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Alaska y Mario Vaquerizo: «La esencia de una relación es amor, respeto y atracción»

Alaska y Mario Vaquerizo / Artistas.. Casi dos décadas después de su primer enlace, los cantantes se suben al escenario del Teatro Capitol para representar «El amor sigue en el aire»

Alaska y Mario Vaquerizo
Alaska y Mario Vaquerizolarazon

Casi dos décadas después de su primer enlace, los cantantes se suben al escenario del Teatro Capitol para representar «El amor sigue en el aire»

Hace 17 años, cuando Alaska y Mario Vaquerizo se casaban por primera vez, nadie apostaba por su amor. Hoy, casi dos décadas después, me los encuentro tan enamorados como el primer día. Divinos, sonrientes, y dispuestos a subirse a las tablas del escenario del Teatro Capitol de Madrid para representar en compañía de Manuel Banderas y Bibiana Fernández 12 sesiones únicas de «El amor sigue en el aire». El título parece un eslogan de su propio amor: «17 años después de nuestra primera boda en Las Vegas, lo parece, sí», dice Mario. «Y eso que desde que empezamos nos decían que si nos íbamos a separar», añade Alaska. «Ya no, claro. Ya no pueden decir nada –asegura Mario–. Aunque a veces piensan que es un matrimonio de conveniencia, porque a mí se me cuestiona mucho; pero, vamos, que a mí no me importa nada. No me ofenden por lo que piensen de mí sino porque la cuestionen a ella, porque, ¿cómo va a estar Alaska? ¿Muerta de inanición? Pero vamos, es cierto, yo creo que el amor siempre tiene que seguir estando en el aire cuando es amor de verdad».

Mario es tan expresivo, tan arrollador, que casi no deja hablar a su «Olvi». Ella, Alaska, permanece en todo momento atendiendo al discurso de su marido y sonriendo. Pero luego pone orden para hablar de lo que hay que hablar: «Lo gracioso es que en la obra se habla sobre las distintas etapas por las que va pasando una pareja. Los desencuentros, el éxtasis del principio... Y por nuestros personajes, que se meten a acompañar a la pareja que lleva esta trama, nadie da un duro cuando se encuentran. Ni sus propios amigos ni sus hermanos, nadie. Pero al final de la obra han pasado ocho años y los otros están en crisis y nosotros estamos fenomenal; o sea, que algo de lo nuestro hemos podido llevar». Mario apunta: «En nuestros 17 años nosotros también hemos pasado crisis, nos enfadamos, nos reconciliamos..., pero después sigue estando ahí la esencia de una relación, que es amor, respeto y atracción».

Me pregunto cómo se comportaría esta pareja tan atípica como perfecta en una situación de engaño, de infidelidad. Parecen tan modernos que igual son de los que separan lealtad y fidelidad: «No» –aclara Alaska– «A ver, lo importante es la fidelidad, pero es verdad que la forma en la que la cometes puede ser más o menos desleal. Hay algunas más desleales que otras. Digamos que, cuando tú eres Pablo Mérida, muchas veces no es solamente el hecho, sino cómo se produce el hecho. Y eso es como el asesinato, hay grados. Hay defensa propia, tercer grado, la mató y se ensañó..., hay lo mismo. Pero yo creo que Mario jamás soportaría una infidelidad ni de mente». «¿En serio?», le pregunto y entonces entra Mario: «No, de mente no. A ver, no es que sea demente... jajajaja».

«No, a ver, que esto además es muy sano –concreta Alaska–. Nosotros decimos ‘‘qué bueno está no sé quién’’ ‘‘me encanta este y me encanta el otro’’ y no pasa nada. No estamos ciegos». «Pero eso no es una infidelidad –puntualiza Mario–. Yo entiendo que haya chicos a los que les gusta mi mujer, como hay chicas que me gustan a mí. Pero ya. Es que yo es que soy muy tradicional». Tanto como para que Alaska zanje el asunto de manera radical: «Tiene mucho que ver con cómo nos percibimos a nosotros mismos y con el orgullo. Mario es muy orgulloso, y yo no me atrevería, ni borracha, a poner esto en peligro por una tontada». «No somos dueños de nuestra vida, ni de una relación–dice Mario–. Es decir, puedes cultivarla y tratar de mantenerla con trabajo y de forma espontánea, pero no puedes pretender que un día no se cruce alguien por el camino, porque puede pasar y le ha pasado a mucha gente. Pero cuando eso pasa, por lo que he visto en amigos, es porque la pareja quería mantener una cosa que ya no estaba... Y ahí nosotros siempre hemos sido muy honestos: en el momento en el que ya no haya nada, pues, ¿para qué?»

Con todo, como estas cosas suceden hasta en las mejores familias, les pico y les pregunto si hay que contarlas o no, y los dos coinciden en que no hay que decirlo: «Yo creo –asegura Alaska– que si hay una infidelidad y todavía hay algo en esa relación, se recupera en el tiempo que sea. Si ya no hay nada es el detonante para que te des cuenta». Lo cierto es que todos nos empeñamos mucho en el amor, incluso aunque sea en el amor equivocado, por eso de que el amor está en el aire, o casi es el aire mismo que respirar y gracias al que sobrevivimos. «Esa necesidad de tener pareja, de estar como desquiciados a ver si un hombre encuentra a una mujer y demás, que se da en todos los casos, en el mundo heterosexual, en el homosexual, que es donde convivimos nosotros –dice Mario–, a mí me parece que es como jugar a una cosa que yo creo que no es el amor».

Personal e intransferible

Olvido Gara, Alaska, nació en México, en 1963; Mario Vaquerizo en Madrid en 1974, están casados y se sienten orgullosos, «él de mi forma de ser» y ella «de convertir mis aficiones en profesión». Ninguno se arrepiente de nada. Perdonan, pero no olvidan. Les hace reír, a ella «la buena comedia» y a él «yo mismo». A una isla desierta Mario no se llevaría nada, «no me gustan», y Alaska «conexión a internet». A Olvido le gusta comer «patatas fritas y sidra» y a Mario hacer «‘‘playback’’ con la comida y beber cerveza».