, proceden del mundo real. Concretamente de las enormes mansiones de San Francisco construidas en la época de la conquista del oro en suelo norteamericano rodeadas de naturaleza y silencio y construidas sobre antiguos cementerios indios que quedaron abandonadas y enterradas en el polvo tras el derrumbamiento sistemático del triunfalismo conquistador de sus propietarios.

Otro fotograma de "Mansión encantada"
Otro fotograma de "Mansión encantada"Disney

Toda esa imaginería telúrica, pistolera y violenta tan propia de la zona oeste de Estados Unidosno solo ha sido utilizada para el argumentario fundacional del país, sino para la creación de universos inventados. Universos como los de este parque de atracciones histórico y emblemático regido por la presencia ficticia del Sr. Ravenshood, propietario de la empresa Thunder Mesa Mining Co que gestiona la mina de oro que se encuentra en la atracción de Big Thunder Mountain, la cual está protegida por el espíritu indio conocido como "el pájaro del trueno".

Una casa de película

Tal y cómo dicta el decálogo literario de Disneyland en el que debemos sumergirnos momentáneamente para seguir el hilo primigenio de esta historia, durante los años en los que Ravenshood y su familia vivieron en Phantom Manor, tuvieron lugar acontecimientos misteriosos, de esos que tanto alimentan el miedo de los temerosos y fortalecen la convicción de los descreídos. Melanie, la hija del Sr. Ravenshood, tenía previsto casarse e irse lejos después de la boda y su padre no estaba nada contento de que las consecuencias que eso tendría. Sin embargo, un día antes de la boda, el mencionado pájaro del trueno se despertó y provocó un terrible terremoto en la ciudad, donde murieron el Sr. Ravenshood y su mujer. Al día siguiente, cuando estaba prevista la boda de Melanie, el novio se presentó, pero Melanie decidió no casarse y encerrarse en la mansión que nos ocupa.

Nadie volvió a verla desde entonces y para descubrir qué le pasó y poder identificar al nuevo dueño de Phantom Manor, caben dos opciones potencialmente estimulantes si tienes 8 años o en su defecto te encargas de niños que los tengan: visitar el caserío maldito ubicado en territorio galo o meterte en una sala de cine para disfrutar del estreno de «Mansión encantada», la nueva película de terror de la factoría inspirada en la famosa atracción, arropada por un elenco interpretativo que ni Owen Wilson, Jared Leto o Danny DeVito parecen ser capaces de salvar del todo y enclavada dentro de la histórica relación promocional de la empresa del creador de Mickey Mouse con la industria audiovisual a la que sigue estando fuertemente ligada en términos de producciones y resucitaciones varias de la herencia Disney como ya ocurriera con «Piratas del Caribe».

Un fotograma de "Mansión encantada"
Un fotograma de "Mansión encantada"Disney

El cineasta Justin Simien («Bad Hair» o «Queridos blancos») es el encargado en esta ocasión de dirigir un guion de Katie Dippold (autora, entre otros, del de «Cazafantasmas») que cuenta la historia de una mujer y su hijo que reclutan a un variopinto grupo de expertos espirituales para que les ayuden a liberar su hogar de unos ocupantes sobrenaturales. En una reciente entrevista concedida con motivo del estreno, Simien ubicaba los orígenes de su apasionamiento por el universo de los sueños infantiles en unas vacaciones familiares en Disney World, lugar donde según el cineasta, «se produjeron dos acontecimientos que me traumatizaron de por vida: el primero fue cuando monté en la Space Mountain con las manos de mi madre tapándome los ojos le gritaba a Dios que nos salvara; y el segundo, la parte al final de Mansión Encantada donde un fantasma que hace autoestop en un espejo parecía ir conmigo hasta la salida. Tenía ocho años y pensé que era un truco, pero no pude averiguar cómo lo hacían. Durante años me pregunté si ese fantasma seguiría haciendo autoestop conmigo en el mundo real. Volví muchas veces a Disney World a lo largo de mi infancia, pero fue más tarde, en la Universidad Chapman, cuando me enamoré íntimamente aquel lugar, lo que dio como resultado un trabajo de verano como miembro del personal y como operador de atracciones del parque. Pero a esas alturas, la magia de Disney ya estaba indisolublemente ligada a mis ambiciones como realizador de cine. Montaba en las atracciones de Mansión Encantada y Piratas del Caribe, maravillándome de la facilidad con la que se me ponía la piel de gallina gracias a sus detalles y a su capacidad para sumergirme en la historia. Me preguntaba cómo podría recrear este sentimiento exacto de asombro y fascinación en mis películas», aseguraba. Hasta que lo consiguió.

Sin embargo, la vinculación emocional con el universo de la factoría, pieza clave en la configuración de este filme, remite también a algo mucho más íntimo y personal como las raíces: «No solo sentía una conexión con el tipo de historia de la ‘‘Mansión Encantada’’, sino también con el lugar donde estaba ambientada. La familia de mi madre proviene de Luisiana y crecí rodeada de la cultura criolla negra. Llevaba en mi ADN los fundamentos culturales de un lugar como Nueva Orleans. Sé lo que hace un buen gumbo y lo que la música zydeco (originada por la combinación de la tradición musical cajún y elementos del blues) provoca en el cuerpo de las personas. Sé cómo las historias de fantasmas y lo paranormal crean una sensación de tragedia y consuelo. Yo llevo en mi ADN esa paradoja cultural».

Y es precisamente en esa simbiosis cultural de incógnita y evocación donde se sustenta esta aventura cómica revestida de misterio en la que la personificación de una casa enclavada a las afueras de Nueva Orleans donde los muebles se mueven solos y los gritos de presencias no identificadas se cuelan por las cerraduras de las puertas se convierte en el personaje principal del relato. ¿Con qué nos encontramos a su alrededor? con un grupo ecléctico de personajes humanos vivos –el matiz en este caso es importante– que ha experimentado algún tipo de circunstancia problemática que les ha impedido avanzar en la vida. Como a nosotros el miedo o el desconocimiento de no saber qué o quién se esconde debajo de la cama. Cuidado con mirar, no vaya a ser que nos decepcione lo encontrado.

Otras mansiones en las que no dormir

Excesivamente amplias, lúgubres, portadoras de estancias frías, silenciosas, imponentes, traumatizadas, heredadas o recién compradas, las mansiones con algún tipo de actividad paranormal en el interior de sus respectivas estructuras siempre han suscitado el morbo del espectador y la inspiración colosal de directores. Ejemplo de esta fascinación morbosa por enclaves sospechosos los constituyen nombres como los de Hitchcock en el caso de «Psicosis» y el esquizofrénico Motel Bates, James Wan y su antigua hacienda Arnold repleta de niebla envolvente y demonios inoportunamente juguetones que la familia Warren debe intentar purificar en la película «El conjuro» o Robert Wise y espeluznante «La mansión de los espectros», referenciada como una de los más aterradoras a pesar de la falta de escenas de violencia y estrenada en la década de los sesenta e inspirada en la casa embrujada más importante de la literatura creada por Shirley Jackson en cuyo interior las paredes mantenían su verticalidad y los ladrillos se entrelazaban limpiamente.