Cypress Hill: “Hay una sombra de muerte en torno a la industria del hip hop”
Tras más de tres décadas en activo, la banda estadounidense ha publicado “Back in Black”
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Cypress Hill surgieron como padres y a la vez renovadores del sonido del hip hop de la costa Oeste estadounidense en los años 90. Mezclando bases del DJ con instrumentos orgánicos y alternaban con igual desvergüenza el español y las congas, reivindicando el origen latino de tres de sus miembros y dando voz a la minoría hispana. En la última década del siglo pasado, encabezaron carteles en lo más alto, compartiendo cumbre con grupos ajenos al hip hop como Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam, y enarbolaron la bandera de la legalización de la marihuana, causa que ha terminado por conseguirse en California y bastantes otros “estados del país americano. Cypress Hill pueden colgarse alguna medalla al respecto, tanto por eso como por los 20 millones de discos que han vendido gracias a éxitos como “Insane in the brain”. Este año han publicado “Back in Black”, un trabajo que mantiene sus señas de identidad y que les permite mirar al rap del siglo veintiuno con la altura de la voz autorizada. Desde California, descuelga el teléfono Senén Reyes, Sen Dog, histórico MC del grupo: “Las mismas luchas que teníamos en los 90, continúan”, afirma.
La conversación fluye en inglés, porque es el idioma en el que Sen Dog saluda, pero tras la última pregunta la charla prosigue en el inconfundible español de Cuba, donde Reyes nació en 1965. Era un niño cuando emigró a California, y menor de edad cuando ya se había integrado en una de las legendarias bandas callejeras de la ciudad: los Bloods fueron para él la única salida: “Yo, además de latino, soy negro, así que para mí no era sencillo conseguir la aceptación de nadie. Cuando entré en los Bloods tampoco tenía un sitio, no encajaba con nadie, estaba perdido. Lo que allí encontré fueron hermanos mayores que cuidaban de nosotros”. Sen Dog supo mantenerse al margen de los problemas jugando al fútbol americano, pero pronto quedó atrapado por la cultura del rap que irrumpió en los suburbios como el suyo, South Gate, con un sonido y un mensaje nunca antes escuchados. Era el idioma perfecto para decir lo que necesitaban. “Gracias a los Bloods, conocí a gente muy interesante, con mucho talento. En mi época había peleas y también disparos, pero creo que era más importante el apoyo que existía entre nosotros. Antes de formar Cypress Hill, los veteranos que sabían lo que éramos capaces de hacer nos animaron y nos apoyaron, nos dieron valor para hacerlo. En cambio, es alarmante ver lo que sucede ahora”, dice Sen Dog, acerca del aumento de la violencia en torno al hip hop, que ha vuelto a sacudir la escena como en los años del “gangsta rap”: tiroteos, robos, asesinatos a sangre fría. La combinación de armas fáciles, nuevas drogas y el altavoz de las redes sociales para favorecer el conflicto ha subido la temperatura en no pocas escenas locales de Estados Unidos. “Parece una maldición. Después de lo que vivimos con 2Pac y Biggie no nos libramos de ella. Hay una sombra de muerte en torno al hip hop que es muy perjudicial”. El cantante se lamenta acerca del arquetipo que triunfa entre los artistas del futuro. “Cada vez hay más raperos muriendo de sobredosis y disparos porque creen que eso les hace importantes, pero no hay nada que mole en morir joven. Ojalá los raperos jóvenes no se dejasen atrapar por ese modelo del gángster. La consecuencia, para mí, es una tragedia: yo no estoy tranquilo si mis hijos van a un concierto de rap, que es la música que a mí me hizo quien soy”.
Sin embargo, en el pasado, Cypress Hill escribieron alguna letra que ensalzaba la violencia. “Es cierto, tienes razón. Eso es lo que fuimos. En el primero y en el segundo disco hay algunas letras que muestran quiénes éramos, lo que nos sucedía. Letras que hoy, con más de 50 años, no escribiría. Pero entonces no tuvimos más remedio. En parte porque la violencia y la juventud van desgraciadamente unidas si creces en determinados lugares. Es lo primero que aprendes y no voy a hacer demagogia, pero la sociedad no protege ni ayuda a la gente que lo necesita: al revés, trata de eliminarles. Primero les ignora y si no es suficiente, buscan el camino para que desaparezcan. Pero pronto te das cuenta de que, por mucho que hayas sufrido, es mejor dejar otro tipo de mensajes. Yo prefiero ser recordado por otras cosas”.