"Mikado": la serendipia macabra de Emanuel Parvu
El director rumano estrena su película en España tras pasar por la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián
Madrid Creada:
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Hay casualidades y hay causalidades. Esa es la premisa desde la que parte la sorprendente "Mikado", película rumana dirigida por Emanuel Parvu y que pasó por la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián de 2021. Estrictamente pandémico, por el contexto más que por lo que narra, el filme nos lleva hasta un hospital, donde dos jóvenes trabajan como voluntarios. La chica de la pareja, en un gesto de buena voluntad, regala a una de las niñas enfermas un collar que le acaban de regalar sus padres, ya que comparten cumpleaños. Ese simple gesto caritativo, acusaciones de robo y donaciones al centro médico mediante, se termina por desarrollar como una especie de thriller social en el que nadie se acaba de fiar de nadie.
Protagonizada por Serban Pavlu, con el que Parvu repite tras su ópera prima, y con un reparto que completan Ana Indricau, Tudor Cucu-Dumitrescu o Vlad Brumaru, "Mikado" es una de esas películas pequeñas y contenidas, pese a lo salvaje de su trama por momentos, en las que merece la pena inmiscuirse y, de paso, aportar suspensión de la incredulidad. El lío, que se va acrecentando de la mano de un metraje consciente de los nuevos tiempos del drama europeo -ese cine festivalero que a veces aburre y que aquí se amarra-, bien merece la oportunidad. Parvu, que todavía tiene pendiente de estreno en su país la "Miracol" que llevó a Venecia, atiende a LA RAZÓN con motivo del estreno de su película, una endiablada rara avis sobre las consecuencias de nuestros actos.
-¿Cómo nació el proyecto? ¿De dónde surge la idea original del guion que escribió junto con Alexandru Popa?
-Ha sido un viaje bastante largo. Tenía una idea desde hace un tiempo, desde hace unos años, y me reuní con Alex y comenzamos a hablar. La idea venía de algo que sucedió en la vida real hace más de 20 años… pero sin que la gente muriera. Lo del collar que contamos sucedió, pero todo lo demás es ficticio. Entonces, nos reunimos, comenzamos a hablar sobre la idea y luego comenzamos a escribir el guion. Tomó algún tiempo y hubo algunos cambios, a Miruna Berescu (la productora) se le ocurrieron algunas ideas y ahora por fin la podemos estrenar.
-¿Fue difícil financiar la película? ¿Y lanzarlo en mercados fuera de Rumanía? Aquí se vio en San Sebastián, pero otros festivales a partir de 2021, claro.
-Creo que esa es una pregunta para el productor. Por lo general, trato de quedarme fuera de la etapa financiación, mi único objetivo es mantenerme dentro del presupuesto que tiene el productor. Después de la financiación del Centro Nacional de Cine, Miruna (Berescu) tuvo que aportar el resto del presupuesto y creo que no fue nada fácil. Ser proyectados en San Sebastián fue genial para nosotros y para la película. Tuvimos tomas muy difíciles, muy costosas, por lo general no usamos tanto CGI en las películas. Pero el productor reunió a nuestros socios de la República Checa y alguna otra financiación, y solo tardamos unos meses en levantarla.
-¿Cómo ve la industria del cine en Su país? Cineastas como Puiu o Mungiu son muy seguidos en España, pero su cine sigue siendo un gran desconocido para el público común...
-Desde mi perspectiva, nuestra industria está muy dividida, como a dos niveles. Tenemos películas de autor y tenemos películas ultra-comerciales. En mi opinión, nos faltan películas normales, de esas que consiguen que el espectador reflexione un poco después de salir de la sala. Y creo que eso se debe a razones socioeconómicas. Es difícil ver problemas en tu tiempo libre cuando tienes una vida diaria llena de problemas. Por otro lado, Puiu y Mungiu volvieron a poner a Rumanía en el mapa, después de una brecha de 15 años con Cannes y Venecia. Es el cine y el tenis, con Simona Halep, en lo que nuestro país juega al más alto nivel.
-Cuando uno plantea una película como esta, donde la moral y la ética tienen tanto peso, ¿se atreve a juzgar a los personajes? ¿Cómo se escribe un guion de grises, de matices?
-No creo que esté en condiciones de juzgar a nadie. Por un lado – en El Nuevo Testamento 7.1 se dice: “No juzgues para no ser juzgado”. Por otro lado, no creo que sepamos la verdad. Sólo tenemos una perspectiva de una cosa que sucedió. Y personalmente, no creo que existan personas malas. Creo que solo existen buenas intenciones, pero en mal momento. Cuando miramos de cerca una situación, cuando nos tomamos el tiempo para pensar en otras perspectivas, puede establecer otro final, otra forma de resolver las cosas. Pero cuando solo nos miramos a nosotros mismos, cuando solo pensamos que tenemos la verdad, las cosas pueden ponerse feas.
-¿Cambió el final o siempre pensó que esa era la mejor manera de terminar la película? Está noqueando al espectador justo antes de que aparezcan los créditos, es muy atrevido...
-Siempre pensamos en ese final. Es una forma de poner las cosas en perspectiva, las cosas nos pasan porque tiene que pasar. La tarea era hacer esa escena en una sola toma, no usar cortes. En la relación cineasta-espectador, los cineastas tienen esta ventaja de edición. Y esa no es una relación igualitaria. El espectador sabe, desde el momento en que entra al cine, que es algo convencional, no es real lo que estará en la pantalla. Por mucho que yo, como cineasta, trate de usar menos mentiras en la pantalla, de estar lo más cerca posible del naturalismo. Respeto al espectador. Esa es la misma razón por la que usamos solo un lente para filmar toda la película.
-¿Qué le pidió a Serban Pavlu para su interpretación? Es fascinante cómo transmite la desesperación y la rabia.
-Es nuestro segundo trabajo juntos. Mi ópera prima (estrenada en el Festival de Cine de Sarajevo y ganadora de Mejor Director y Mejor Actor) fue con Serban. Nuestra relación es especial de alguna manera, solíamos compartir la misma trastienda cuando yo estaba en el teatro. Así que tuvimos muchas noches con discusiones, con películas, con perspectivas sobre la actuación.
-¿Cuál es su opinión sobre el concepto de “cine social”? Se suele asociar al cine europeo independiente, porque está más cerca de la realidad de sus ciudadanos, pero puede que no esté de acuerdo...
-Realmente creo en el cine social. Y en mi opinión, no es sólo europeo. Creo que el cine social plantea algunas preguntas, plantea algunas formas de afrontar la vida y los problemas que las películas comerciales no plantean. Y si vas y preguntas a los amantes del cine si han oído hablar de Cassavetes, Kubrick, Lang, Kazan, Malick, Farhadi, Ozu, Kiarostami y demás, estoy bastante seguro de que han oído hablar de ellos. Pero si les preguntas quién es el director de “Transformers”, enfrentarás algunos momentos de silencio. Y eso, en mi opinión, se debe a que sus películas iluminan nuestros problemas de una manera humana, con toda nuestra fealdad, cosas hermosas, amor, compasión, cariño, pensamientos, traición.