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“Malinche”: Nacho Cano, a la (re)conquista

El genio de Mecano recrea la cristianización de México a través de un gran musical que desborda medios técnicos y talento

Una escena del musical de Nacho Cano
Una escena del musical de Nacho CanoMalinche the musicalMalinche The Musical

“Por nuestra reina, la bandera y Jesucristo Nuestro Señor”. Es lo primero que entona el gentío que se apodera de un escenario desbordado con una embocadura literalmente conquistadora. Y desbordante. Tanto, que ni el telón llega a cubrirlo. Porque en el nuevo musical de Nacho Cano no solo cabe un navío, una cascada o una pirámide. Por allí desfila una troupe en hora punta de actores, cantantes y bailarines que todo –o casi todo– lo pueden. Clásico, flamenco, pop. A elegir sin tiempo para el pestañeo. No en vano, entre sus fichajes están el coreógrafo Jesús Carmona, Premio Benois de la Danse, y Olga Llorente, Nacional de Danza. Y sus dos Malinches que se alternan según la sesión: Amanda Digón y Andrea Gallardo, que ha dejado «El Rey León» para lanzarse a la reconquista de la taquilla. Elenco de primera que también pone de manifiesto al ausente que pudo ser y ya no es. Sí, porque el ojo clínico de Cano se clavó un día en la mexicana Melissa Barrera hasta que se le escapó de las manos para convertirse hoy en una imprescindible en las telenovelas de nueva generación. Tres cuartos de lo mismo le pasó con Chanel. La ensayó, la dejó probar suerte en Eurovisión y ahí la tienen.

Pero el profeta de Mecano es más que una fábrica de talentos para vanagloria de otros. Entre otras cosas, porque detrás de la carpa madrileña de Ifema hay diez millones de euros de inversión. Y doce años de trabajo de alguien que ya sabe lo que es jugársela a través de «Hoy no me puedo levantar». Cuando se fue a vivir a Miami dio con una casa frente a Cayo Vizcaíno. Las vistas hicieron el resto. «Es la bahía por donde llegaron los primeros barcos españoles y por donde a día de hoy siguen llegando otras tantas gentes. Allí todo sabe a mezcla», explica Nacho, que al rebuscar el origen del mejunje se topó con la relación entre Hernán Cortés y Malinche, la indígena nahua que ejerció de algo más que de traductora entre el conquistador español y Moctezuma. Ella se convirtió en puente entre ambas culturas a través de Martín, el hijo entre el español y la mexicana que se considera el kilómetro cero del mestizaje. Además, junto a otras veinte esclavas, se las corona como las primeras cristianas de la región. El bautismo de un continente.

«Para mí es la mujer con más impacto en la construcción de América. Es símbolo del encuentro, no solo por dar a luz a Martín. No olvidemos que fue una de las grandes precursoras del cristianismo. Para ella, ser bautizada se convirtió en signo de libertad», explica un Nacho Cano que podría ser capaz de redactar una tesina sobre aquello. Sin embargo, el musical ni mucho menos busca ser un tratado histórico histérico. «¿Somos nosotros quienes debemos juzgar cómo se comportaban hace cinco siglos?», se pregunta, para sentenciar con mazo: «Imagínate cómo nos verán los de dentro de cinco siglos cuando vean lo cabrones que hemos sido con la contaminación del planeta, por la guerra de Ucrania…».

Por eso, viéndolas venir, Nacho Cano se amarró los machos y buscó el aval del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, que ha supervisado el relato de la mano de un grupo de investigadores. Y, por si acaso, se hizo también con la bendición de Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa historiadora del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Y es que, para un perro viejo de las tablas, abordar la evangelización de las Indias en tiempo de revisionismo podía convertirse en un callejón sin salida entre quienes se aferran a leyendas negras de unos y quienes buscan el blanqueamiento de otros. O viceversa. «Aquello pasó y hoy no toca sentenciar quiénes eran los buenos y los malos», apunta sabedor de que sortea cualquier ajuste de cuentas con mucha creatividad y espectáculo. «Pero, sobre todo, busco celebrar una historia de amor, tal y como la elogió Armando Manzanero en su última entrevista antes de morir».

Deidades precolombinas

Nacho Cano quiere divertir y divertirse desde esa pasión, desde su propia pasión y desde la Pasión. Y no solo porque los ensayos hasta llegar a Ifema tuvieran lugar en la madrileña parroquia San Juan de la Cruz. La más de tres horas de «Malinche» –con descanso para disfrutar de un tequila y demás– destapan la vena creyente de aquel que se define como «un canalla espiritual». Sí, porque el guion no tiene problema alguno en exponer cómo el cristianismo marcó un antes y un después de los mexicas. Del sacrificio humano de las deidades precolombinas al reconocimiento del alma de los indígenas como hijos del Dios de Jesús, otorgándoles su primera carta de ciudadanía. «Bautizar significaba poner un DNI a la gente», plantea sin complejos y con tal naturalidad como para escenificar la conversión y resurrección de Moctezuma con una cruz elevándose al cielo. No como moraleja fácil, sino desde una convicción personal. Eso sí, sin obviar esas aristas de una Iglesia que contó con frailes, como hoy, obsesionados con el cepillo, pero, sobre todo, una legión de misioneros que se inculturaron para ponerse a los pies de los Malinches. Y todo, con la bendición de Nacho Cano.