Carolina Durante: “No nos podemos tomar en serio lo que dicen de nosotros”
El grupo publica mañana “Cuatro chavales”, un disco que huele a calle más que a pandemia y en el que se ríen de su propio éxito
Creada:
Última actualización:
Su historia de éxito, espontánea y genuina, provocó un terremoto. Con epicentro en «Cayetano» y réplicas en sucesivos hits, el ascenso de Carolina Durante fue imparable y solo la pandemia pudo evitar su cumbre del WiZink Center. En su trayectoria, el grupo recibía una lluvia de epítetos e hipérboles, respondía entrevistas sobre sus trucos de magia y despejaba las sospechas de conocer la fórmula secreta de la canción perfecta, alusiones de las que se ríen en «Tu nuevo grupo favorito», la canción que abre y en parte explica su nuevo disco, «Cuatro chavales» (Sonido Muchacho/Universal), que se publica mañana 28 de enero.
En las oficinas de su discográfica en Madrid, Martín Vallhonrat, Diego Ibáñez, Mario del Valle y Juan Pedrayes se ríen de lo sucedido: de ese grupo que eran ellos mismos y que solo tenía dos canciones, pero que no eran solo eso, eran himnos generacionales. Dice la letra: «Son gente guapa, carne joven, nunca serán señores mayores. No son solo cuatro chavales, dicen que tienen superpoderes», unos versos que han compuesto sin escribirlos, tomando las frases de las reseñas de aquella fiebre que contagiaron. «El secreto del éxito, ¿cuál es? No sé, la fórmula de», parodian en la letra antes de anunciar una «la paz en el mundo, su próximo paso, ‘’colabo’' con Dios en el siguiente temazo». «Mira, es que si nos tomásemos mínimamente en serio lo que han dicho de nosotros, daríamos asco», señala Diego Ibáñez, cantante del grupo y escritor de las letras. «Pero nos han vendido como una fábrica de himnos. Si hasta Luis, nuestro propio mánager, cuando le dimos a escuchar el disco nos dijo que le faltaban ‘’Cayetanos’'... pero ¿qué dices, mamón? Luego ya nos admitió que, pese a todo, le gustaba», añade riendo Vallhonrat. Canciones con el impacto de «Cayetano» y las que vinieron después no pueden buscarse y a veces se vuelven en contra. «Yo sí sentí la presión –apunta Ibáñez–. Me la metí yo mismo, de acuerdo, porque te pones a escribir y se te olvida de que tienes que disfrutar de ello, que es lo bonito y para lo que formamos el grupo. No se puede pensar en la gente, porque los hay que quieren más de lo mismo y otros menos de lo mismo. Y los hay que quieren las dos cosas a la vez», se encoge de hombros. «Para hacer una buena hay que tener muchas malas. En la siguiente hoja del cuaderno donde escribimos ‘’Cayetano’' había una canción malísima», apunta el bajista.
Solo “unos chavales”
El título del disco (y la portada, en la que aparece una fotografía de los cuatro con las caras recortadas) también alude a ese milagro del pop: miles de personas adorando a alguien que no es más que «un chaval». O cuatro. «Nos dicen mucho eso de ‘’si yo hubiese montado un grupo con mis colegas, habría sido algo como Carolina” o también “esa canción me gusta tanto que podría haberla escrito yo”. Y mira, en parte sí, y en parte, no», bromea Diego, porque si la cosa fuera tan fácil... «No nos tomamos demasiado en serio. Somos cuatro amigos que hacen música. Y creo que es el último disco que podemos decir de nosotros mismos que somos chavales sin sentir vergüenza...», añade Vallhonrat, que frisa la treintena.
El álbum, compuesto en los últimos dos años, huele a calle, huye de cualquier atisbo pandémico. Incorpora historias de la noche, la epidemia de las apuestas, las prórrogas innecesarias las relaciones condenadas, las malas rachas y la culpa. Y un alegato urbanita contra la vida en el campo. «Tuve que hacer un esfuerzo enorme para escribir las letras. Porque lo último que quería era hacer un disco pandémico. Eso habría sido terrible, ya bastante tengo con vivir», dice con dramatismo el vocalista. La adicción al juego aparece como telón de fondo de “Granja escuela”, un sintagma que, bien pensado suena a oxímoron: “Ahora hay un consumismo alucinante. En los videojuegos, por ejemplo, donde los chavales gastan mucho dinero en armas virtuales y esas cosas. Y no hablemos del póker online, o la locura del Codere, donde ves a chavales tomando copas de día a cuatro pavos...”, lamenta Vallhonrat. “Son un canteo las casas de apuestas -añade Ibáñez-. Pero el trap también ha hecho mucho daño con toda esa cosa del dinero. Las redes sociales, ese ansia de éxito... está más presente ahora que nunca. Se ve en la música, que hay más grupos que empiezan y tienen antes el perfil de Instagram que las canciones”. Ese tema habla sobre los vicios de la juventud, y en él se refieren al «lado oscuro» de la noche que Martín rehuye. «Solo quiero juegos de mesa», admite. Diego: «Yo me debato entre la luz y la oscuridad. Era un ‘’jedi’' y ahora soy bastante Lord Sith. Pero Mario... me supera». «Lo voy surfeando», dice el aludido. Sentado en un sofá, Juan Pedrayes no dice ni una palabra.