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Música

¿Ha muerto el rock?

Para unos ha perdido rebeldía y para otros lleva agonizando desde que Elvis se fue a la mili. ¿Qué sucede con estas bandas en la época del trap y el reguetón?

The Clash destacó por sus directos y unos discos que entonces fueron rompedores, pero que hoy son unos clásicos
The Clash destacó por sus directos y unos discos que entonces fueron rompedores, pero que hoy son unos clásicoslarazon

No es esta una cuestión nueva, al contrario. Desde hace ya bastantes años se habla del delicado estado de salud del rock, de su progresiva pérdida de protagonismo en la escena internacional, de su inevitable fin. Pero quizá en este momento tenga más sentido volver a plantearla, ya que, más allá del mayor o menor calado que tenga ahora entre los jóvenes, el rock parece haber perdido la carga de rebeldía y de grito contra el sistema que ostentó en sus inicios y durante las sucesivas décadas de los sesenta, setenta y ochenta. Puede que siga siendo el género del ruido, en fin, pero no parece que sea el de la furia. Aquel misil de disidencia contra la línea de flotación del orden establecido. O eso, al menos, es lo que vienen a decir las groseras modas. Y ello a pesar de contar con estrellas superlativas aún en activo e increíblemente en forma –Rolling Stones, Springsteen– y con incontables representantes en el mundo entero, tanto del rock clásico como de sus múltiples subgéneros.

Aunque el rock nunca fue un género mayoritario, ¿se ha convertido en una música marginal? Johnny Cifuentes, medio siglo ya al frente de Burning, icono del rock español, aborda la pregunta desde la pasión: «Yo vibro con un nuevo acorde, un nuevo riff, una nueva letra. Es un privilegio tocar rocanrol, porque está lleno de sensaciones e historias, es mágico, y creo que salvarlo es una misión sagrada». Y señala lo inane de la mayor parte de la música que se consume en la actualidad: «Creo que no quedará demasiado de lo que se está haciendo ahora porque es mucho de usar y tirar. No son canciones hechas con el corazón y para que perduren, no tienen peso. Parece que es más importante hacerse famoso en las redes que pensar en la canción que se está haciendo o en el mensaje que se quiere transmitir».

Josele Santiago, faz y cerebro de Los Enemigos, y uno de los autores más interesantes de las cuatro últimas décadas, defiende con concisión y certeza la pervivencia del rock: «Estuvo más cerca de la muerte perdido en las nubes de la aristocracia que ahora. El rock and roll siempre ha sabido buscarse la vida en las cloacas». Ramoncín, uno de los pioneros del rock español, que grabó su primer disco en plena Transición, sí habla del «declive» de ese género y tiene claro quiénes son los responsables: «La culpa de que el rock esté muerto o a punto de morir la tienen los roqueros y los fans, y lo digo con entrecomillados. Lo peor que ha hecho el rock es convertirse en una cosa completamente fundamentalista. Confundir el ser auténtico con estar totalmente coartado es culpa de los grupos y de los seguidores, porque consideran que hay que tener una pinta determinada y que “sexo, drogas y rock and roll”, porque si no, no eres auténtico, y por eso se ha encasillado. No obstante –añade–, los dos discos más vendidos del año pasado han sido de los Rolling Stones y los Beatles. Los Stones han vendido un millón de discos, algo insólito hoy día».

Para Rubén Pozo, que conoció el éxito junto a Leiva al frente de Pereza y desde la disolución del dúo ha fraguado una sólida carrera en solitario, el rock trasciende el género: «Escuché una frase que me gustó mucho: “El rocanrol es la música que no les gusta a tus padres”. Para mí, el rock and roll no es un sonido específico, sino una música que no les gusta a tus padres. Lo que entendemos por rock es que no sea lo que escucha la vecina del quinto, lo mainstream». Lichis, que saltó a la fama con su proyecto La Cabra Mecánica y la canción «La lista de la compra», y que pasa por su mejor momento creativo, frunce el ceño y recurre a la hipérbole: «El rock se lleva muriendo desde que Elvis se fue a cumplir su servicio militar a Alemania. Es una cantinela cansina utilizada desde siempre en la industria para promocionar nuevos productos». Si nos ceñimos a España, y dejando a un lado el ubicuo pop, hoy tienen más pegada entre los jóvenes el reguetón, el rap y el trap que el rock, y ejercen más la denuncia y la provocación que este. A su lado, el rock semeja un dinosaurio agonizante y parece asociado a una franja de edad en la que las canas y la alopecia vencen aritméticamente a la melena. Pero, ¿por qué razón esos géneros conectan más con las nuevas generaciones? Josele afina y acierta: «Porque sus padres escuchan rock. No creo que haya que darle más vueltas».

Rubén Pozo apunta en la misma dirección: «Para los chavales, ese es su rocanrol. Porque como no nos gusta a la generación anterior, a ellos les gusta más. ¿Hay que cagarse en el trap y el reguetón? No. Es música, lo que pasa es que no la escucho. Pero no quiero ser como ese señor que decía que los Beatles sólo gritaban y eran unos melenudos guarros, con piojos». Lichis aporta datos: «Hace 25 años que el rap caló en las generaciones más jóvenes. Con su posterior intelectualización, la gente buscó más grasa y menos sermón, de ahí el trap. El reguetón es más antiguo que el hilo negro, y el urban latino electro no mueve una coma desde Elvis Crespo».

Los músicos de rock siempre han culpado a la industria y a los medios de comunicación de falta de apoyo, puesto que históricamente han promocionado el pop y otros géneros y han despreciado el rock. Rubén Pozo entiende que eso es lo normal: «Es que se supone que el rock debe ser una música no muy radiable, no muy agradable al oído ni complaciente con el mensaje». Lichis sostiene que «jamás ha sido un estilo masivo en España» y que «en los ochenta mandaba el pop», y añade: «Hubo un subidón en los 90 con el grunge, la película de The Doors y las “Historias del Kronen” [Mañas]. Las actuales emisoras que ponen rock parecen programar la cinta recopilatoria que se grababan, y compartían entre sí, los cuatro frikis del instituto». Para Ramoncín, la falta de difusión sí es una catástrofe: «Lo peor que le puede pasar a cualquier forma de arte, la peor censura, es que no se difunda, porque así da la sensación de que no existe. Hay muchos grupos de rock jóvenes que se hacen con el cariño de la gente, pero no suenan. En Rock FM ponen lo que ponen, es un bucle. Las redes y los medios están copados por otro tipo de gente. Y en este país más que en ningún otro». A su manera, Josele Santiago hace autocrítica: «Los rockeros, por lo general, venimos de barrios obreros, carecemos de estudios y tendemos a perdernos en el hedonismo. La gente del pop no es tan inocentona. Invierten, montan festivales y no pierden de vista el futuro ni puestos del revés. Puede que aguanten mejor las resacas, no lo sé. El caso es que empatizan mejor con los ejecutivos y saben que su público potencial suele estar bien situado y dispuesto a gastar».

Por último, y respecto a si el rock ha dejado de ser subversivo, las opiniones varían. Lichis: «El rock deja de ser subversivo si entiendes por rock la oleada de pop melifluo con guitarras eléctricas y poses estudiadas que domina el panorama; es, a veces, un coñazo altisonante, machirulo, y con tintes de marcha militar, en el caso contrario. En medio hay un océano muy interesante de propuestas que tienen más de rock que lo que aportan tanto “malillo” con la guitarra colgando por las rodillas. Hoy son subversivos hasta los buenos chicos del barrio de Salamanca, menudo aburrimiento». Josele destaca la falta de valentía: «Ofender a un conservador es muy fácil. Un cliché más. Otra cosa es meter el dedo en la llaga y trabajar tu discurso por incómodo que le resulte a cualquiera. Incluida tu gente y tu conciencia». Y a Ramoncín no le gusta lo que ve: «Ese montón de grupos que hay ahora… todos son como los Stones, delgados y con sombrero, y todos cantan igual y escriben cosas muy fáciles. Creo que es un error, porque, al estar en un lado más marginal, haz lo que te salga de la polla. El rock se tiene que quitar ese complejo, hacer lo que quiera y no ir disfrazado».

LA «INCONCEBIBLE» CENSURA QUE VINO DE LA IZQUIERDA

Ramoncín es un machete cuando habla de la censura actual en el arte en general y en la música en particular: «Resulta inconcebible que haya una parte de la izquierda, o que se considera izquierda progresista, que sean más censores y más radicales de lo que ha sido la derecha. La derecha ha sido lo que ha sido, lo ha censurado todo. Yo tengo todas las canciones de mis tres primeros discos censuradas, pero las podíamos tocar. ¿Y ahora les van a poner colorados a los Hombres G por decir “sufre, mamón, devuélveme a mi chica”? ¿O al Loco [Loquillo] por cantar “La mataré”? ¿O a mí por cantar “estoy loco por comerte el chochito” [“Canciones desnudas”]? O sea, que Bad Bunny puede decir que le va a meter “tres dedos en el toto” y que le va a dar “por donde hace pipí y donde hace popó”, con esas letras lamentables, machistas, misóginas, desagradables, y aquí todo el mundo que si eso es lo que mola, ¿y los grupos de rock vamos a tener que censurar lo que decimos? Venga, hombre, no jodas. Pues el que lo haga se equivoca. No permitas que te digan lo que tienes que hacer».