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María de Maeztu: sufragista y pionera

Fue una mujer de acción: conferenciante, pedagoga y escritora, fundó la primera asociación de apoyo mutuo entre mujeres, el Lyceum Club Femenino
María de Maeztu: sufragista y pionera
María de Maeztu: sufragista y pioneraFundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón
La Razón
  • Isabel Cendoya Díaz

    Isabel Cendoya Díaz

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La vida de María de Maeztu estuvo desde un primer momento muy marcada por su madre de ascendencia inglesa, con mucho carácter y una gran educación, quien logró hacer de sus hijos grandes personalidades, entre las que destacan la propia María y su hermano, Ramiro de Maeztu, cuyo pensamiento resultó fundamental para María, que la inspiró a escribir su propio compendio de obras hacia el final de su vida. Nacida en Vitoria (1881), se sabe que era una buena estudiante, en parte debido a su exigente madre: a su paso por la escuela obtuvo muy buenas calificaciones. Cuando terminó pudo completar su formación en la Escuela Normal de Maestras con lo que a los cuatro años siguientes logró una plaza como maestra en la escuela pública de Santander. No obstante, casi inmediatamente obtuvo un traslado a la Academia anglo-francesa (fundada por su misma madre) de Bilbao, en donde se había instalado su familia.
Al poco tiempo pudo lograr el grado de bachiller con una media de sobresaliente, y mientras que seguía siendo profesora inició la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca. Sin embargo optó por cambiar de planes, con lo que se trasladó a Madrid, cuidad en la que ingresó en la Universidad Central y pudo finalizar la especialidad de filosofía con Premio Extraordinario. Ahora que se encontraba en Madrid se adscribió a la nueva Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, encabezando siempre su promoción: debido a su excelencia llegó a ser nombrada profesora numeraria de la Escuela Superior de Maestras de Cádiz, aunque realmente nunca ejerció como tal.
Apoyada por su hermano Ramiro, conoció a Unamuno y, sobre todo, a Ortega y Gasset, de quien fue además alumna en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, y por quien tuvo desde entonces una enorme admiración. Formó parte del Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Ortega, y allí permaneció hasta el verano de 1916. Entre marzo de 1928 y marzo de 1930, fue además la única mujer vocal de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, en donde tuvo la misión de promover la comisión encargada de las relaciones culturales de la institución con América.
María, junto con Primo de Ribera, apoyaron el sufragio femenino. Tuvo también un papel protagonista en la fundación del Lyceum Club Femenino, asociación creada en 1926 a semejanza de otras europeas y centrada fundamentalmente en el apoyo mutuo entre las mujeres: «Aunque, naturalmente, tratamos de proporcionarnos con este club un lugar cómodo y agradable en el que entretenernos algunos ratos, es algo más que un centro de recreo lo que se pretende hacer. Se intenta facilitar a las mujeres españolas, hasta ahora recluidas en sus casas, el mutuo conocimiento y la mutua ayuda. Queremos suscitar un movimiento de fraternidad femenina...».
Formó parte de la asamblea Nacional e incluso en los años treinta llegó a ser vocal del Consejo de Instrucción Pública, y también miembro del Consejo Nacional de Cultura. Mujer de acción, viajera infatigable, conferenciante de éxito con gran proyección en España y en América, obtuvo diversos premios y reconocimientos, como el doctorado honoris causa por el Smith College, en 1919, el nombramiento como miembro correspondiente de la Hispanic Society of America, o el de profesora honoraria de la Universidad de México.
La Guerra Civil y el fusilamiento de su hermano Ramiro la trastocaron profundamente, lo que la llevó a distanciarse de sus ideas liberales y arraigarse en un conservadurismo más radical. Se instaló entonces en Argentina, donde desarrolló una intensa actividad docente en la Universidad de Buenos Aires, que completó con numerosos cursos y conferencias en diversas ciudades de ese país, así como en Chile y Uruguay. Una parte importante de los escritos y traducciones de María de Maeztu se refieren a cuestiones educativas y pedagógicas resaltando siempre su aspecto psicológico. Escribió genéricamente sobre la escuela, escuelas rurales, y la importancia de los juguetes o del cinematógrafo. Prestó especial atención a los planteamientos aplicados en Gran Bretaña, y, muy frecuentemente, centró su estudio en la escuela primaria. Y escribió también sobre la condición de la mujer, para la que reclamó un lugar activo en la sociedad. Su intención principal hacia el final de su vida fue recopilar y divulgar la obra y el pensamiento de su hermano Ramiro, no sólo por admiración y afecto fraternal, sino por convicción ideológica, lo que la animó del mismo modo a escribir varios ensayos.